#OPINIÓN Por la puerta del sol (182): Amor al terruño #18Nov

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“Quizás ganando al porvenir jornadas de opuesto rumbo, tristes peregrinos, se crecen nuestras sombras olvidadas en la bifurcación de los caminos”

Guillermo Valencia

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Tema dedicado a Hugo Victoria Cano (QEPD) quien amó como nadie a su terruño Cartago, ciudad situada en la parte Norte del departamento del Valle del Cauca en Colombia, ubicada a 160 Km de la capital del Valle Cali.

Hay algunos que a las puertas de la muerte piden que se cumplan sus anhelos más íntimos y más queridos. El terruño es esa obra y madre mimada que guardamos en el corazón y añoramos volver a verlo hasta la muerte… La tarea de escribir algo sobre esa obra nuestra, es aplicada por casi nadie, lo ideal es que no se pierda en las nebulosas y podamos recordarla en algún escrito o libro a manera de remembranza, información e historia como gesto de cariño y buena voluntad para que no se quede en el olvido lo que hoy involuntariamente no pude recordar…

Por toda la vida, Hugo Victoria como nadie recordó sus momentos más felices de la infancia y juventud disfrutados en su río “La vieja”. Si los ríos hablaran cuántas leyendas narrarían, cuántos recuerdos y cuánto amor, habría sido regado sobre sus riberas y márgenes por extraños y lugareños. El río “La  vieja” riega las tierras de Cartago y sus alrededores.  El nombre de “La vieja” se debe a la época en que el colono español Miguel Muñoz encontró a una vieja indígena sacando oro y a la que despojó de lo que había sacado del fondo del río.

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Hoy el río no es igual al de aquel tiempo en el que su cristal se rompía contra las piedras, momento en el que sus ondas se tornaban musicales, siendo la canción del agua la que armonizaba todo aquel panorama, era otra época, los árboles agitaban sus verdes banderas en la libertad del viento, las aves ensayaban trinos de místico amor, de la organza de seda de la mañana feliz asomaba el sol su cabeza, dando tonalidades de luz a la frescura de aquel paisaje.  

La historia de Cartago, ciudad a la que pertenece este río, está incrustada  en el centro de una extensa llanura, donde la naturaleza expone su belleza singular, casitas y casitas cuyos linderos aun decoran aquel paisaje con sus cercas circulares de guadua, la región vivió sus tiempos de oro campestre, también vivió la época en la que el pavor se deslizaba por los altos barrancos en una confusa algarabía de gritos que se perdían en el gigantesco agujero de la noche, la violencia levantó altares al terror y a la muerte en tiempos independentistas. 

Centro de estudio como la mayoría de ciudades colombianas, contó con los mejores, para preparar a los mejores hombres que dentro y fuera de su territorio honraron su casta, su bandera, su bravura y su grandeza…

Mi querida Cartago:

“Dormirás al peso de triunfos y de ruinas…

Solo yo entre la selva de mis sueños perdidos, a ti consagro el canto que  mi pecho vierte.

¡Cómo olvidar que fuiste la roca dura y fuerte donde formaron todas las águilas su nido!

¡Aléjanse tus hombres! Si tuya fue la historia en alistar tus huestes al porvenir lejano o en descifrar lo ignoto no fincarás tu gloria,

Y los que amarte puedan, OH madre todavía, en el desdén olímpico de su egoísmo insano, te olvidarán mañana, ¡solo porque eres mía!

Gracias por honrar mis cenizas dejándolas descansar  en el fondo de mi amado río La vieja”… 

Amanda Niño P.

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