#OPINIÓN Carta de Eleuterio (Nº 8) #13Dic

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“…Asimismo, se me ocurrió, que igual que la familia de mi querida esposa, todos los venezolanos tenemos un sentimiento claro acerca del Esequibo: el mismo nos pertenece, y tratar de hacernos ver como si también estuviéramos divididos respecto a eso solo traerá consecuencias desfavorables…”

Jorge Puigbó

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El pariente tenía tiempo sin escribirnos, no lo había hecho desde hace meses, nos parecía raro porque él nos escribe con cierta frecuencia y ya estábamos preocupados, lo peor del caso es que no teníamos forma de comunicarnos con él porque su teléfono móvil no respondía y el de CANTV tiene años sin funcionar, una vecina amiga, prima lejana de nosotros, a quien llamamos para averiguar qué pasaba, nos dijo que no lo veía desde hacía dos meses y que la camioneta no estaba en su casa. Bueno, ya paso la angustia que todos teníamos, hoy en la mañana el señor que tiene el servicio de encomiendas nos trajo una nueva carta y con ella, la consabida cajita de cartón bien amarrada con mecatillo y llena de sorpresas agradables, una botellita de aguardiente callejonero, dos kilos de chorizo de Ejido y para los muchachos unos cuantos aleados y almojábanas, y hasta una mantecada que prepara su mujer como las que hacían antes. Como siempre el texto de la carta en un lenguaje sencillo y coloquial, siempre es revelador de la sapiencia del primo Eleuterio, cultivada en largas horas de lectura y pensamiento profundo en medio de las neblinas que por la tarde bajan de las montañas y arropan su casa paramera en medio de los frailejonales, les copio lo más importante que trae, en esa forma de escribir tan nuestra:

“…Perdóneme, por lo tanto, pariente si les ocasioné alguna preocupación, pero usted bien sabe que yo no soy muy faculto con aquello de las tecnologías de la comunicación y si le digo la verdad, como ya usted sabe, tampoco me gustan mucho, me quedé en el tiempo y así me siento más tranquilo, menos acosado por tanta llamada. La cuestión es que, se reunieron el hambre con las ganas de comer, y un viaje que surgió de improviso para visitar al hijo, Miguel el que tenemos en el norte, se unió al desarreglo del aparatico que mientan Samsung, ese que usted me regaló para que conversáramos y el cual decidió dañarse en medio de esta situación, donde los recursos y la gente que puede repararlo está un poco lejos. Bueno, el caso es que nos fuimos apurados porque los pasajes nos los enviaron y mi mujer y yo nos pusimos muy azorados con esa cuestión de montarse en un avión a toda carrera sin mucho tiempo para pensarlo, en todo caso todo salió bien y nos pasamos unos días por allá reconociendo a los nietos que están hechos unos “hombrones” y tratando Nemesia de cocinarles sabroso, sobre todo arepitas andinas para el desayuno acompañada de pisca bien calientica y su correspondiente huevo, le puedo decir que allá se consigue de todo, lo que nos costó conseguir fue el cilantro pero también lo hallamos, hasta sancocho de gallina preparó ella, con unas que eran el doble de las “picatierra” nuestras, un poco grasosas pero nos dieron un caldo muy sabroso. Usted sabe que, aunque estaba por los “nortes”, siempre es mi costumbre mantenerme al día con lo que pasa en nuestro país y mi hijo tiene una computadora que es una maravilla, me la prendió al llegar, enseñándome con mucha paciencia como usarla para ver las noticias. Cuando, a los días, estábamos agarrándole nuevamente el gustico a ese gran país, mi hijo recibió una llamada del compadre José Vicente, a quien usted bien conoce desde hace años, el vecino de al lado de la haciendita nuestra, la que era del padre de mi mujer, en las “tierras calientes” cerca de El Vigía, para informarle que unos maulas habían rodado la cerca hasta la quebradita que corre por la propiedad. Usted se imaginará la “braveza” que nos dio y con la misma cambiamos los pasajes de regreso para Venezuela y nos vinimos corriendo para acá.  Apenas llegamos nos fuimos a Mérida en la camioneta que habíamos dejado en Maracaibo en casa de un amigo, recogimos algunas cosas y de una vez nos “embocamos” a toda carrera para la finca. Usted sabe quiénes son los familiares de Nemesia, gente muy de trabajo, seria y de tradición en la zona, pues, fíjese usted, que un grupo grande de ellos nos acompañó para percatarse en el lugar lo que había pasado, todos se llevaron sus herramientas de trabajo, comenzando por los machetes cola e’ gallo y para allá nos fuimos. Éramos como veinte hombres y al llegar nos conseguimos con que realmente habían movido la cerca para aprovecharse del agua e invadido como unas tres hectáreas, uno de los primos de mi mujer dio la orden y todos los estantes fueron derribados y el alambre de púas recogido, para luego entre todos levantar la cerca por el verdadero lindero. Usted creerá pariente que no vimos a nadie, es más, nos quedamos varios días haciéndoles guardia en la casa y no aparecieron los muy zánganos. Le cuento que, para evitar vainas, no seguí el consejo de alguno de los parientes de mi mujer, quienes medio jumados por el miche que habían tomado nos estaban incitando para que fuéramos a reclamar, menos mal que pensé: si no se aparecieron fue porque no tenían muchas ganas de vernos, y tuve razón hasta ahora no han regresado. Todas estas noches, después de que volvimos, sentado en el patio de la casa, en esa oscuridad de la montaña, esperando que el cielo se despejara para poder ver las estrellitas que por aquí salen por montonones, la mente se me ilumina y el pensamiento se me aclara, es entonces cuando se me ocurren algunas cosas, una de ellas se la cuento, es la de comparar la cuestión del Esequibo con lo que pasó en la finquita, cuando te quitan alguna tierra tuya tienes que ir a rescatarla, pedir ayuda y moverte, nunca quedarse “abanado”, o como usted dice “apendejecido”, ni tampoco primo, volverse loco y embestir como un toro, se debe hacer lo que se tiene que hacer y en el menor tiempo posible, porque si no, le siembran unas matas de cambur, entierran cuatro palos y meten una familia con “tripones” y se lo hacen imposible. Pariente, no sé si tenga la razón, al hacer esta comparación, pero a mí se me parece mucho. En mi mente sencilla a las cosas se las tiene que ver como son, la mala intención de los vecinos, cuando ya la han demostrado muchas veces, no se la puede desechar y de repente confiar en ellos como si fueran la madre Teresa de Calcuta, con el perdón de esa santa por nombrarla, pero es así. El descuido y la falta de interés conspiran siempre contra nosotros y si, además, aunque no hallamos firmado un papel, de “boquilla” como dicen por allí, les permitimos que se metan y hagan lo que les venga en gana, estamos “fuñidos”. Asimismo, se me ocurrió, que igual que la familia de mi querida esposa, todos los venezolanos tenemos un sentimiento claro acerca del Esequibo: el mismo nos pertenece y tratar de hacernos ver como si también estuviéramos divididos respecto a eso, solo traerá consecuencias desfavorables. Errores se han cometido y tienen que ser asumidos por los que los cometieron, Venezuela está por encima de mezquindades e intrigas políticas, es una cuestión muy seria. Me disculpa, he hecho un esfuerzo para mejorar mi escritura, pero loro viejo no aprende a hablar. Bueno pariente, sé que para navidad no puede venir, véngase para esperar el año nuevo y comernos un marranito asado bien regadito con aguardientico del bueno. Dios los bendiga a todos y feliz navidad”.

Jorge Puigbó

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