#COLUMNA Soliloquios de Café: ¡El deber cumplido! #21Ene

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“El problema no es que las cosas estén mal…

El problema es que no hagamos nada por resolverlas”

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Estamos plenos de optimismo y dispuestos a construir nuestro futuro colaborando en la construcción de la Patria Grande.

Todo proceso necesita de un lapso para depurarse y el Todopoderoso nos ha proporcionado los medios para fortalecernos ante las adversidades.

La mayor riqueza de la cual dispone Venezuela es su recurso humano; hemos sido ejemplo en el mundo, por poseer un personal educado y capacitado para el trabajo honesto y creador; con eficiencia, eficacia y responsabilidad demostrada. Así lo comprobaremos cuando superemos la involución actual que depende de la seguridad jurídica y de nuestra voluntad para el trabajo productivo.

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Hemos soportado la ignominia, y sus resultados los estamos sufriendo todos.

Todavía queda café en el país que otrora fue el primer productor del mundo en cuanto a calidad y el segundo en cuanto a cantidad. Quedamos caficultores arraigados a las montañas sobreviviendo en condiciones infrahumanas mientras algunos disfrutan de riquezas mal habidas y con lo invertido en la importación de alimentos se está financiando la siembra en el exterior.

¿COMO DESTRUIR UN PAÍS?

Originaria de la antigua tierra de Abisinia, al norte de Kaffa, en Etiopia, allá donde se unen la cultura árabe con la africana, la semilla que cambio al mundo (como fue definido el café, por Mark Pendergrast en su magna obra) partió a la conquista del planeta Tierra; los Trópicos de Cáncer y el de Capricornio limitaron su cultivo, es decir, su hábitat natural es exclusivamente Tropical. La mítica cereza viajó a Europa a través de Yemen; venciendo al cerco del Imperio Turco llegó a Francia y desde el puerto de Nantes se embarcó con el gobernador de Martinica, el Capitán de Infantería de Marina Gabriel Mathieu de Clieu, quien en uno de sus viajes a París consideró que las condiciones que existían en Martinica permitían cultivarlo, en las mismas condiciones que los holandeses lo hacían en Indonesia. Pidió en París que se le diesen unos plantones de cafeto del “Jardín de las Plantas” para trasladarlos a Martinica y proceder a su siembra, pero se lo negaron. Entonces, decidió robarla, en supuesta complicidad con su amante, y en el año 1723, embarcó la planta robada rumbo a Martinica.

Enterados los holandeses intentaron matarlo para evitar que llegase a su destino y pusiera en peligro la posición predominante de su país en el mercado del café. Recurrieron a todo tipo de artimañas. Un espía holandés intentó matar la planta regándola con agua salada pero no lo consiguió al ser descubierto por el Capitán.

En el Atlántico fueron atacados por piratas tunecinos y en el combate el
invernadero que protegía la planta fue destruido. Tras un mes de calma el agua dulce comenzó a escasear y el Capitán Clieu compartió su ración con aquel vegetal. Cuando ya estaban a solo día y medio de su destino una terrible tormenta inundó al navío con gran cantidad de agua de mar y recubrió al cafeto de sal, pero milagrosamente sobrevivió. Finalmente fue plantado en tierras de Martinica y después de cosechar los primeros granos se distribuyeron entre los habitantes de la isla para que fueran replantados. Las cerezas partieron a tierra firme americana y llegó a Venezuela por el año 1730.

Las primeras semillas fueron sembradas en las márgenes del Rio Orinoco por misioneros franciscanos liderados por el Padre Gumilla, y desde allá, el café conquistó al resto del país, especialmente, a las zonas montañosas. Durante casi cuatro siglos venció y soportó estoicamente a la Guerra de Independencia, a montoneras, a luchas fratricidas, a dictaduras; a asaltantes e incendiarios de caseríos, pueblos y sabanas que fueron esclavistas de niños, como lo fue Ezequiel Zamora.

El año 1886, a la Finca Cobalonga situada en los Valles del estado Aragua, se le otorgó el reconocimiento de producir “El Mejor Café del Mundo”. Para aquellos años el país exportaba 1.800.000 sacos/60 k. O sea, 2.347.826 q.q. de café.

 Los caficultores venezolanos vencieron la recesión económica mundial de la década de los años 30 y la avasallante aparición del petróleo. Sortearon, soportaron y superaron sequías e inviernos despiadados; el ataque de plagas como la Roya y la Broca pero, lo que no han podido confrontar exitosamente es la implementación de las políticas agrícolas y económicas desfasadas, ineficientes e ineficaces, con las cuales “presuntamente” se han violado los “Derechos Humanos” de decenas de miles de humildes familias que sobrevivían dignamente con la remuneración al trabajo efectuado en los cafetales que son el jardín de sus ranchos; donde habitan entre paredes de bahareque, cocina con fogón de leña, piso de tierra, sin energía eléctrica y sin letrinas.

Para el año 1999, las estadísticas del extinto “Fondo Nacional del Café” arrojaban que en el país se producían 1.550.000 q.q. de café. Se consumían, a nivel nacional, 950.000 q.q. y, se exportaban 600.000 q.q./año.

Actualmente no habiendo estadísticas ciertas, según declaraciones del Sindicato Nacional de Café Venezuela se puede estimar que no llegamos a 200.000 quintales/año.

Este desastre ha llevado a algunos caficultores al suicidio al no poder honrar sus deudas y así ha sido denunciado por médicos de las zonas cafeteras y, sólo es un ejemplo de la catástrofe impuesta a todo el sistema productivo venezolano.

Maximiliano Pérez Apóstol

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