#OPINIÓN No matarás #28Abr

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Sobre el quinto mandamiento de la ley mosaica la cultura occidental, con epicentro en el imperio grecolatino, levantó formas de interrelación cultural que convertidas en leyes sirvieron de plataforma  para un esquema de vida basado en la caridad, el perdón, la tolerancia y la compasión.

A este sector del mundo pertenece Venezuela, con agregado a su favor en cuanto a conducta solidaria, que en razón de ser país destino de inmigrantes de todas partes del planeta nació entre nosotros la virtud de la tolerancia, como mecanismo social que permitió el entendimiento armónico entre las diferentes razas.  Buenas las palabras en este sentido las del Presidente Rafael Caldera en 1970 ante el Congreso de los Estados Unidos; Venezuela es un país ecuménico. Porque en verdad eso somos, un país, un pueblo donde la fragua de diferentes razas creó una gente de sentimiento y proceder para lo universal.

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La Venezuela que hoy percibimos y que sentimos como patria se construyó no hace mucho tiempo. Por ello  en función de encontrar respuestas a nuestras necesidades actuales es básico repasar los hitos políticos de la Venezuela del Siglo 20. Allí están las claves para entender el despelote que hoy sufrimos. Allí están las raíces de lo que hoy nos resume como venezolanos. Baste decir que en l936 la población era apenas un poco más de tres millones de habitantes, de las cual un millón sufría de paludismo, y hoy según el último censo superamos los treinta millones  aunque más de un veinte por ciento de venezolanos haya tenido que migrar de manera forzosa  a otros países.

Precisamente es a partir de l936 cuando se inicia la modernidad en nuestro país, o como dijo Mariano Picón Salas de Eleazar López Contreras, «Con su Gobierno fue que Venezuela entró al Siglo 20”.

El General López Contreras heredó de Juan Vicente Gómez un país políticamente unificado pero sin la estructura administrativa para manejarlo según los nuevos conceptos de un Estado Social de Derecho. Con López Contreras se dicta la primera Constitución que contiene este concepto mediante el cual el Estado es responsable de prestar servicios al ciudadano. A partir de allí se inicia la estructuración administrativa que diera cauce a estos dispositivos constitucionales, lo primero fue crear un Ministerio de Sanidad para combatir el paludismo. Como dato, es posible que rebuscado pero altamente revelador, tengamos que es en l936 cuando se inician los estudios de laboratorio para potabilizar el agua de consumo doméstico en Venezuela.

Luego de la segunda guerra mundial los grandes países destinos de la diáspora europea fueron Argentina y Venezuela, ese fue un factor que a nuestro juicio dinamizó este proceso de modernización promovido por el Gobierno, los inmigrantes, ese nuevo componente nacional que a nuestro criterio originó transformaciones económicas y culturales profundas que aún no hemos identificado con objetividad. Los  «musius» de mediados del siglo pasado se nos metieron en el torrente sanguíneo, nos cambiaron los hábitos alimenticios, ampliaron nuestra visión del mundo, en fin, nos hicieron unos venezolanos más universales.

De esta forma esa conjunción de razas que somos logró una sociedad plural, armónica, amante de la paz y proclive al entendimiento. Ello propició una democracia fundamentada en el diálogo, para así asimilar dentro de la lucha política a factores que a inicios de los años sesenta del siglo 20 tomaron las armas como expresión de rebeldía ante el sistema. Privó la paz, se impuso el entendimiento como forma de solución a las diferencias.

En el momento cuando se necesitaba reformar el modelo económico para escalar hacia una economía eficiente y competitiva surgió un vengador que recogió el descontento popular y lo convirtió en odio social, rompiendo la conexión entre las diferentes corrientes políticas para establecer una división clasista que auxiliada por un incremento en los precios petroleros, sentó las bases de la ruptura entre un gobierno rico y de prácticas comunistas contra una sociedad indefensa que solamente contaba con la ley para proteger su derecho a subsistir mediante el trabajo y la producción.

Esta ruptura entre una sociedad estructurada sobre valores occidentales de convivencia y solución pacífica de sus diferencias, se convirtió en violencia. Cuando los ciudadanos amparados en la Constitución salieron a la calle a reclamar el cumplimiento de la ley fueron reprimidos con una violencia nunca vista en Venezuela, como si de un ejército de ocupación se tratara.

La saña demostrada en estas actuaciones contra ciudadanos pacíficos tiene vinculación con este componente fundamentalista de los grupos terroristas islámicos, respecto a los cuales importantes voceros nacionales han denunciado tienen presencia en nuestro país.

El no matarás como principio religioso universal del catolicismo y como principio legal en Venezuela, debemos incluirlo dentro del ideario democrático para el rescate pleno del país ecuménico que fue Venezuela.

Es esencial este rescate de valores occidentales porque nuestra idiosincrasia se conformó mediante una mixtura cultural donde los ejes axiales fueron el trabajo y la fe. Esa fe en conseguir una vida nueva y buena que empujó la migración de miles y miles de europeos que llegaron a Venezuela a trabajar honradamente, en la construcción, en la agricultura, en el comercio, en la industria. Acá formaron familia y crearon riquezas y empleos, en un ambiente de  paz, conquistada mediante una convivencia política que luego fue satanizada injustamente a causa de una crisis económica que no se pudo gerenciar y superar debido a las limitantes atávicas del populismo.

En los últimos años de manera gradual Venezuela se ha vinculado con países orientales, mediante tratados y convenios que son anunciados con pompa pero que no se conocen a detalle sus términos y mucho menos se sabe de sus resultados.  480 convenios con China, 250 con Rusia, un cogobierno con Cuba, acuerdos crípticos con Irán y Turquía. Todo es oscuridad y lo más visible de estas influencias es el haber cambiado la piedad por la crueldad en la manera de hacer política. Por ello el camino para reinstalar entre nosotros la armonía social es una lucha espiritual, para la cual necesitamos el auxilio de nuestras creencias cristianas. Dios con nosotros.

Jorge Euclides Ramírez

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