#OPINIÓN Cantera de corruptos y Jean Monnet #22May

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El mundo necesita: hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas , hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde, hombres que no se vendan ni se compren, hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos».

Elena de White

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Recordando a Monnet.- Pareciera que la institución es una cantera de corruptos, donde se pueden seleccionar especímenes según su ranking en perversión e ilicitudes; en tanto semeja a un imán para atraer a quienes sufren de un desorden ético y padecen de un estrabismo moral. Al contrastar el comportamiento de un funcionario intramuros con la ética de sus intenciones, raramente arroja como resultado su adherencia a los fines, objetivos, misión y visión de la institución, establecidos en su documento de creación, que a la postre resulta ser letra muerta para quienes tienen en su cerebro una caja de desvalores como “leitmotiv” de su personalidad, porque en esencia son malos ciudadanos y traen en mente y ponen en ejecución su propia trama delictiva. Cuánta falta hace y cuán beneficioso fue aquella asignatura llamada «formación moral y cívica», que apuntaba a edificar en el niño y en el adolescente, a un hombre ganado a la civilidad y para la ciudadanía, en tanto sembraba valores para la correcta asunción de su rol como un ser que vive en sociedad, concebido para la decencia y la honestidad, que apuntaba a sacar de sí lo mejor, lo óptimo para la convivencia sana y de cuya genética civilizatoria lo hacían un hombre idóneo, con valores y principios en cualquier desempeño laboral e incluso funcionarial, para la vida misma. El director arguye adherencia a criticar a los funcionarios basura, aquellos que por cuya actuación o desempeño desmerecen estar en la institución, pero proscribe criticar a la institución misma. En palabras de Jean Monnet, «los hombres pasan, pero las instituciones quedan». No obstante campeón, las instituciones se posicionan en su desempeño, según su know how y su Goodwill, y eso le dan un ranking, una clasificación entre las mejores y si no tienen know how ni Goodwill se encuentran entre las peores, por tal virtud que las hace lucir prestigio o deslucir desprestigio. Y en tal sentido deben cuidarse sus gerentes y administradores, que son los hombres que pasan por ellas; y les atañe dejar la mejor estela, la mejor imagen, la mejor huella, porque sus nombres y sus gestiones también figuran para bien o para mal, con la época o el periodo del ranking negativo o positivo en el que fueron sus adalides.

La encomiable labor del árabe Mohamed.- Desde su fundación los casos de corrupción en la institución han sido alarmantes y se han mantenido en la palestra pública, lo que desdice de la forma y manera de cómo se gestiona este organismo. Por lo que es menester y urgente poner en práctica un plan de actuación para prevenir la corrupción. Jamás puede argumentarse que “las tareas de control de la corrupción, sean una iniciativa innecesaria”. Sí, claro, ya realizan tareas de control… Solo hay que ver la bandada de delincuentes que han hecho sus negocios ilícitos en la institución prevaliéndose de sus vínculos y cargos y que algunos de ellos han sido objeto de investigación y procesamiento por delitos de corrupción. Nada más recordemos en nuestra jurisdicción el caso liderado por el Rey Aldo, de cuyas imputaciones se escapó sinuosamente el principal culpable o cabecilla el coronel Julio Vásquez el psicópata. Tenemos noticia de primera línea que el árabe Mohamed en la administración de la institución se está desempeñando como buen padre de familia, como un gerente de altura, erradicando de ella toda esa basura que le baja el ranking a este ente del estado. Rogamos a Dios, que el comportamiento del árabe Mohamed sea parte de su formación familiar en principios y en valores como hasta ahora lo ha demostrado. Se trata de un veterano que mal podría cambiar su prestigio y hasta ahora buena opinión general, por la circunstancialidad de un cargo – esperamos no equivocarnos –. Y he allí, que podemos decir que la imagen de una institución está soportada en la imagen de un hombre.

Los esclavos espías Stephen Candie del amo Julio.- Harry Larvado, Pierina de Bayer, Lesbia Carlota la Oficial Borromea, Henryna Martinelli, And la Reina, Mara la vieja bruja camandulera alias la Pejesapo, la cocinera Tiniebla, Macu la mujer del Policía, los obreros siniestros y su familia instalada, entre otros; son solo algunos cribados y comprobados corruptos, que todavía siguen a las órdenes de su amo el coronel Julio Vásquez el psicópata, porque son sus monos voladores jalabolas, son sus esclavos espías Stephen Candie. Cobijados por la ruindad de Julio Vásquez aprendieron el oficio de la corrupción, afinaron su técnica, perfeccionaron las habilidades y tejieron las complicidades y redes delictuales que les han llevado a saltar como antagonistas de los fines institucionales, al aprovecharse de manera ilícita de ella y que describen tráficos de influencia, connubios inmorales, prevaricaciones, extracción de recursos y de bienes, delitos de estafa, extorsiones, mafias y corruptelas de diferente naturaleza. Con ellos, la institución está expuesta a cuanto delito pueda concebir y ejecutar esta basura funcionarial a propósito del giro de la empresa y en contra de ella.

Entre el número áureo y droga cola y nicotina.- La Cacica Bizzy desprestigia la institución, tiene montado su negocio ilícito e ilegal mafioso en la oficina endémica. Entraré a explicar el epígrafe diciendo que el número áureo no es por lo general el doliente de una industria, empresa o institución, pues el doliente es el primer interesado en mantener la credibilidad ética de su corporación. A veces el número áureo es algún otro empleado enmantillado que nos ha sorprendido en nuestra buena fe, o al menos eso creemos o estimamos para no ir más allá. Las virtudes éticas de las personas que integran una corporación, sea de naturaleza pública o privada, y su filosofía de desempeño son la imagen y el rostro de esa organización. Ello es corroborable cuando la solvencia moral o el desempeño ético de cualquier organización ganan y cobran prestigio por la imagen de una sola persona, a la que han seleccionado como el rostro visible de la corporación por su buen nombre y su buena reputación. Es allí cuando se presentan las excusas: es que un solo hombre o una sola mujer no es la corporación. Y seguramente esa argumentación pondría a cavilar a más de uno, pero cabe preguntarse: Si la ética de una corporación mantiene su elevación y alta moral por el prestigio de uno de sus miembros, quien funge muchas veces como el número áureo, entonces, ¿por qué no ha de funcionar en sentido inverso? ¿Qué hace la corporación para corregir esos comportamientos antiéticos y a veces hasta ilegales que deslucen al resto de sus miembros? Hacer caso omiso del comportamiento antiético y hasta ilegal de un solo miembro de la corporación es propugnar el desprestigio de esa institución u organización y su decadencia en todo nivel, con lo que se corre el riesgo de que ante tan soberana incorrección pueda desaparecer o tomar otro giro que no fue el pensado al crearse o fundarse. No se puede violar la ética bajo el pretexto de actuar con ética cuando la actuación del algún rostro visible de un organismo – apenas una sola persona – es el que enarbola de manera temeraria e irrespetuosa la bandera del deshonor. Que, repito, puede tratarse solamente de algún empleado enmantillado que nos ha sorprendido en nuestra buena fe – bueno, tal vez – y que mantiene su operatividad con un equipo agazapado. ¿Por qué enmantillados? Porque son ¿inocentemente respaldados? por los dolientes, sin saber que amparan el flagelo que todo lo arropa, que todo lo toca y que todo lo corrompe. Como siempre digo, toda mafia tiene tentáculos y siempre se corren riesgos.

Tentáculos de corrupción.- Hay quienes abierta y conscientemente, se instalan al servicio de la corrupción; mientras otros desde la pasividad que da la omisión contribuyen de igual modo a que este flagelo acabe con la decencia, la honestidad y los buenos propósitos, porque ambos se suman a la indolencia por la institución y a la protección a ultranza del corrupto o la corrupta, sin mayores explicaciones que el capricho que otorgan intereses inconfesables con las gríngolas de la desvergüenza. La corrupción es un fenómeno de tentáculos inesperados, de movimientos certeros en la dirección de apropiarse al máximo posible de lo que no se obtiene por medios lícitos; cuya permanencia y eficacia obedece a los celestinajes ocultos bajo el ropaje de la seudo honestidad y el fingido buen juicio. Siempre hay personajes enmascarados, a los que no se les puede llamar ciudadanos, porque les queda grande el tratamiento. Unos porque son los que traman la corrupción y otros porque la protegen. Y en una especie de reingeniería de la corrupción, sus brazos o tentáculos, como sus ventosas se adhieren a la pasividad en la práctica del latrocinio del que no quiere que se diga ni se haga nada. Recuerdo al Presbítero Adrián Setién Peña , el que fuera mi profesor de historia de Venezuela, quien advertía que cuando alguien se robaba algo o hacía algo indebido y muchos se enteran y nada dicen ni hacen para evitarlo, la única explicación: todos son cómplices. De igual forma cuando no encontramos explicación razonable ante la actitud irrazonable de alguien, la única respuesta es el dinero, el sexo o las drogas. Son muchos los pasos, son muchas las fases y son demasiadas las cosas que se deben decir y que se deben hacer para erradicar la corrupción de nuestra institución. Así cada cual desde su trinchera ha de aportar lo que a bien tenga, lo que a bien pueda y con su más profunda convicción de lo que es correcto en obsequio a la construcción de un país mejor y más grande como así lo idealizara El Libertador Simón Bolívar. Seguramente habrá quien se sienta reflejado en estas letras, por incauto, por honesto o por corrupto, pero en todo caso, lo importante es que para bien o para mal , sepan que hay mucha gente que no es tonta , que está convencida y se ha cerciorado de que fulano o zutano es corrupto, que se le está observando, que su comportamiento lo delata, que su nerviosismo lo deja en evidencia y que su seudo fortaleza solo la consigue en quienes le acompañan en su corrupción y latrocinio o en quienes ciertamente no han atisbado su modo de operar, por rodearse a la luz pública con gente honesta que es su mejor pantalla y que desconoce la realidad. Pero los ambages en la lucha contra la corrupción son justificaciones inexcusables que mantienen sumida a cualquier institución o país en la desolación que da la indolencia, en la pestilencia que desprende la complicidad.

«La perversión y la corrupción se disfrazan casi siempre de ambigüedad; por eso la ambigüedad no me gusta, ni confío en ella».

John Wayne

Dr. Crisanto Gregorio León

[email protected]

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