La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) publicó este jueves su informe anual, en el que mantiene a Venezuela entre los países con mayores violaciones a los derechos humanos en el continente. La nación sudamericana figura junto a Cuba y Nicaragua en la denominada «lista negra», una categoría que destaca a los Estados que no permiten la cooperación con el organismo ni el ingreso de sus representantes al territorio.
Andrea Pochak, vicepresidenta de la CIDH, subrayó que Venezuela continúa sin permitir la articulación institucional con la comisión, lo que impide la verificación in situ de las denuncias de abusos. “Hay una tendencia generalizada en la región a restringir la participación cívica y a debilitar la independencia judicial. Venezuela es uno de los casos más alarmantes”.
El informe destaca con preocupación la intensificación del hostigamiento contra periodistas, la represión de protestas sociales, así como el uso del aparato judicial con fines políticos. Además, advierte sobre el recrudecimiento de ataques contra colectivos históricamente discriminados, como mujeres, personas LGTBI e indígenas.
Deterioro democrático en la región
“Parece que se han naturalizado los discursos discriminatorios y xenófobos. Se han debilitado muchos de los valores fundamentales que costaron décadas de consolidación”, alertó Pochak.
La CIDH también expresó alarma por retrocesos democráticos en otros países como Perú, El Salvador y Estados Unidos, advirtiendo que las políticas regresivas en materia de derechos humanos podrían extenderse en toda la región.
En contraste, la comisión valoró positivamente la apertura al diálogo en países como Guatemala, que este año fue excluido de la lista negra tras permitir una visita de evaluación por parte de la CIDH. También reconoció avances en Brasil y Colombia, y elogió a los gobiernos que han admitido públicamente sus déficits en esta materia.
El informe concluye que todos los países del continente presentan desafíos en derechos humanos, pero algunos casos —como el de Venezuela— continúan siendo especialmente graves por la ausencia de cooperación internacional y el cierre total de los espacios democráticos.