La promesa de una jornada electoral «normal» se diluyó durante la mañana de este domingo 25 de mayo en Venezuela. Las elecciones regionales y parlamentarias, que promete renovar 569 cargos públicos, se encontraron con un enemigo silencioso y persistente: la indiferencia del electorado.
A pesar de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) habló de una instalación de mesas casi perfecta y una asistencia del 100% de su personal, las urnas reflejaron una realidad distinta: calles y centros de votación desolados, sin la efervescencia cívica que antaño caracterizaba a los procesos electorales venezolanos.
Desde el estado Lara hasta las comunidades waraos del Delta Amacuro, pasando por los estados Zulia, Bolívar y la capital venezolana, el panorama era desolador para quienes esperaban una participación masiva en la primera jornada del día.
En la Unidad Educativa Ambrosio Perera, un centro neurálgico en el este de Barquisimeto, con casi 10 mil electores, la cifra de votantes a media mañana apenas superaba los 300. Una imagen que se replicaba en Caracas, donde el «canto de la diana» no se escuchó y muchos centros abrieron con retraso, con mesas incompletas por la ausencia de sus miembros.




La eficiencia del CNE, pregonada por la rectora Rosalba Gil, se contrastaba con las quejas de fallas en las máquinas de votación en Falcón, o la curiosa situación en Delta Amacuro, donde la movilización de votantes en zonas apartadas se vio «incentivada» con la entrega de combos de comida y combustible, una práctica que ha generado suspicacia y denuncias por parte de sectores críticos.
En Zulia y Bolívar, la tónica no variaba. A pesar de la fluidez del proceso, natural cuando no hay colas, la ausencia de electores era el común denominador. «Un grupo, entra, sale, se va, otro viene, pero todo fluido«, resumía una miembro de mesa en Maracaibo a La Verdad, un eufemismo para describir la falta de afluencia. En Ciudad Guayana, la tardía apertura de algunas mesas por la ausencia de miembros no generó aglomeraciones, pues simplemente no había votantes en fila.
Solo el estado Táchira parecía mostrar un atisbo de actividad, con algunas colas iniciales que rápidamente se diluían gracias a la celeridad del proceso. El gobernador Freddy Bernal, uno de los primeros en votar, instó a los tachirenses a ejercer su derecho, una llamada que, en el resto del país, parecía no haber cumplido.


A medida que avanzaba la jornada, la tranquilidad en las calles y centros de votación se mantenía, una calma que, lejos de ser un símbolo de normalidad, se erigía como el principal indicio de una elección marcada por el desinterés ciudadano.