#OPINIÓN Pedro Cunill Grau crea una nueva geografía: La geografía humanística o de la sensibilidad #14Jul

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He nacido para los trópicos,

 jamás he estado tan constantemente 

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saludable como en estos dos años. 

Alejandro de Humboldt, 1801 

El pueblo, el actor histórico, 

parece marchar por el aire 

como en esas pinturas chinas

 en las que falta el suelo.”

 Jules Michelet

Historia de la Revolución Francesa,1869

«Elegí la geografía

 porque siempre me he preguntado, 

acaso hasta la obsesión,

 sobre el significado de la existencia:

 quiero saber qué es lo que hacemos aquí,

 qué queremos de la vida.» 

Yi Fu Tuan, 2012.  

Falleció el Dr. Pedro Cunill Grau el pasado 23 del mes de marzo de 2023 en el cálido, amable y colorido trópico, muy lejos de su austral y brumosa patria chilena, este magnífico hombre que hizo de Venezuela su seguro terruño de adopción. Fue el artero golpe de estado contra el presidente Salvador Allende en 1973 quien lo aventó a esta Tierra de Gracia que es Venezuela y que él nos ayuda a redescubrir con sus muy inteligentes, inusuales y hermosos libros, salidos tras rigurosos estudios en lo más avanzado de la ciencia de la geografía cultural.

Lo conocí en 1989 cuando quedé maravillado al leer boquiabierto sus tres tomos de su ciclópea obra El poblamiento del territorio venezolano durante el siglo XIX. Ediciones Presidencia de la República. Caracas, 1987. Es la obra cumbre de la geohistoria venezolana. La cité con mucho agrado en varias ocasiones al redactar mi ensayo Municipio Autónomo Torres: Frontera interior de transición Zulia, Trujillo, Falcón, trabajo que me asigna en la Maestría en Enseñanza de la Historia del Pedagógico barquisimetano, dirigida por el Dr. Reinaldo Rojas, otro grande de los estudios de la geografía, de las fronteras y límites: el Dr. Kaldone Nweheid.  

Esta magnífica y monumental obra- que no se la había ocurrido a ningún historiador venezolano- nos puso a pensar que estaba en presencia de una personalidad con una inmensa capacidad de trabajo, un hombre infatigable. En pocos años desde su abrupta salida de Chile en 1975, se apropia del discurso venezolano del siglo XIX, sus manifestaciones culturales, los viajeros que nos visitaron, los libros editados, la prensa y las revistas que vieron luz en esta agitada y desordenada centuria patria. 

Viajero impenitente y dotado de prodigiosa pupila, una mirada lúcida, se desplaza por las tres fachadas de nuestra geografía: Andes, Caribe, Guayana. Y nos ofrece, cual Humboldt y Codazzi del siglo XXI, una mirada inédita de la forma en que se repobló el país luego de la descomunal hazaña independentista que dejó un deplorable saldo demográfico. 

El Dr. Pedro Cunill Grau, quien había nacido en Santiago de Chile en 1935, me hizo recordar muchas agradables vivencias en relación con la ciencia geográfica: nuestros estudios secundarios en Carora, Venezuela, de la mano del cubano Levi Marrero y sus admirables La Tierra y sus recursos y también la monumental Venezuela y sus recursos, los dos tomos de Historia Universal del paisano sanareño Áureo Yépez Castillo, plagados de innumerables y atractivos mapas, así como la estimulante cátedra Geografía Histórica del Dr. José Manuel Briceño Monsillo en la Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes. Fue muy grato descubrir que Pedro Cunill Grau fue igualmente autor de textos de secundaria para la enseñanza de la geografía en Chile.

Lo invita al semiárido larense venezolano, este vasto erial en palabras de Chío Zubillaga, mi mentor Dr. Reinaldo Rojas, quien nos lo presenta en las memorables conferencias que dictó el amable sureño sobre la ciencia de Eratóstenes en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Instituto Pedagógico Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, en la Maestría en Enseñanza de la Historia y en los Congresos Internacionales de Historia en Barquisimeto. Allí coincidió con otros memorables cultivadores de la “ciencia síntesis” que es a no dudar la geografía y con quienes tuve el privilegio de conversar: el académico profesor Ramón Tovar y el palestino-venezolano Dr. Kaldone Nweheid. 

La geografía en un dato de primer orden en el análisis histórico y así lo ha asumido plenamente el Dr. Reinaldo Rojas cuando en 1995 nos presenta su monumental investigación, editada por la Academia Nacional de la Historia de Venezuela: Historia social de la Región Barquisimeto en el tiempo histórico colonial, 1520-1810. Acá están presentes las improntas de geo historiadores como Pierre Vilar, Fernand Braudel, Ramón Tovar, Oliver Dollfus, Pierre Georges, S. J. Hermann González Oropeza, José Manuel Guevara Díaz, a los que debemos agregar Alejandro Humboldt, Agustín Codazzi, Yves Lacoste, Francisco Morales Padrón, Pablo Perales Frigols, y por supuesto el Dr. Pedro Cunill Grau.  La Región Barquisimeto de Reinaldo Rojas es una magnífica categoría de análisis eminentemente histórico y geográfico. 

La Geografía Humanística

Cuando leía al sociólogo germano Max Weber y sus afirmaciones de que la cultura pianística era patrimonio de los gélidos y brumosos países europeos noratlánticos y no de los países cálidos mediterráneos, los que han cultivado preferentemente  instrumentos de cuerda: guitarra, arpa y mandolina, me puse a pensar en la geografía humanística en la cual nos introdujo bellamente Don Pedro Cunill Grau:  la manera en que el entorno geográfico determina en buena manera las manifestaciones artísticas y culturales. Entendí la afirmación del escritor larense Héctor Mujica cuando dice que el semiárido larense está muy presente en nuestra poesía y novela, en nuestra literatura, que la sensibilidad humana, sus emociones están vinculadas a la geografía y a la historia. No se debe despreciar el medio físico en toda aventura humana.

Se trata de la geografía, del segundo aspecto que señala el filósofo George Steiner sobre la identidad europea, la segunda seña de identidad europea que es compartida por todos los países europeos sin la más mínima rebaja ni excepción: el paisaje caminable, la geografía hecha a la medida de los pies. Ese paisaje civilizado lo es porque, aquí, la naturaleza nunca aplastó al ser humano, siempre se plegó a sus necesidades y aptitudes, nunca dificultó ni paralizó el progreso. En vez de candentes desiertos como el Sáhara, o selvas jeroglíficas como la Amazonia, o heladas llanuras estériles como las de Alaska, en Europa el medio ambiente fue el amigo del hombre: facilitó su sustento, la comunicación entre pueblos y culturas diferentes, y aguzó su sensibilidad y su imaginación. Los europeos se entre mataban por razones religiosas o políticas, pero el paisaje no tendía a aislarlos sino a acercarlos.

La pequeña edad de hielo de Philippe Blom

Pensando siempre en don Pedro Cunill Grau pude escribir sobre un polémico libro de Philippe Blom, joven historiador alemán nacido en Hamburgo en 1970, quien nos asombra con su interesante y muy polémica interpretación de la historia moderna europea con su libro El motín de la naturaleza. Historia de la Pequeña Edad de Hielo (1570-1700), publicado por Anagrama. Sostiene que una pequeña edad de hielo entre los siglos XVII y XVIII es cierto modo responsable de la edificación de la Edad Moderna europea. Se le ha acusado de determinista por hacer derivar los grandes y decisivos cambios sociales y culturales de la modernidad a un cambio brusco de temperatura a fines del siglo XVI y que se extendió hasta mediados del XVIII.

De este modo, Blom establece una relación de las bajas temperaturas con el Renacimiento, la Revolución Científica del siglo XVII y el formidable movimiento de la Ilustración dieciochesca. La caída de dos grados de temperatura determina la ruina de la agricultura medieval, lo que propicia el aparecimiento del capitalismo y se activa de gran modo el comercio. Se fortalecen las ciudades y aparece una nueva forma de pensar con la burguesía. Esta clase social ya no ve el cambio de clima como un castigo divino, sino que comienza a darle una explicación racional. Galileo, Kepler, Descartes y Newton representan este nuevo enfoque del mundo natural despojado de milagrerías y castigos de Dios.

A finales de la Edad Media bajan abruptamente las temperaturas, poniendo fin a la regularidad climática que disfrutó la humanidad desde el hundimiento del Imperio Romano. Las cosechas se pierden por el hielo, las hambrunas y las pestes hacen desastres, se producen grandes migraciones hacia las ciudades, donde nacerá la burguesía, clase social con una nueva mentalidad empírica y crítica, lejana de los milagros y los castigos divinos. 

Sobrevinieron las catástrofes de las cosechas, pero las hambrunas y las guerras de religión que sacudieron el continente en la pequeña edad de hielo precipitaron al mismo tiempo la transición de la oscuridad hacia la luz, una especie de catarsis y de proceso selectivo que produjo grandes desplazamientos humanos del campo a la ciudad y que puso a cavilar a los pensadores, a los científicos y a los nuevos apóstoles de la modernidad. Las mentes más lúcidas de la naciente modernidad se refugian del frío en sus habitaciones y bibliotecas y comienzan a pensar el mundo que nos llega hasta hoy. Y allí están Montaigne, Newton, Voltaire, Rousseau y Kant como estrellas rutilantes. La modernidad es un parto del frío, los mejores hombres vienen del frío.

Estas ideas de Blom han sido criticadas por deterministas y por ello se acercan a las del geógrafo alemán Friedrich Ratzel (1844-1904), de tal modo el atractivo ensayo se resiente de un cierto oportunismo en las prospecciones más ambiciosas. Pues cabe una pregunta: ¿No se hubieran producido las revoluciones sin la adversidad meteorológica? En lo personal me siento más cercano al posibilismo geográfico del francés Paul Vidal de La Blanche (1845-1918).  Su interés se centra más en las transformaciones que el hombre hace sobre el medio, es decir el hombre como agente geográfico, que en las influencias del medio geográfico sobre el hombre y la sociedad.

Philippe Blom ha estudiado un fenómeno climático del pasado que duró un siglo y medio, del cual no fue responsable la actividad humana. Sin embargo, cuando le preguntan por el terrible y ominoso cambio climático del siglo XXI responde que la humanidad está al borde de su autodestrucción inminente. Tiene razón de sobra para afirmarlo. Pero extrapola una analogía con la angustia contemporánea por un cambio climático que evidentemente es responsabilidad humana. Ayer fueron dos grados de temperatura que bajaron, hogaño se trata de dos grados de temperatura que van al alza por impertinencia y ofensa del hombre. Una diferencia que Blom no parece apreciar en su justa medida. 

No estamos seguros si don Pedro Cunill Grau revisa este trabajo de Philippe Blom, pero “el motín de la naturaleza” me ha permitido entender que existe en el chileno venezolano Pedro Cunill Grau un equilibrio saludable entre geografía e historia. El clima tropical venezolano de ninguna manera aplasta la iniciativa humana, más bien reconoce la variedad de sus pisos climáticos como los de los Andes o la Guayana que han permitido variedad de ajustes civilizatorios humanos. Nuestro autor se inclina más bien por el probabilismo geográfico del francés Vidal de la Blanche, donde el gran protagonista es el ser humano, quien tiene facultad para reformar el paisaje natural y crear un paisaje cultural. 

Es esta perspectiva del geógrafo francés es la que se encuentra más cerca de nosotros, la comunidad de discurso histórico de Barquisimeto” nucleado alrededor de la Escuela Analista de Marc Bloch y Lucien Febvre, animada por los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas. Es una impronta francesa que marca a  Cunill Grau, tomada de los eminentes historiadores y geógrafos Emest Labrousse, Fernand Braudel, Ruggiero Romano, Piere Vilar, Pierre George, Yves Lacoste, Pierre Gourou y Robert Dion, de los cuales hemos referido atrás. 

En Francia fue en la Universidad de París y el Colegio de Francia discípulo Pedro Cunill Grau de los eminentes historiadores Emest Labrousse, Fernand Braudel, Ruggiero Romano, Piere Vilar, Pierre George, Yves Lacoste, Pierre Gourou y Robert Dion, algunos de ellos seguidores de la tradición de la Escuela de Anales.

Perseguido por la dictadura de Pinochet regresará a Venezuela en 1976, cuando ya había estado acá en 1965. Se incorpora a la Escuela de Geografía de la Universidad Central de Venezuela. En 1980 es jurado de la primera Tesis de pregrado defendida públicamente. Obtiene su Doctorado en la Universidad de Laval, Québec, Canadá, con su trabajo Geohistoria del poblamiento de Venezuela en el siglo XIX., que será publicado por Ediciones de la Presidencia de la República, 1987. Se incorporó a la Academia Nacional de la Historia y a la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela. Recibe el Premio Nacional de Humanidades.

Nos ha sorprendido maravillosamente que Cunill Grau haya sido capaz de escribir una magnífica biografía sobre nuestro polígrafo Andrés Bello (Caracas, 1781- Santiago de Chile,1865), el mayor intelectual hispanoamericano del siglo XIX, una como retribución a los que este ilustre caraqueño hizo por su patria chilena. Recibe su jubilación en 1996 pero lo cual no significa el alejamiento del oficio que es leit motiv de su vida. Se incorpora a un gigantesco proyecto de investigación GeoVenezuela, patrocinado por la Fundación Polar y que se presentará en 10 volúmenes.

Son los años cuando prepara una obra que representa un giro decisivo en su carrera de geohistoriador, cuando en 2007 nos presenta su fabuloso y extraordinario trabajo Geohistoria de la sensibilidad en Venezuela, una obra originalísima que se inspira-ya dijimos- en el chino-estadounidense Yi Fu Tuan, Anne Buttimer, David Ley, el judío neoyorkino Marwyn Samuels, y el español Horacio Capel. 

Es una obra colosal e increíblemente hermosa, premiada en Alemania como El Libro más bello del mundo en 2007. Allí define la llamada “Geografía de la Percepción”, entendida como: “incursionar en la recuperación de la herencia geohistórica, legada por geógrafos e historiadores clásicos, cronistas acuciosos, viajeros avizores y por otros múltiples testimonios documentales, que habían sido soterrada por los cultores de la geografía cuantitativa neopositivista.” para sumergirse, dice Alberto Márquez, de lleno en aspectos tan apasionantes como la conformación del imaginario social, la manera como se fue estructurando la sensibilidad del habitante natural de estas tierras ante el paisaje, la flora, la fauna. Y más aún, el mestizaje como verdadero intercambio de diferentes imaginarios y no como producto únicamente de la mezcla genética.

La geografía de la sensibilidad o de la percepción es una rama frondosa y muy estimulante de la geografía humanística que ha tenido enorme éxito en Europa y Estados Unidos. Tiene como basamento primero el reconocimiento de que existe un fondo emocional común a todos los seres humanos, una realidad que ignoraron en su momento el racionalismo dieciochesco, el positivismo y el marxismo soviético. Investigaciones recientes como las del neurólogo y filósofo portugués Antonio Damasio han establecido que pensamiento racional y emoción conviven en los seres humanos en la toma de decisiones. Las emociones son una parte fundamental de nuestras relaciones sociales y nos ayudan a conectarnos con los demás y a formar lazos sociales. Damasio sostiene que el cerebro social es una red compleja de regiones cerebrales que trabajan juntas para procesar la información social y emocional. 

Nuestras percepciones son simplemente una interpretación de la realidad. El ser humano no actúa directamente sobre una realidad percibida homogéneamente por todos. La percepción de la realidad es selectiva, sesgada, y posee un significado plenamente comprensible sólo en el campo experiencial del sujeto. Cada ser humano es un interpretativo de los mundos que habita, en cierto sentido, la realidad es para cada persona su propio campo perceptual. 88 Ello nos conduce a pensar que el libro de Cunill Grau tiene tantas interpretaciones como lectores, que siendo la mirada del autor una interpretación que conduce a múltiples y variadas interpretaciones en nosotros los lectores. Una construcción que propicia otras construcciones. 

Las percepciones humanas son tratadas por Cunill Grau a la manera de Yi Fu Tuan, quien abreva en la Poética del espacio de Gastón Bachelard, filósofo francés de y del poeta W. H. Auden, de quienes   toma la palabra topofilia, concepto clave de este geografía de la sensibilidad que le permite incorporar todos los sentidos, vista, oído, tacto, olfato y gusto al acto de percibir emocionalmente toda realidad. Una dimensión estética que se expresan en las 247 imágenes de Geohistoria de la sensibilidad en Venezuela, las que guardan una armónica y estrecha relación con los textos escriturales, una prosa agradable y bien construida, muy afín a las imágenes. 

Desde un principio la respuesta del hombre ante las imágenes ha sido múltiple y ha estado relacionada en la mayoría de las ocasiones con el sentimiento: amor, censura, adoración, rechazo, excitación, etc. Es que las imágenes son los fantasmas que habitan nuestra mente. Las emociones ligadas a la contemplación de las imágenes a veces son tan intensas que pasan a formar parte de nuestra historia personal. El arte es capaz de igualar a la literatura. Las imágenes proporcionan el mismo gusto por la fantasía y por la aventura que produce la lectura. La iconografía tiene un gran atractivo ya que se sitúa a medio camino entre el gusto por leer y por ver.

Geohistoria de la sensibilidad en Venezuela nos coloca frente a un fenómeno propio de las percepciones que se llama en la ciencia de la psicología Sinestesia.  Es palabra derivada del griego antiguo y que significa sentir conjuntamente. La neurofisiología reconoce el fenómeno como una asimilación conjunta o interferencia de varios tipos de sensaciones de diferentes sentidos en un mismo acto perceptivo. El escritor nos transmite sensaciones a través de las palabras, como es el caso cuando Cunill Grau nos habla del emblemático “Amargo de Angostura” venezolano: mientras leemos el relato sentimos en nuestra boca, paladar y lengua.

No todas las personas gozan del privilegio enorme de ser sinestésicas, una muy especial sensibilidad y no patología, como a veces se valora, por ello hemos pensado que Pedro Cunill Grau la haya experimentado de manera regular, y dándose cuenta de ello comienza a prefigurar su proyecto de escribir Geohistoria de la sensibilidad en Venezuela. El resultado de esa privilegiada condición de las percepciones en un ser humano no pudo haber sido mejor. Apenas si es necesario decir que estos fenómenos perceptivos fueron estudiados inicialmente por la Escuela de la Gestalt alemana a principios del siglo pasado. Sostienen los gestaltistas que la mente humana incide en la manera como interpretamos la realidad. Los afectos y las emociones inciden en la manera en que percibimos el mundo. La geografía de la sensibilidad se debe mucho a esta psicología alemana que rompe con el conductismo. 

Esta joya de la literatura no hubiese sido posible sin un soberbio diseñador venezolano que es Álvaro Sotillo, un Maestro del diseño en América Latina, quien ha recibido el Premio Gutenberg, en Leipzig, Alemania a Los libros más hermosos del mundo.  Hizo estudios en Artes Plásticas Aplicadas, en la Escuela Cristóbal Rojas, y prosiguió su formación en el Instituto de Diseño Neumann, una iniciativa de Hans y Lotar Neumann. El inmigrante lituano Gerd Leufert, su maestro, hizo estudios en Munich. Como si fuera poco, de las manos de Sotillo sale el sin igual diseño del famoso Diccionario de Historia de Venezuela, de la Fundación Polar. Los Libreros Alemanes observaron maravillados este libro venezolano encuadernado al estilo japonés, en papel cremoso, todo lo cual fue una feliz audacia emprendida por Sotillo con el seguimiento constante del autor, don Pedro Cunill Grau. Paz a su alma esclarecida.

Luis Eduardo Cortés Riera

 [email protected]

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