(Carora, provincia de Barquisimeto, 1860 / Carora, edo. Lara, 1937) (*)
Nació en una familia “patricia”, pues el primer Oropeza llegó a tierras venezolanas en 1725 y entre los ascendientes de Ramón Pompilio hubo militares, abogados y profesores universitarios. Estudió en el Colegio La Concordia, regentado por don Egidio Montesinos en El Tocuyo, y egresó como bachiller en 1883. Luego se hizo abogado en Caracas, en la Universidad Central, en 1890. Mientras estudiaba Derecho impartió clases de Gramática Castellana en los colegios Venezuela y Las Mercedes; y de Física, en el Seminario Metropolitano. Al graduarse, recibió ofertas para quedarse en la capital: la de ser profesor en la universidad y algún cargo en el sistema judicial. Pero como lo expresó Ambrosio Oropeza, él dio “la espalda a un mundo de mucha figuración y mucho ruido por venirse a enseñar y educar a este desierto caroreño”. Carora, según el censo de 1891, contaba con 8 366 habitantes y había tenido dos antecedentes de educación secundaria en su historia republicana, según lo describió Cecilio Chío Zubillaga en sus escritos. El primero, el Colegio San Andrés, fundado en 1855 por el Dr. Ezequiel Contreras, extinguido en 1858. El siguiente, el Colegio de La Paz, creado en 1864 por el Licenciado Rafael Antonio Álvarez, cerró sus puertas en 1869. Desde entonces, los jóvenes caroreños de familias pudientes que pretendiese educarse debían ir a El Tocuyo o a Barquisimeto. Así que para 1890, hacendados y comerciantes, entre los que destacan Andrés Tiberio Álvarez y Amenodoro Riera, acordaron abrir un plantel secundario privado y encargaron de tal tarea a Ramón Pompilio Oropeza.
El Colegio La Esperanza comenzó con 22 alumnos y dos profesores. Ramón Pompilio fue su Rector, además de impartir Gramática Castellana I y II, Latín y Griego. Ya para el curso siguiente, en 1891-1892, eran 46 los inscritos en el 155 plantel, de los cuales –como muestra de la cerrada estructura social en esa localidad– 25 tenían entre sí algún parentesco familiar, como estableció el historiador Dr. Luis Eduardo Cortés Riera. Para 1891, los “patricios” de la ciudad lograron que el gobierno nacional elevase a la categoría de Colegio Federal al Colegio La Esperanza. Se mantuvo Ramón Pompilio Oropeza de director de la institución, pero ella fue suprimida en 1900 por Cipriano Castro, quien se destacó por el cierre de varios colegios federales y por la clausura de las universidades del Zulia y Carabobo, ambas en 1904. Intentó Oropeza reabrir la institución como colegio particular, pero esta vez apenas pudo contar con cuatro o cinco alumnos. Y para el curso 1903-1904, a pesar de tener ya 11 estudiantes ninguno de ellos pudo presentar sus exámenes finales por causa de la guerra civil que vivía el país, la sedicente Revolución Libertadora. Para 1904 ni siquiera se abrieron inscripciones y Oropeza debió dedicarse a otras actividades. Así, asumió la presidencia del Club Torres en 1906 y, en 1908, aceptó el cargo de presidente de la Alta Corte Superior de Barquisimeto. Pero para ese mismo año regresó a Carora y reabrió el Colegio La Esperanza y, además, fundó el Colegio Las Mercedes, para señoritas. Cuando advino Juan Vicente Gómez al poder, comenzó una nueva etapa para este colegio.
Recordemos que Gómez tuvo un inicio prometedor: eliminó impuestos; se redujo el período presidencial de siete a cuatro años, prohibiendo la reelección; y se rodeó de un conjunto de venezolanos eminentes, muchos de ellos de la tercera generación de positivistas. Por eso, entre tantísimos intelectuales que lo apoyaron inicialmente, también estuvieron Rómulo Gallegos, Chío Zubillaga y Ramón Pompilio Oropeza. De hecho, tanto Zubillaga como Oropeza fueron designados diputados ante la Asamblea Constituyente del estado Lara. Desde allí apoyaron el nombramiento de Juan Vicente Gómez como Presidente Provisional de Venezuela hasta 1911. Justo ese año, el entonces ministro de Instrucción Pública, José Gil Fortoul, también graduado en el Colegio La Concordia, reconvirtió a La Esperanza en colegio federal, nombrando a Ramón Pompilio como su director. En tal rol se mantuvo hasta su muerte, en 1937. Entretanto, en la etapa de la pax gomecista, el plantel creció en estudiantes y profesores y se equipó con gabinetes de física, química e historia natural traídos desde Francia. Además, desde 1931 se aplicó en él la coeducación y se admitieron mujeres. Tal como Rómulo Gallegos, a quien el gomecismo tuvo como director del Liceo Andrés Bello y luego le ofreció el cargo de senador, también a Ramón Pompilio Oropeza le ofrecieron ser senador. Al igual que Gallegos, Oropeza rechazó esa posibilidad. Tampoco se sumó al credo positivista dominante en lo ideológico.Tal como señala Cortés Riera, el maestro Montesinos había asimilado Oropeza “rasgos indelebles de su personalidad; ferviente catolicismo, dedicación a la enseñanza y amor al terruño natal”. Para él, “La enseñanza es redención y toda redención implica un supremo heroísmo y una vía de dolores”. También sostenía que “(…) el hombre, a la par que se instruya debe procurar que su instrucción descanse sobre sólidas e indestructibles bases de la religión y la moral”. En síntesis, su credo religioso y cívico podría resumirse en la densa frase formulada por él: “El hombre no ha de ser sólo para él”.
Luis Eduardo Cortés Riera