“…El aporte conjunto de la población de origen latino ya establecida y el de la inmigración cuyo objetivo es conseguir un trabajo legal es, no solo innegable, sino imprescindible para la economía de los EE.UU. y además indetenible su crecimiento y su influencia.”
Jorge Puigbó
A quienes nos dio, hace muchos años, por estudiar de alguna forma lo que denominamos trabajo, su naturaleza, su evolución, su organización, su normativa, nos encontramos frente a un término profundamente analizado, utilizado, distorsionado y manipulado a través del curso la Historia y es que su condición de esencial lo hace un objetivo político. Esa palabra contiene un concepto que define una actividad humana primordial, parte de su naturaleza. Sin el ejercicio sostenido del trabajo diario no hubiera sido posible la supervivencia de la especie, la transformación del entorno en nuestro beneficio, el aumento del confort y de la longevidad. No es una obligación emanada o impuesta por la sociedad, solo que ésta siempre ha exigido a sus miembros la participación solidaria en las labores necesarias, es una responsabilidad individual con el grupo, recordemos una frase de la Biblia: «Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). La acción colectiva del trabajo humano genera conocimientos, productividad y por tanto progreso. Quizá el hacer y el crear sean un instinto, una inclinación, una propensión, lo observable son sus resultados, en la medida en que se fue ejerciendo y complejizando, se produjeron innovaciones vitales, una de ellas la incorporación de herramientas, tecnologías, creadas para ayudar en las labores, un aporte primordial para la cultura y el progreso. Hoy nos encontramos viviendo una época considerada disruptiva por algunos y cuyos rápidos avances afectarán profundamente casi todas las áreas laborales. La digitalización, la automatización, el uso de robots, la Inteligencia Artificial, la irrupción de máquinas avanzadas como los drones, las computadoras cuánticas, ya está cambiando aceleradamente el panorama para quienes trabajan física o intelectualmente.
Esta mañana leía un artículo acerca del origen de la palabra chamba, utilizada originalmente en México y posteriormente en algunos países, sobre todo de América Central, la cual está aceptada por el DRAE para referirse a empleo o trabajo. En sus orígenes el vocablo aparece vinculado a los trabajadores mexicanos que migraban legalmente a los Estados Unidos, autorizados y requeridos por un tratado bilateral firmado entre ese país y México denominado “Programa de Braceros”, mediante el cual se buscaba solucionar la escasez de mano de obra del primero de los nombrados al entrar éste en la Segunda Guerra Mundial y tener que reclutar a sus ciudadanos para crear las tropas que se enviarían a pelear a Europa. Ese convenio se extendió desde el año 1942 al 1964, estimándose en alrededor de 4.6 millones de mexicanos los que participaron en el programa. Fueron estos inmigrantes los que hicieron posible, no solo mantener la economía agrícola, sino ocuparse de otras labores como el mantenimiento y construcción de ferrocarriles, la edificación de viviendas y la minería, lo cual condujo a su alargamiento después de terminado el conflicto bélico al establecerlo la Casa Blanca como una estrategia de apoyo a sus productores. Como es de suponer esta mano de obra no dominaba el inglés y poseía poca educación, lo cual con el paso de los años daría como resultado un fenómeno lingüístico, el nacimiento de una jerga o argot, que algunos denominarían spanglish, palabra definida por la RAE como “modalidad del habla de algunos grupos hispanos de los Estados Unidos en la que se mezclan elementos léxicos y gramaticales del español y del inglés” y fue así como sucedió, una consecuencia de tener los beneficiarios del tratado que acudir con frecuencia a las “chambers of commerce” (cámaras de comercio en español), con el objeto de realizar los trámites y actualizaciones de sus contratos de trabajo, así comenzaron a degenerar la pronunciación de la palabra “chambers”. Voy al chamber, voy a chambear, conseguí la chamba y el vocablo quedó instituido. Hay que aclarar que existen otras versiones acerca de la procedencia del término, pero esta pareciera la más lógica.
Releer esa historia me impulsó a escribir esta nota y divulgar ciertos hechos, los cuales a la luz de los tristes acontecimientos que están sucediendo con los inmigrantes en estos días, pueden servir para comprender mejor ciertas noticias en las que muchas veces se minimizan elementos importantes, siendo uno de ellos el valor incuestionable del trabajo que aporta la mano de obra cuando emigra protegida dentro de un marco legal. La importante incidencia económica y social que han tenido las migraciones a través de la Historia y en los diversos escenarios, es imposible describirla en un espacio tan corto, solo mencionaremos aspectos interesantes de un solo ejemplo, los cuales conviene tomar en cuenta cuando se analiza ese fenómeno humano, tratando de asumir una actitud equilibrada, ya bien sea que se le mire con la perspectiva de las personas del país desde donde parte la migración, o desde la que se genera en las personas afectadas que habitan en el país receptor. Según datos oficiales, al día de hoy, hay aproximadamente unos 37,2 millones de mexicanos y descendientes de mexicanos en los Estados Unidos, 11.7 millones son nacidos en México; 13.5 millones más son de la primera generación nacida en Estados Unidos y 12 millones de segunda y sucesivas generaciones. Esa población, para darnos una idea, es mayor que la de Venezuela. Comprender las variaciones en la población de un país ocasionadas por las migraciones es el meollo del asunto. Según la Oficina del Censo de los EE.UU., en publicación del 27 de junio del 2024 “…la población hispana representó casi el 71 % del crecimiento total de la población de los Estados Unidos…se debió principalmente a los nacimientos…creció hasta…superar los 65 millones, un aumento de 1.16 millones (1.8 %) de habitantes con respecto al año anterior…está creciendo…considerablemente más rápido que la población no hispana, principalmente debido al crecimiento natural, o sea, más nacimientos que defunciones… La migración internacional produjo alrededor de un tercio del aumento neto en la población hispana. Un poco más de 437,000 migrantes llegaron al país…La población de raza blanca es el mayor grupo demográfico dentro de la categoría no hispana y el único que perdió población…A pesar de esta disminución natural, la población no hispana creció un poco debido a un aumento neto de más de 700,000 habitantes, originado por la migración internacional…” Son estadísticas que dejan mucho que pensar. La comunidad latina seguirá creciendo y alcanzará unos 119 millones para el año 2060, o sea uno de cada cuatro habitantes.
El aporte conjunto de la población de origen latino ya establecida y el de la inmigración cuyo objetivo es conseguir un trabajo legal es, no solo innegable, sino imprescindible para la economía de los EE.UU., y además indetenible su crecimiento y su influencia.
Jorge Puigbó