Desde las vibrantes calles de Santa Elena en Barquisimeto hasta los concurridos salones de música en Houston, la historia de Simón Ablan es un testimonio de pasión y perseverancia.
Este talentoso chelista venezolano, creció a pasos del Conservatorio de Música Vicente Emilio Sojo, donde la música se convirtió en el hilo conductor de su vida, llevándolo a alcanzar sus sueños en el extranjero.
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Un amor por la música que nació en Barquisimeto
El primer acercamiento de Simón a la música fue casi por casualidad. Creció inmerso en un ambiente musical, con el conservatorio a la vuelta de la esquina, lo que le permitió estar en contacto constante con las melodías.
Aunque no sabía qué instrumento elegir, a los 11 años, Simón descubrió su verdadera vocación: el violonchelo. «Me sentí cómodo, estaba sentado y no tenía que estar soplando ni doblando el cuello», explicó.
Esta elección le abrió las puertas a un mundo de oportunidades, participando en concursos y cursos que lo llevaron a destacar entre los jóvenes talentos.
Simón describe su tiempo en el conservatorio y en la Academia Latinoamericana de Violonchelo como una etapa fundamental. Aunque no recuerda su primer concierto, sí atesora las memorias de los conciertos navideños en Barquisimeto, donde la música se mezclaba con la alegría de la festividad
Bajo la guía de grandes maestros, como el maestro Javier Perazzo, su mentor y amigo, aprendió no solo a perfeccionar su técnica, sino también a dar clases y a enfrentar sus miedos. Más tarde, el maestro Samuel Pérez lo ayudó a reestructurar su técnica y a profundizar en su arte.
Reinventarse en un nuevo país
Después de emigrar a Estados Unidos hace cuatro años, Simón enfrentó el desafío de reconstruir su carrera. «Fue una de las decisiones más difíciles de mi vida», admite.
La situación en Venezuela lo llevó a buscar nuevas oportunidades en el extranjero, dejando atrás su familia y amigos. Sin embargo, gracias al apoyo de un antiguo profesor, comenzó a dar clases y a retomar su carrera musical.
«No sabía que iba a trabajar como chelista, pero poco a poco fui encontrando mi camino».
En Houston, Simón encontró un ambiente que le permite compartir su amor por la música y su cultura venezolana. Trabaja con el Sistema Texas, una fundación que sigue el modelo del maestro José Antonio Abreu, promoviendo la música en las escuelas y fomentando la cultura latinoamericana entre sus alumnos.
«Es gratificante ver cómo los niños se iluminan al tocar. Les enseño no solo técnica, sino también la historia y la pasión detrás de cada nota».
Simón y su conexión con Venezuela
A pesar de la distancia, Simón se esfuerza por mantener viva su conexión con Venezuela. «Extraño la comida, mis amigos y la música que me formó», confiesa. La apertura de un puesto de pepitos en su vecindario ha sido una de las pequeñas alegrías que le recuerda su hogar.
Un mensaje inspirador para los jóvenes músicos venezolanos
Simón Ablan tiene un mensaje claro para los jóvenes músicos venezolanos: «Sigan creyendo y luchando. La música vale la pena, incluso en los momentos difíciles».
Su historia es un testimonio de la perseverancia y la pasión que pueden llevar a un músico a alcanzar sus sueños, sin importar las circunstancias.
«Lo que les puedo prometer es que vale la pena. Cada esfuerzo, cada lágrima, cada risa, todo suma en este hermoso viaje que es la música».
Simón Ablan representa la fuerza y la dedicación de los músicos venezolanos que buscan hacer un impacto en el mundo.
Su historia es un recordatorio de que, a pesar de los desafíos, la música puede ser un puente que une culturas y corazones, y que siempre hay un camino hacia el éxito y la realización personal.
Alejandra García / Pasante


