En Barquisimeto, los tramos visibles de la ciudad exhiben un asfaltado de mejoras superficiales, mientras que sectores esenciales como la Zona Industrial I enfrentan una realidad marcada por el abandono, el desgaste extremo y la negligencia prolongada.
Huecos, hundimientos y troneras que superan los cinco años sin atención oficial son hoy un testimonio doloroso del olvido gubernamental, donde los planes de recuperación vial no llegan o se aplican con criterios que siguen sin ser claros.
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El asfalto solo cubre las fachadas
La contradicción es evidente. A medida que se celebran cifras millonarias en toneladas de asfalto colocadas en avenidas principales, las calles secundarias y adyacentes permanecen invisibles para las cuadrillas oficiales.
Las vías internas de la Zona Industrial I muestran un deterioro estructural que compromete el tránsito diario de vehículos de carga pesada, entre ellos gandolas y camiones destinados al transporte de alimentos y materias primas.
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Cada hueco, cada capa de tierra que sustituye al pavimento perdido, representa no solo un riesgo para la movilidad, sino también un obstáculo económico para las operaciones de las empresas que dependen de este sector vital.

Cuando cae la noche, aumenta el peligro
La situación se vuelve aún más crítica al caer el sol. La falta de iluminación y el deterioro de la carpeta asfáltica crean condiciones extremadamente peligrosas para los conductores, quienes deben enfrentar tramos donde la vía ha sido sustituida por una mezcla de piedras, tierra y vegetación silvestre.
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El crecimiento de maleza en lo que alguna vez fueron arterias vehiculares activas refleja no solo el paso del tiempo, sino la falta total de mantenimiento. En estas condiciones, un simple traslado puede transformarse en una experiencia riesgosa para vehículos, pasajeros y peatones.

Un problema que no es coyuntural
A diferencia de lo que pudieran sugerir discursos institucionales ligados a eventos electorales o planes estacionales, la crisis del asfaltado en Barquisimeto no es nueva ni ocasional.
Se trata de una problemática estructural, sostenida por años de omisiones, donde los sectores más críticos no han sido abordados con soluciones integrales, sino ignorados o maquillados en zonas de alta visibilidad.
La existencia de troneras de más de cinco años sin intervención alguna desmiente cualquier narrativa de avance sostenido.
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Daños que van más allá del pavimento
Los efectos de este deterioro trascienden lo vial. Transportistas han reportado daños frecuentes a sus unidades por el impacto constante con baches profundos y desniveles peligrosos, lo cual repercute en altos costos de mantenimiento y pérdida de productividad.
Además, la acumulación de agua en algunos de estos huecos tras las lluvias convierte a estas zonas en focos de malos olores y potenciales criaderos de vectores de enfermedades, afectando también la salud pública.
Un clamor que se alza desde el polvo
La comunidad empresarial y los trabajadores del sector industrial han manifestado reiteradamente su preocupación por la falta de atención en estas calles que, aunque no sean de tránsito masivo, representan el pulmón logístico de Barquisimeto.
La inacción oficial frente a estas realidades ha obligado a muchos a adoptar soluciones improvisadas: desvíos internos, reducción de frecuencia de despacho y hasta el relleno de huecos con escombros o concreto artesanal.
La urgencia de un enfoque estructural y no cosmético
La recuperación vial de Barquisimeto exige más que campañas esporádicas o cifras maquilladas. Se requiere un diagnóstico real, profundo y transparente que incluya las calles secundarias, las zonas industriales y los espacios que históricamente han sido relegados del presupuesto y la planificación urbana.
De lo contrario, las inversiones actuales no serán más que curitas sobre una herida que, con cada lluvia y cada frenazo, se sigue abriendo.
Barquisimeto no necesita más promesas: necesita calles transitables y una visión de ciudad que incluya a todos sus sectores, no solo a los más visibles. Porque una ciudad no se mide solo por sus avenidas pintadas, sino por la dignidad de cada calle que la conecta.