#OPINIÓN Carta abierta al Dr. Asdrúbal Aguiar #7Jul

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Barquisimeto, 6 de julio de 2025

Mi dilecto amigo, doctor Asdrúbal Aguiar.

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He tenido el deleite, tan infrecuente en tiempos de abundosa desinformación, posverdad y charlatanería “social” en las redes, tiempos en los que se lastiman tanto el sentido exacto del análisis, de la opinión, como proyección del pensamiento; he tenido el gusto, digo, de escuchar su discurso, esto es, su memoriosa y memorable pieza oratoria, en ocasión de haberse recordado el aniversario número 214 del 5 de Julio de 1811.

La suya, y qué otra cosa podría esperarse, es una vibrante, lúcida y hermosa rememoración del compromiso ancestral, seminal dice usted, de Libertad y ciudadanía, valga decir, de civilidad, que, dictado por los padres de nuestra nacionalidad y una entrecortada sucesión de humanistas, a ratos, como ahora, en coyuntura tan incierta y deplorable, yace adormecido en nuestra conciencia republicana, y solo voces esclarecidas y autorizadas como la suya logran el urgente milagro de despertar.

Les he dicho a varios amigos hoy, a propósito del comentario que hacen brotar sus palabras, que figura usted en un recogido puñado de prominentes contemporáneos, cuya vida pública no discrepa de la que guardan tras los velos de la intimidad. Bajo los reflectores sigue siendo el mismo hombre prudente, honesto y reflexivo, que se observa en los términos del coto privado. Ajeno le ha sido, antes y después, ese espectáculo deprimente del agente político presto a subastar su arruinado prestigio, a costa de complacer cuanto indecible desmán se le antoje al opresor.

Además, y esto es tan trascendente como lo anterior, su dilatada hoja de servicio a la nación, sin mancha hasta hoy, no se reduce al ejercicio intelectual, ni al académico, de suyo inestimables, ni es tampoco su vocación de escudriñar en el pasado ni su alerta heráldica, de cara al futuro, un mero regodeo retórico, un divertimento vanidoso. ¡A fe nuestra que no!

Fue llamado a asumir delicadas responsabilidades oficiales y supo desempeñarlas con brillo. Ninguna sombra, ninguna sospecha, arrojó su paso por la azarosa administración pública. Eso, cabe subrayarlo, no es poca cosa, menos aun en tiempos como los que corren, no sabemos hacia dónde, tan fecundos en medianías engreídas y apostasías entronizadas por el uso de la fuerza y la picardía.

Le extiendo, doctor Aguiar, en mi nombre y en el de tantos otros compatriotas que sin lugar a dudas se verán reflejados en el espíritu de estas líneas, mi modesta muestra de aprecio y admiración. Un aprecio y una admiración que su pulcro gesto cívico, su hondo sentimiento venezolanista y su ejemplar estatura moral, han reafirmado.

Honrado por su amistad, queda de Ud.,

José Ángel Ocanto

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