#OPINIÓN La educación es la piedra angular #20Jul

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En los pasillos de la Universidad Central de Venezuela, retumba un lamento que no es nuevo, pero que hoy se siente con la fuerza de la verdad desnuda. José Gregorio Alfonso, presidente de la Asociación de Profesores de esta emblemática casa de estudios, ha levantado su voz para confesar una tragedia que no podemos ignorar: en los últimos años, cerca del 50% de los docentes han abandonado las aulas, asfixiados por salarios de miseria que no alcanzan ni para sobrevivir. No es una renuncia cualquiera; es un éxodo forzado, un desangre silencioso de la mente y el alma de una nación.  Esa dramática confesión del profesor Alfonso, recoge la deplorable situación del sistema educativo del país, en esas frases describe las penurias de todas las casas de estudios superiores, de pedagógicos, politécnicos e institutos Universitarios, tampoco escapan a ese deterioro creciente, las escuelas de todos los pueblos y ciudades venezolanas.

La educación, esa piedra angular que debería sostener el futuro de Venezuela, se desmorona bajo el peso de la indiferencia y el abandono. Los profesores no piden privilegios, no reclaman lujos; exigen lo elemental, lo justo: una remuneración que les permita vivir con dignidad, que les devuelva la esperanza de enseñar sin el tormento del hambre o la precariedad. Pero su clamor cae en oídos sordos, mientras el gobierno de Nicolás Maduro despilfarra millones en fusiles rusos, drones iraníes y una nómina inflada de policías, colectivos armados y generales que superan en número a los de la OTAN. ¿Qué país puede sobrevivir cuando prioriza la represión sobre la formación de sus ciudadanos?  

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Las aulas, otrora templos del saber, hoy son testigos mudos del deterioro. Las instalaciones de escuelas, universidades y pedagógicos se caen a pedazos, reflejo de un sistema educativo que agoniza. La inseguridad acecha, el ausentismo crece: niños y jóvenes que no asisten a clases porque el hambre los doblega, porque no tienen zapatos, uniformes ni útiles escolares. Cada pupitre vacío es un sueño roto, una oportunidad perdida, un futuro hipotecado.  Esta vergüenza sucede en tiempos en los que nuestra nación ha recibido un torrente de petrodólares como nunca antes y lo que observamos con indignación es un “salto atrás”, un retroceso injustificable. 

Permítanme hablarles de la Escuela Vicente Peña, en la que curse mis estudios de primaria en San Juan de Los Morros, estado Guárico. Allí nuestras educadoras eran una referencia positiva para todos. Desde mi inolvidable maestra Matilde, hasta Zulme, Lucila, Luisa Aida, la profesora Barragán y la Directora Regina Yacker. Luego ingrese al bachillerato en el Liceo Juan German Roscio en el que mis profesores, como Eduardo Crespo Peraza, los hermanos Alcalá, Gonzalez Ripoll, Manuel Rincones, Jesús Palmar Lara, Peña Bouchard, las hermanas Flores, Sonia Martínez, el padre Requena, mi profesor de Historia Contemporánea Eufrasio García o el de matemáticas Manuel Santaella, siempre estaban bien vestidos, tenían carro, casa propia, y una notable preparación académica. Además la planta física de esas instituciones siempre estaban sometidas a programas de mantenimiento. ¿Todo el tiempo pasado es mejor? ¡Definitivamente no! Ocurre que en esta era de los avances tecnológicos, con miles de profesionales consagrados a la docencia, formados en excelentes centros de estudios y un tiempo en el que llegamos a amasar ingentes proventos económicos, el gobierno imperante ha malbaratado las oportunidades y colapsado un sistema educativo vital para poder salir airosos de los desafíos que nos plantea el presente de cara al futuro. Algo muy grave, estamos rezagados en materia del uso de la ciencia y la tecnología.

Mientras tanto, el gobierno sigue su danza macabra: invierte en armas, en control y represión; en fomento del miedo, pero no en esperanza. Cada docente que abandona, cada estudiante que no regresa, es una herida abierta en el corazón de Venezuela. La educación no es un lujo; es el cimiento de una nación libre, próspera y justa. Sin ella, no hay futuro.  

Es hora de alzar la voz, de exigir que se restituya la dignidad de nuestros educadores, que se reconstruyan las escuelas, que se devuelva la luz a las aulas. No podemos permitir que la piedra angular de nuestra sociedad se fracture hasta convertirse en polvo. Porque si la educación muere, muere Venezuela. Y eso, jamás lo permitiremos. La verdad es que la piedra de tranca es esta dictadura, saliendo de ese obstáculo se iniciara el gobierno de transición con María Corina y Edmundo Gonzalez a la cabeza y será una realidad todo el proyecto ensamblado en el Plan Tierra de Gracia. 

Antonio Ledezma 

AntonioLedezma.net

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