Desde su rabia e impotencia un hombre le gritaba a los Guardias Nacionales que le lanzaban bombas lacrimógenas al grupo dentro del cual protestaba, en el Puente Macuto de Barquisimeto:”Somos pueblo, no somos oligarcas, tenemos hambre, de la calle no nos moverán”.
Esta imagen repetida mil veces a lo largo y ancho del territorio venezolano expresa con claridad absoluta el sentimiento colectivo que sirve de motor a esas manifestaciones impresionantes y cotidianas que sacuden a la opinión pública nacional e internacional.
Las escenas de millares de humildes ciudadanos haciendo colas gigantescas para comprar uno o dos kilos de maíz o arroz dieron paso a multitudes embravecidas reclamando a pecho descubierto las penurias mortales causadas por un sueño que un día defendieron y celebraron y hoy les confina a una miseria atroz donde la única esperanza es la fuga hacia otros países.
Allí, en las turbulencias de esa marejada social indetenible se solapan y fusionan los gritos del hambre con los gritos de libertad, allí en mitad de la calle se cohesionan los estudiantes, las amas de casas, los pobres que siempre lo fueron y los nuevos pobres que antes eran clase media, atados por el hilo de la supervivencia frente a un gobierno depredador que festeja con bailes y mentiras la muerte y la violencia que se ha convertido en piel sangrada del holocausto cotidiano.
El Presidente clama por un Dialogo que nadie quiere, no tanto por representar un suicidio político, sino porque aquí todo el mundo se juega a Rosalinda y ya los dados están tirados sobre la resignación definitiva o el cambio total que nos retorne a la Democracia. No es fácil ni para la unidad opositora, ni para factores tradicionales de poder como la iglesia, gremios profesionales y sindicales, conducir un proceso como este donde la fuerza no está en la convocatoria y las proclamas sino en un sentimiento masificado de protesta motorizado por el hambre y las necesidades.
Lo ideal es que todo este marasmo civil nos conduzca a elecciones para que esta marcha del voto que ha transitado el pueblo venezolano llegue a su término sin más sangre derramada. Pero la furia de la calle no la calmaría un llamado circunscrito a elecciones regionales, al gobierno extremar su resistencia a ellas lo que logró fue una mayor radicalización de la protesta y lo que hubiese sido una baza a jugar hace apenas cuatro o cinco semanas, actualmente seria una impropuesta que arrollaría drásticamente a quienes la acepten.
En estos días Venezuela está escribiendo su nueva Historia, con sangre sobre el suelo como en su destino aciago, con coraje temerario como es su conducta legendaria, con esperanza mística como es la inspiración religiosa que siempre lo anima y con una determinación absoluta que es su garantía para superar los descalabros fatídicos que les deja el regreso de sus fantasías caudillistas.
Sigamos adelante. Muy clara es la consigna. Elecciones Generales con un nuevo CNE. Restitución absoluta de las facultades de la Asamblea Nacional. Liberación de Presos Políticos. Anular inhabilitaciones. Abrir canales de ayuda humanitaria. No tenemos armas pero Dios está con nosotros. Digamos [email protected]