Arquidiocesana: Las tentaciones de siempre

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En el Evangelio de hoy, aparecen las tentaciones de todos los tiempos, veamos “Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”.

La primera tentación es rechazada por Cristo, aludiendo a un texto del Deuteronomio 8,3 que expresa “te hizo pasar necesidades, te hizo pasar hambre y te dio a conocer maná que ni tú ni tus padres habían conocido, para mostrarte que no solo de pan vive el hombre, sino que todo lo que sale de la boca de Dios es vida para el hombre”.

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Este texto quiere inculcar al israelita, la gratitud a Dios, por los beneficios que de El había recibido, entre los que enumera el maná del desierto. Pero se da la siguiente analogía, si la vida corporal se sustentó con el maná, gracias al mandato de la omnipotencia de Dios, falta también otra vida espiritual que es preciso vivir, en la lealtad a sus leyes y mandatos aceptando su Palabra.

En esta perspectiva, no tendrá sentido el secularismo “que por su misma naturaleza y definición es un movimiento de ideas, costumbres, defensor de un humanismo que hace total abstracción de Dios, y que se concentra totalmente en el culto del hacer y del producir, a la vez que embriagado por el consumo y el placer… o sea que el hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre” (Reconciliación y Penitencia. 18)

Indiscutiblemente necesitamos de las cosas materiales, pero como un medio existencial, sin negar, sino por el contrario integrando la espiritualidad con sus valores trascendentales.

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Junto a la vida más allá de la materia y del tiempo, porque lo que no tendría sentido para nosotros creyentes, es pensar que todo lo que existe es materia, que el mundo es por su misma naturaleza, un ser necesariamente material y que es mitológico el pensar que existen seres espirituales, tales como Dios, el alma, la vida sobrenatural, y que sólo la materia, aquello que puede ser medido, palpado, es la única realidad existente. Correríamos el peligro de que “un secularismo ateo, se nos prolongue todos los días, bajo las formas más distintas, una civilización del consumo, el hedonismo erigido en valor supremo, una voluntad de poder y de dominio, de discriminaciones de todo género: Constituyen otras tantas indicaciones inhumanas de este humanismo” (En 55).

Por ello aceptando la materialidad y la temporalidad no podemos absolutizarlas, por cuanto somos también espíritu, y es lo que Cristo nos recuerda diciéndonos: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra, que sale de la boca de Dios”.

Nuevamente el tentador insiste “si eres el Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito. Encargará a los Ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”

Jesús, no cae en el engaño. El manifiesta que Dios, expresa su poder, también en el hecho milagroso, pero que el milagro no está al servicio de la temeridad y menos de la indolencia y comodidad. Arrojarse caprichosamente, por soberbia, es la tentación de la vanidad, del aparecer, sin ser. Es pretender vivir de apariencias, truquitos y parapetos, hacer teatro, creer que todo es sólo imaginería, pantallerismo, pura espuma, pero vacíos por dentro. Es una especie de fariseísmo, que busca impresionar, engañar, en el fondo, es un buscarse a si mismo, sin querer ser útil o servir, se desea hacer aparecer como verdad la mentira, y la mentira como verdad. No se anhela la gloria de Dios, ni el bien del prójimo, sino satisfacer el amor propio, el egoísmo.

Es más, es la actitud del que trata de manipular a Dios y a la Religión, a favor de sus intereses, y se cree que no somos nosotros los que debemos realizar el plan de Dios, sino que es Dios quien debe someterse a nuestros propios planes. De esta suerte no es Dios quien nos crea, sino que somos nosotros quienes creamos a Dios, a nuestro capricho, tal como nos interesa y no nos incomode. Por eso Cristo nos alerta, diciendo: “No tentaras al Señor tu Dios, “Insiste el tentador”. “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. Es la tentación de la idolatría, que es la adoración de las criaturas racionales o no, en abierta infidelidad a Dios.

Es adorar la riqueza, la codicia, desconociendo a Dios, negando en la práctica su existencia, y su soberanía. Es vivir de espaldas a la ética. Viene a ser la adoración del tener, como poder despótico e inhumano, es la adoración y sumisión a la esclavitud de los vicios. Por eso Cristo, para liberarnos de dicha idolatría, nos dice: “Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto”.

Así pues recordemos que somos débiles, pero que con la ayuda de Dios, desde una fe sincera y práctica, podremos, como proceso de vida, luchar contra las tentaciones como abuso del tener, del poder y del aparecer.

En fin estas son las tentaciones de siempre.

La Cuaresma y la esperanza

VATICANO, 01 Mar. 17 / (ACI).- Con motivo del inicio de la Cuaresma, el Papa Francisco explico su significado y recordar el paso del pueblo de Israel por el desierto antes de llegar a la Tierra prometida.

“La Cuaresma vive de esta dinámica: Cristo nos precede con su éxodo, y nosotros atravesamos el desierto gracias a Él y detrás de Él. Él es tentado por nosotros, y ha vencido al Tentador por nosotros, pero también nosotros debemos con Él afrontar las tentaciones y superarlas”.

…la Cuaresma ha sido instituida en la Iglesia como tiempo de preparación para la Pascua, y por lo tanto, todo el sentido de este periodo de cuarenta días es iluminado por el misterio pascual hacia el cual está orientado. Podemos imaginar al Señor Resucitado que nos llama a salir de nuestras tinieblas, y nosotros nos ponemos en camino hacia Él, que es la Luz. Y la Cuaresma es un camino hacia Jesús Resucitado. La Cuaresma es un periodo de penitencia, también de mortificación, pero no un fin en sí mismo, sino finalizado a hacernos resurgir con Cristo, a renovar nuestra identidad bautismal, es decir, a renacer nuevamente “desde lo alto”, desde el amor de Dios (Cfr. Jn 3,3). Por esto es que la Cuaresma es, por su naturaleza, tiempo de esperanza.

…Con el corazón abierto a este horizonte, entramos hoy en la Cuaresma. Sintiéndonos parte del pueblo santo de Dios, iniciamos con alegría hoy este camino de esperanza.

Evangelio

Mateo (4,1-11): En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes». Pero él le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”». Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”». Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”». De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras». Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían. Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

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