Desde mi ventana: Songo le dio a Borondongo

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No sé si las nuevas generaciones reconocen una canción popularizada e interpretada con gran éxito por Celia Cruz, cuya letra comienza así: Songo le dio a Borondongo; Borondongo le dio a Bernabé; Bernarbé le pegó a Muchilanga, le echó a Burundanga y les hinchan los pies.

La canción habla de una cadena interminable de agresiones, donde alguien le pega a alguien y este alguien le pega a otro y el otro a otro, y así y así y así, justificándose porque el anterior agredió primero, tras aplicar la práctica irracional de Yo no me voy a quedar atrás.

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En estos días complejos y difíciles para quienes vivimos en Venezuela, el substrato de esta canción parece regir las relaciones interpersonales. El peatón agrede al motorizado y éste cobra la afrenta a los buses y los buses a su vez pasan factura a los automóviles y éstos a los peatones y vuelta a una rueda infinita que convierte la calle en un horror.

Para entrar y salir de la buseta María recibe empujones. Songos dándole a Borondongos. Madrugó para llegar temprano y obtener los primeros números de una cola para alimentos, hoy le corresponde según su cédula. Sin desayuno aún, ya se le ha agriado el temperamento. Se detiene a tomarse un guayoyito y cuando paga, el buhonero del termo le tira los billetes a la cara (son de baja denominación) y le grita: ¡Esos billetes no sirven! María los recoge del piso, registra su monedero y le tira otro billete, no sin antes brindarle una despedida con el puño levantado y unas cuantas palabrotas. Borondongos dándole a los Bernabés.

Ya en la cola, la colean dos jóvenes de mal aspecto. Les reclama, aupada por otros integrantes de la fila, y recibe con una seña la información de una pistola escondida en el pantalón de uno de ellos. Traga grueso, se resigna y su estómago acusa la acidez del incidente. Al fin llega a los predios del Abasto y un soldadito sudoroso y cansado, cierra la puerta e informa con desgano a los coleadores, coleados y colahabientes: “Se acabó todo, el aceite, el azúcar y la harina”.

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-Déjame pasar -le solicita María- yo voy a comprar otra cosa.

Ella no es la única de los Bernarbés que ya tienen seis horas llevando sol y lepe. Se arma la trunca frente al Abasto. Gritos, reclamos y vuelta a los empujones. El chino se asoma temeroso por una rendija más delgada que sus ojos. La Santamaría comienza a ceder por la fuerza del tumulto. Los insultos vuelan por el aire.

-¡Chino, ladrón! ¿Dónde tienes la comida escondida?

Los Bernarbés atacan sin piedad al Muchilanga. Varios uniformados logran aplacar la algarabía. Van pasando de diez en diez. Algunos salen con las manos vacías, otros con los bolsillos igualmente vacíos y unas bolsas con lo que pudieron encontrar. María hace el día con un paquete de pañales y dos jabones que venderá o cambiará en el barrio por comida. En la esquina se detiene para ver una vidriera y en un santiamén le arrebatan las bolsas. Persigue al jovencito y logra tumbarlo. Un grupo de Muchilangas toma justicia por sus propias manos y llena de improperios y patadas al Burundanga que yace en posición fetal.

Yo no sé si Songo, Borondongo, Bernabé y Muchilanga (los de la canción) estaban conscientes de las consecuencias de la revancha y la retaliación muy a pesar del petitorio que sale de la voz de la Negra del Azúúúúcar: Abambalé practica el amor. Defiende a tus hermanos. Porque entre hermanos se vive mejor

María ha sobrevivido un día más en la jungla urbana a pesar de sus pies hinchados. Esta vez decide tomar un bus, le llevará más tiempo; sin embargo, no recibirá empujones. Arriba a su casa como si hubiera corrido un maratón, pero el descanso debe esperar.
-¡Está llegando el agua! –le advierte su hija.

Corren a buscar los tobos. Hoy es su día de suerte. El agua desapareció de las cañerías desde hace una semana. Le duele la cabeza. ¿Será la tensión? Desde hace un mes rinde la pastilla del antihipertensivo (le queda solo una cajita) alternándola con un diente de ajo y con media cucharadita de esencia de vainilla, tratamiento recomendado por un vecino. Enciende la radio para distraerse y el dial cae en el noticiero de la tarde. Songos y Borondongos espuelan sus palabras a ver quién grita más y quién insulta mejor.

La misma cosa. El mismo estilo. El país parece haberse convertido en un ring de boxeo o acaso de lucha libre. Lo de la calle es simplemente una imitación de quienes llevan las riendas. Cambia la estación. Celia Cruz canta La vida es un carnaval. María sonríe con un dejo de tristeza.

Todo aquel que piense que la vida es desigual tiene que saber que no es así, que la vida es una hermosura. Hay que vivirla.Todo aquel que piense que está solo y que está mal tiene que saber que no es así, que en la vida no hay nadie solo, siempre hay alguien. ¡Ay! No hay que llorar. No hay que llorar. Que la vida es un carnaval. Que es más bello vivir cantando ¡Ay! No hay que llorar. Que la vida es un carnaval y las penas se van cantando.

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