No cargar muerto ajeno

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El afán del régimen por colocar el tema económico a la cabeza de una agenda de diálogo no refleja interés humanitario alguno: Busca respaldo legislativo para agenciar nuevas vendas al destartalado experimento denominado “socialismo del siglo 21”

El régimen fracasará en este intento, así su esfuerzo cuente con la bendición del Santo Padre, seguramente inspirado en razones humanitarias para redimir un bienestar que el propio régimen se encarga de destrozar a cada paso.

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Fracasarán, porque el problema esencial de Venezuela no se resuelve con pañitos calientes humanitarios que suministren un poquito de oxígeno al régimen agonizante.

La auténtica reflotación de la economía venezolana hoy requiere unos U$ 50 mil millones, que no están en “standby” en los mercados globales, apenas esperando para venir al veloz rescate de Venezuela.

Fracasarán, pues ningún prestamista en su sano juicio –incluso chinos y rusos– suministra dinero fresco a un régimen que no ofrezca el sólido aval de auténtica aprobación legislativa: En el exterior de poco sirven de garantía los fallos extemporáneos de una judicatura altamente cuestionada.

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Fracasarán, porque aun si existiese un insensato respaldo legislativo, sustentado en el chantaje moral o presionado por las privaciones generales, la comunidad internacional ya está demasiado escaldada, harta de la reiterada irresponsabilidad de las políticas paternalistas de Venezuela, y exigirá pruebas tangibles de viabilidad económica, buena fe y seriedad.

Que el buen corazón del Sumo Pontífice y de algunos opositores al régimen no se llamen a engaño: El verdadero rescate humanitario jamás vendrá sin el repudio explícito de políticas universalmente fracasadas. Cualquier aporte material bajo las actuales condiciones será tirar buen dinero al despeñadero.

El tema humanitario que hoy tantos demócratas invocan silencia que toda acción –aún de importantes segmentos de la población– tiene sus consecuencias y precio.

Venezuela hoy tiene que hacer mucho para lograr un dramático rescate de su credibilidad perdida y el olvido de sus imprudencias políticas y económicas de hoy y de ayer.

La opción democrática jamás debe mezclar principios económicos con pretextos “humanitarios”, ni compartir el costo político de una guerra económica que el neocomunismo lleva años infligiendo al pueblo venezolano.
El orden de los factores si altera el producto, y la redención social de Venezuela pasa primero por un doloroso ajuste económico con alto precio político: Ese muerto lo deben cargar completico los verdaderos artífices de la catástrofe.

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