#Opinión: Pthirus pubis Por: Rafael Rodríguez Parra

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La Biblia, nuestro libro sagrado, refiere que Satanás sometió a Job a un sinfín de calamidades; ello con el único propósito de hacer ver que no las soportaría y que, por ende, culminaría renegando de su fe. Es así como le arrebata una enorme fortuna y le sume en extrema pobreza, al par que le hace padecer graves enfermedades, la dolorosa muerte de diez hijos y el abandono y repudio de la esposa.
Sin embargo, el Diablo no ganó la apuesta. El profeta toleró las pruebas con tanta humildad y entrega a Dios, que aún se le venera como el más claro ejemplo en la historia de lo que conocemos como santidad, integridad y paciencia.
Ahora bien, aunque parezca una herejía, en estos últimos trece años y ocho meses muchos venezolanos coincidimos en creer que hemos estado muy cerca de Job. Y no por santidad, precisamente, sino porque también nos ha tocado sufrir castigos extremadamente duros. En efecto, la mano criminal del hampa ha asesinado vilmente a casi 190 mil compatriotas, sumiéndonos en una situación de inseguridad sin precedentes en el mundo.
Al mismo tiempo, nos ha castigado con la más alta inflación del hemisferio y con una brutal desmejora en los servicios públicos, en especial en materia de energía eléctrica, regresándonos así a etapas de un subdesarrollo infamante y vergonzoso, que, en tiempos de democracia, considerábamos absolutamente superadas.
A esos males se suman la corrupción, el abuso de poder, y un ejercicio de gobierno totalitario y dictatorial que, cada vez más nos conculca la justicia y la libertad, todo ocurriendo al unísono y sin tregua alguna.
Para guinda de la torta, también hemos tenido que calarnos al más populista y lenguaraz  presidente de la historia, tan adicto al poder que -por conservarlo- es capaz de apelar a cualquier recurso: cantar, llorar, sobar viejitas, besar niños, ofrecer villas y castillos, y, en fin, venderse como el Tamakún del Siglo XXI, un célebre personaje de las radio-novelas cubanas, cuyo lema era el siguiente: / Donde el dolor desgarre… / donde el peligro amenace… / donde la miseria oprima… / allí estará Tamakún, / el Vengador Errante.
Tan cierto es lo que decimos que, al comprobar cómo su popularidad se vino a pique, insólitamente echó mano hasta del cáncer, usándolo para generar lastima y pescar incautos. Sí… así como lo leen… transformó el cáncer en la estrella de un reality show, en una entidad con vida y fisonomía propias, presentada y manoseada en cadenas de radio y televisión cual moderno Topo Gigio, aquel tierno ratoncito italiano que cautivó a los televidentes de las décadas del 60 y 70 del pasado siglo.
Ese mismo proceder trajo a mi memoria un viejo chiste, que de seguidas contaré, no sin antes presentar excusas a los lectores que puedan molestarse con su contenido. Pues bien, se cuenta que un mozuelo quería convencer a sus amigos de haber llegado a la madurez sexual, y, para ello, nada más grafico que pescar y exhibir un “phtirus púbis”, un minúsculo insecto, que suele alojarse en la región pubiana y genera una desesperante piquiña.
Entonces, frecuentó noche tras noche a una meretriz, hasta que –al fin- logró su cometido. Inmediatamente llevó el piojito al microscopio, poniéndolo de frente, de espalda, de lado, de pie, de cabeza, de barriga, de rodillas, parado, acostado, sentado…
Se dice que al certificar que se trataba de un “phtirus pubis”, o de una ladilla -como mejor se le conoce en el vulgo- la lanzó eufórico al aire, la volvió a atrapar, la bajó y, luego, se la colocó en pies, piernas, brazos, axilas, nariz, labios, cejas, ojos, cabello…
El chiste concluye refiriendo que cuando se pasó el animalito por los oídos, éste, con voz cansada y apenas audible, aprovechó para decirle así: “¡Caaaarajo muchacho! Por fin…¿quién es la ladilla? ¿tú o yo?”
Y ésta debe ser la misma pregunta que se formula diariamente el cáncer presidencial en este país de comiquitas y locuras: ¿Quién es el cáncer Hugo… tú o yo?

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