Reflexiones en positivo – Historia real de varios campesinos

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A finales de octubre hice un recorrido por varios campos donde siempre se ha vivido de la agricultura y la cría, donde todos con la bendición de Dios han criados a sus hijos y nietos y los han estimulado a seguir sus tradiciones en la producción de alimentos, sin engañar, ni mentir, ni hacer trampas a la gente, creándoles falsas ilusiones, lo cual es un pecado mortal.

El problema que vi en estos recorridos es que los campesinos hoy están bien informados y culpan a los políticos por las promesas incumplidas; están decepcionados, deprimidos, con cara y voz de tristeza, según ellos por no sentirse representados sino engañados. Están renuentes a seguir escuchando discursos que hace décadas no aciertan ni dan pie con bola. Oí con mucha atención a familias que por naturaleza son educados y respetuosos, hoy en día no tienen la voz pausada y educada como habían sido formados, así será su molestia que los ha marcado, que por diez palabras que pronuncian siete son palabrotas que jamás había escuchado de ellos.

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Es tan grande su disgusto que sus movimientos y gestos no son iguales, son de indignación, rabia y frustración difícil de ocultar y que merecen un análisis de un siquiatra o psicólogo; yo lo que hice fue darles un mensaje en positivo para brindarles una esperanza pero de nada valió, porque las respuestas de los más allegados fue: «Epa, pariente tú como estas enchufado». No encontré repuesta porque jamás he tenido experiencias ni de enchufado ni de enroscado. Después de largas conversaciones adaptándome a su lenguaje que bien lo conozco no me quedó más que compadecerlos y sumarme a ellos después de oírles; saben en su hogares habitaban mínimo seis u ocho personas, hoy solo quedan los dos viejos, el bordón de la familia o el sute que es el hijo mayor o el hijo menor de la familia y estos son los más consentidos, cosas y costumbre de nuestros padres campesinos.

Conocemos las razones para que estas nobles personas estén tan amargadas, tristes y protestatarias, pero como no somos multiplicadores del desastre siempre debemos llevar el mensaje de paz donde la desesperanza no nos arrope. Antes, en esos hogares por lo humilde que eran siempre fueron como un remanso de paz, digno de admirar e imitar. En varios hogares pregunte: ¿Dónde están sus hijos fulano tal y todos los demás?, la respuesta fue: «Pues como ves, esta soledad y la pobreza de hoy los ahuyentó, los bueyes con que labrábamos las tierras nos los robó la delincuencia; eran para trabajar y producir alimentos. El campo no es el mismo, ese tractorcito y ese jeepcito se han dañado y hoy todo esta tan difícil que para adquirirlos nuevamente necesitaría 40.000 veces lo que me costó, ya tú ves debo estar contento después de tanta lucha y unión familiar.

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