Planteamientos – El progresismo como ideología política

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“A confesión de partes, relevo de pruebas”, suele argumentarse en el ámbito del litigio jurídico. Los asesores del candidato de la oposición han expresado abiertamente que la idea del progreso es un aspecto clave en el discurso y en la propuesta que están haciendo al electorado. Por lo demás, nada nuevo en estas lides, como tampoco la tendencia a banalizar el tema y a despachar el análisis sin entrar al fondo del problema.
Se acude a un recurso decimonónico que está estrechamente vinculado a las reflexiones sobre el propio devenir de la humanidad que desde hace siglos se plantean autores diversos: filósofos, teólogos, literatos, historiadores, entre otros; en primer lugar; y en segundo lugar, a la génesis de la denominada modernidad, contándose junto con el orden, la libertad, la igualdad, el bienestar general, la justicia social, como valor fundante del Estado Liberal.
A comienzos de la década del noventa, Robert Nisbet, en un denso estudio de 438 páginas titulado “Historia de la Idea del Progreso”, entre otras consideraciones, plantea que la idea de progreso se sustenta en cinco (5) premisas básicas, a saber: 1. La fe en el valor del pasado; 2. La convicción de que la civilización occidental es noble y superior a las otras. 3. La aceptación del valor del crecimiento económico y los adelantos tecnológicos. 4. La fe en la razón y en el conocimiento científico, y 5. La fe en la importancia intrínseca, en el valor inefable de la vida en el universo.
También, el criterio de Fayerabend es compartido por muchos. Afirmó, que si durante la Edad Media el poder político lo sustentó la malla de la religión, durante la modernidad el poder político lo encarna la idea liberal del progreso ilimitado, ad infinitum, una nueva fe, esta vez con argumentos racionales. Lo asoció con el surgimiento de una “Nueva Iglesia Universal”, para darle el sentido de la época anterior.
En un contexto en el cual se iniciaba el cuestionamiento a los grandes meta- relatos desde la perspectiva de la postmodernidad, cuando se discuten los resultados del proyecto moderno en términos de su impacto global sobre la sociedad, luego de contrastar la realidad en América Latina y el continente africano, el Papa Pablo VI publica la Encíclica “Populorum Progressio”, todo un compendio de la idea del progresismo en boga.
Entre las propuestas que ensaya el poder hegemónico para tratar de aliviar las penurias de los países subdesarrollados aparece la Alianza para el Progreso, implementada en América Latina y en nuestro país, particularmente en momentos en los cuales se iniciaba el tránsito de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, al periodo de reinstauración de la democracia. Se reforzaba así, una práctica permanente en el ideario político venezolano a través de la historia.
El “Nuevo Ideal Nacional”, fue concebido como “el faro filosófico” que orientaría la acción de un gobierno que garantizaba el orden para el desarrollo del progreso, en palabras del propio Pérez Jiménez. Igual que en los tiempos de Juan Vicente Gómez, cuyos asesores políticos acuñaron el lema de “Paz, Unión, Trabajo y Progreso”, asociado al postulado del Buen Gobierno, a objeto de que los ciudadanos vieran en el Dictador, la encarnación de la idea del progreso. Tal como ocurrió, en el caso de Guzmán Blanco, en cuya gestión de gobierno se ofreció al país un Proyecto Modernizador soportado en la idea de Paz y Progreso.
Cuando los estrategas de la campaña electoral de Henrique Capriles Radonski afirman que “la gente quiere paz, progreso y bienestar”, la pregunta de rigor es: ¿Cuál es la diferencia?
En la tradición marxista, las ideologías se definen como “sistemas de representación compuestos por conceptos, ideas, mitos o imágenes con los cuales hombres y mujeres viven sus relaciones imaginarias con respecto a las condiciones de reales de existencia” (Stuart Hall, dixit).
Una apreciación general sugiere que el carácter discursivo del progresismo como ideología política, en tanto sistema de representación, aun cuando responde a contextos históricos diferentes, en el fondo constituye un modo de legitimar el poder, ya se trate de un sistema totalitario o de un sistema democrático.

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