¿Qué pasará en Paraguay?

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Planteamientos
Lo que acaba de ocurrir en el país sureño, pese a que resulte extraño para muchos, sobre todo por la rapidez con la cual se precipitaron los acontecimientos, forma parte del escenario global o tablero de ajedrez político – para efectos de precisar algunas consideraciones – en el cual se mueve la realidad latinoamericana, ya entrado el siglo XXI.
No es el primero ni tampoco será el último “golpe de estado institucional”, que se perpetre contra la democracia en nuestros países. La jugarreta política estará siempre en la agenda del día, en eso de utilizar el poder y los mecanismos de control para hacer aparecer como legal lo ilegítimo, a expensas de una in- gobernabilidad temporal, en cuyo forcejeo, los actores apuestan por un desgaste que al final termine justificando la decisión de marras.
De juicios políticos que transitaron por cauces y argumentaciones similares en su momento, con propiedad puede hablarse de las defenestraciones de: Carlos Andrés Pérez, en el caso venezolano; de Collor de Melo, en Brasil; y Manuel Zelaya, en Honduras, para citar algunos. Obviamente, el caso del presidente Chávez, se inscribe en esa confrontación de poder, con rasgos singulares y, tal vez inéditos, en este tipo de historia.
El “golpe express” como ha sido calificado por algunos analistas, no es un hecho aislado. El ex presidente Fernando Lugo, aparentemente afectado por el “shock” que le produjo la decisión del parlamento paraguayo, en sus primeras declaraciones ante el veredicto del juicio político, condenando el hecho, refirió aceptarlo para evitar la violencia y “que la sangre de los justos no se derrame nunca más por intereses mezquinos”. Con posterioridad, en otra ronda de declaraciones, aludió al “viernes negro” y mientras se declaraba en “resistencia pacífica”, recordó que durante el tiempo de su gestión se produjeron 23 intentos de juicios similares en su contra que no prosperaron por desacuerdos en la oposición, solo que esta vez coincidieron en sus intereses “los colorados, los liberales, los oviedistas, y el partido Patria Querida”, en sus propias palabras. Vale agregar, el dato siguiente: al momento de la decisión, la popularidad del presidente Lugo, estaba en el 30%, según revelaban fuentes oficiales.
A la consideración anterior, se agrega que la trama urdida se fundamentó en el artículo 225 de la Constitución y quien asume la presidencia es Federico Franco, el vicepresidente, justamente quien había acompañado a Lugo en su fórmula electoral. La mira está puesta en las próximas elecciones, dentro de nueve meses, y el discurso político esgrimido desde ya, recuerda al de los militares ejecutores de la ola de fascismo que en la década de los 60, se justificaban argumentando su intervención en medio de una conflictividad política, “para preservar el hilo constitucional”. Al momento de su juramentación, el actor de marras expresaba:” El Gobierno mantendrá un respeto irrestricto a La Constitución Nacional, a las leyes y a los tratados y acuerdos internacionales”.
Desde el punto de vista diplomático, se aprecian anuncios y medidas de aislamiento por parte de la comunidad internacional de los países más cercanos a Paraguay, así como pronunciamientos de organismos internacionales exigiendo el respeto de la voluntad del pueblo, en este caso, dentro de la cautela y ambigüedad propia de estas instancias, en estas circunstancias y vista las experiencias anteriores. Hay desde decisiones de no reconocimiento al nuevo presidente, hasta un aval tácito y no explícito pero condenando el proceso.
Un editorial reciente del Diario O Globo, de Brasil, manifestó que “la velocidad exhibida por el Legislativo para alejar a Lugo del cargo preocupa a quienes desean ver preservada la democracia en América Latina”. Mientras el denominador común apunta a las debilidades de las garantías procesales, los asesores del nuevo mandatario afirman categóricamente: “La decisión soberana y autónoma del Congreso es irreversible, no admite apelación; fue un proceso político y no jurídico”.
Otros análisis ponen también al descubierto la trama de relaciones entre el poder político, el poder económico y el poder mediático y, por ende, la complejidad que rodea al hecho en cuestión.
Después de ver a Porfirio Lobo, presidente de Honduras, en Caracas, en diciembre pasado, en la reunión constitutiva de la Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC), recibido con todos los honores, la duda y el escepticismo está latente en todo lo que pueda seguir para Paraguay.

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