Los Gigantes, el equipo fastidioso

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Si quiere saber el secreto de la ofensiva de los Gigantes de San Francisco, por favor, fíjese en los hombres asignados en los turnos dos y tres de su orden al bate: los venezolanos Marco Scutaro y Pablo Sandoval.

Scutaro hizo swing a siete lanzamientos en el primer juego de la Serie Mundial y a todos les hizo algún tipo de contacto. Totaliza 89 swings esta postemporada y ha fallado tocar la pelota apenas en dos ocasiones, para una alucinante efectividad que roza el 98 por ciento.

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Sandoval vio nueve lanzamientos. A cinco le hizo swing. Tres pelotas, dos de ellas lanzadas por el pitcher más dominante de las Grandes Ligas, Justin Verlander, desaparecieron en las tribunas del AT&T Park.
Al final de la primera noche de la edición 108 del Clásico de Otoño, Sandoval puso su nombre al lado de Babe Ruth, Reggie Jackson y Albert Pujols como los únicos en la historia con tres jonrones en un juego de la Serie Mundial.

Habituado a hacer lucir mal a los bateadores con sus humeantes rectas, Verlander fue quien salió perplejo.
Abajo 2-0 en la cuenta y tras recibir la visita del coach de pitcheo, el vigente Cy Young de la Liga Americana probó con una recta abajo y afuera, de 95 millas y en el límite de la zona de strike, luego que en el primer episodio Sandoval le sacó una recta alta con la misma velocidad. Otra vez, el «Kung Fu Panda» pescó el lanzamiento y lo mandó por la banda contraria para el segundo de sus tres jonrones.

Era apenas la cuarta entrada, a la postre la última de una frustrante noche del miércoles para Verlander.
Ofuscado en el montículo, Verlander exclamó «íWow!» tras el jonrón. «Para nada me esperaba que eso iba a ser un jonrón. Me di la vuelta y vi a Delmon (Young) de pie frente al muro. De ahí fue que salió el `wow’, porque fue algo totalmente inesperado».

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Los Tigres de Detroit la habían pasado muy apaciblemente en las dos rondas anteriores de la postemporada, al deshacerse de los Atléticos de Oakland y los Yanquis de Nueva York. Los primeros lideraron las mayores en ponches recibidos, mientras que los segundos estaban sumidos en un irremediable apagón ofensivo.

Pero estos Gigantes son distintos. El equipo dirigido por Bruce Bochy disfruta fastidiando a los lanzadores rivales.

«Yo tengo un plan y ese es batallar con cada pitcheo», dijo Scutaro, el intermedista que fue proclamado como el Más Valioso de la serie de campeonato de la Nacional y que desde el primer partido de ese cruce con San Luis acumula 16 hits en 32 turnos. «Hay que hacer trabajar al lanzador, poner la pelota en juego y así vamos consiguiendo las carreras».
Sacar de out a Scutaro y Sandoval parece imposible: entre los dos esta postemporada acumulan un promedio combinado de .368 en 106 turnos.

«Tiré todo lo que tenía, mi sinker, mi split, el cutter. Sandoval, (Angel) Pagán, Scutaro, (Buster) Posey. Todos ellos le hicieron contacto a mis mejores pitcheos», dijo José Valverde, el relevista de los Tigres que toleró cuatro hits y dos carreras en un tercio de actuación.

No se deje llevar por la descarga de tres jonrones de Sandoval, quien en la campaña regular apenas conectó 12 (4 después del Juego de Estrellas) al verse limitado a 108 juegos por un par de lesiones.

San Francisco no es de batear muchos jonrones, de hecho se convirtió en el primer equipo en clasificarse a los playoffs desde San Luis en 1987 con la cifra más baja de cuadrangulares en las mayores: apenas 103.

Pero fueron terceros en su circuito en bateo, cuartos en embasado y sextos en anotadas. Sólo fueron superados por Filadelfia en cuanto a ponches recibidos. Hunter Pence, Brandon Belt y Gregor Blanco son los únicos bateadores en sus roster que sobrepasaron los 100 ponches en la campaña regular.

«Nosotros no nos ponchamos mucho, tenemos bateadores que hacen contacto con la bola», dijo el coach de bateo de Hensley Meulens. «Scutaro es uno de los bateadores más difíciles de ponchar en la liga. Nada más tres bateadores nuestros acumularon más de 100 ponches, la prueba de que hacemos contacto, que peleamos los turnos».

Los Gigantes también se benefician por golpes de suerte, como el doble de Pagán con dos outs en el tercer inning el miércoles al picar en la almohadilla de la tercera base para luego adentrarse en el jardín izquierdo. Y qué decir del doble de dos carreras de Pence en el séptimo juego ante San Luis. Quebró su bate cerca de la etiqueta y la base rota del madero le pegó dos veces más a la bola, que tomó una dirección que confundió al torpedero Pete Kozma.

«Creo que tenemos a Dios de nuestro lado», dijo el jardinero izquierdo Blanco cuando le pidieron una explicación sobre tantos hits extraños. «El béisbol es un juego muy loco».
Miguel Cabrera, el tercera base y flamante ganador de la Triple Corona de los Tigres, asintió al respecto.

«Cuando vi que esa pelota de Pagán pegó en la almohadilla, me dije: `así es esto, no hay nada escrito, cualquier cosa puede pasar»’, relató Cabrera.

Foto AP

 

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