Algunos lo han descrito como un modelo en “constante reformulación”, así como por otro lado se le reconocen sus bases Marxistas. La realidad es que el llamado Socialismo del Siglo XXI parece un cúmulo de conceptos cuya aplicabilidad está lejos de la realidad. La propuesta habla de “democracia participativa y protagónica” y las “organizaciones de base”, conceptos nada novedosos, a la luz que la Democracia “es una forma de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que le confieren legitimidad a los representantes”.
El otro elemento de este “modelo” es el Desarrollismo, derivado de la Escuela Estructuralista. De éste se plantearon esquemas como el de la Sustitución de Importaciones, por citar un ejemplo. Su principal planteamiento es que dada la existencia de países industrializados y países agrícolas, el comercio internacional genera distorsiones que mantienen a los segundos en niveles de subdesarrollo. Estas ideas cayeron por su propio peso, y hoy en día la evidencia ha enseñado que es la productividad, derivada de la industrialización, lo que está permitiendo disminuir la pobreza en algunos países.
El cuarto y último elemento de esta propuesta, y tal vez la única novedad, sea la Economía de Equivalencias. Ésta plantea que el intercambio se debe basar en el valor del trabajo, no como aporte al valor agregado que éste genera sino fundamentalmente en base a un criterio “objetivo” como el tiempo dedicado a dicha tarea. En términos más simples, independientemente de la preparación del individuo y los equipos con los que se cuente (lo que se traduce en mayor productividad) el intercambio se basará en el “esfuerzo de cada quien”. Además, suprime la compensación por el riesgo que asume aquel que emprende un nuevo negocio, su experiencia, y otra serie de elementos que propician la iniciativa privada.
En este contexto, y tomando en cuenta la clara vocación emprendedora del venezolano, vale la pena preguntarse acerca de la verdadera viabilidad de una propuesta como esta. Lo que ocurrirá al final es que nunca llegará a concretarse (como nunca llegó a concretarse ninguna de las etapas posteriores del Comunismo), quedando la sociedad suspendida en esa especie de purgatorio que es la promesa irrealista y la dura realidad en la que los modelos autoritarios han justificado su permanencia, haciéndole creer al pueblo que algún día llegarán a la tierra prometida.
#opinión: Utopía oficialista por: Diego Lombardi
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