Se dedicó desde muy joven a la enseñanza en las escuelas de Yaritagua, Valencia y Barquisimeto, promoviendo la cultura y especialmente la lectura. Luego de su jubilación, se dispuso a desarrollar otra de sus grandes pasiones, la escritura. Entre poemas y ensayos celebrará sus 98 años de edad justo un día antes de la visita de la Divina Pastora a la capital larense, como un aviso de la alegría que está por venir, como él mismo lo señala. También, cabe recordar, el 15 de enero, dos días después, se celebra el Día del Maestro.
Alfonso Jiménez ha dejado su huella indeleble en el corazón de la cultura barquisimetana y en el alma del magisterio larense, siendo fundador y primer presidente del tribunal disciplinario del Sindicato Unitario de Maestros del estado Lara, Sumalara y también fundador de la Federación Venezolana de Maestros en el año 1936.
Con orgullo relata su historia personal: fue el primer maestro graduado del pueblo La Lucía, en el estado Yaracuy.
En sus ojos, la experiencia de casi un siglo de vida se ve reflejada. Confeso amante de los libros de los cuales conserva una colección de más de seis mil ejemplares en una biblioteca repleta de poemas, literatura, narrativa, poesía, teatro, historia y filosofía. La costumbre de la lectura es diaria hasta el punto de dormirse a las 3:00 de la mañana disfrutando de un buen libro.
Desde su jubilación como maestro, inició un nuevo trabajo en el “magisterio de las letras”, pasando los días enfocado en la escritura de poemas y ensayos, muchos de ellos con su humor característico que lo mantiene joven. Inspirado en los paisajes, el país, la gente y la cotidianidad.
“El reír y estar contento es sano. Hay mucha gente que vive amargada y no es feliz; el humorismo es una terapia que me mantiene como un viejo joven”, expresó entre risas, evocando un poema de su autoría y dedicado a los doctores Víctor Marrufo, Antonio Sosa y Rosalinda Fuentes, titulado Chao próstata, en el cual relata en fino verso su paso por el quirófano en 1983.
De escuelas y saberes
El profesor y poeta Alfonso Jiménez, relata con orgullo sus raíces campesinas. Su padre era analfabeto y su madre le enseñó desde pequeño la virtud de la buena lectura y la escritura.
Nunca fue muy amante de la escuela y asistió en sus primeros años a la Escuela Cedeño, donde dice se inició en el magisterio, pues por ser tan buen alumno, los profesores lo pedían como sustituto cuando ellos faltaban y así fungía como profesor – estudiante en varias épocas del año.
De allí pasó a realizar sus estudios en la Escuela Normal de Hombres graduándose en 1937 en la primera promoción de Luis Beltrán Prieto Figueroa.
Sus primeros trabajos los desarrolló en la Escuela Arturo Michelena de Valencia, dando inicio a la nueva escuela, con ideas innovadoras y clases que se salían de lo cotidiano.
“Los alumnos disfrutaban mucho las clases porque siempre las impartía con mucho humor. Todavía muchos de mis alumnos son mis amigos; me vienen a visitar y compartimos muchas experiencias. En esa escuela comenzaron las nuevas ideas que traía del doctor Prieto”.
De ese intercambio de saberes, recuerda de manera particular un sentido homenaje que realizaran sus alumnos valencianos, quienes con caravanas lo recibieron en el aeropuerto y ya en la escuela lo agasajaron con cohetes y música.
“Me han hecho muchos homenajes pero ese ha sido el más bonito de todos y el que más recuerdo. Ahora los maestros pasan y no son recordados”.
Recuerda que su especialidad es la formación de maestros en materias educativas para el magisterio.
Fue director de varias escuelas de Valencia y posteriormente director técnico del Ministerio de Educación.
Su llegada a Barquisimeto fue marcada por el inicio de la Escuela de Mejoramiento Profesional del Magisterio en 1961, donde por cuatro años instruyó a los docentes de la región.
Su último cargo lo desempeñó como subdirector de la Normal Miguel José Sanz.
El número 7
Desde muy joven, su relación con el número 7 ha sido estrecha. Nombres, fechas y casualidades que giran en torno a ese símbolo numérico. Su graduación en el año 1937, posteriormente su jubilación en 1977, el nombre de su compañera de vida Matilde de siete letras, así como el de amigos, familiares y personas importantes a lo largo de su existencia.
Siete hijos le dejó la vida y por seis ocasiones ha encabezado la presidencia de la Asociación de Escritores del estado Lara y este año va por su séptima reelección, editando cientos de libros cada año en conmemoración del Día del Escritor.
Casualmente su cumpleaños de este año, se celebrará como es costumbre entre amigos y tertulias en el porche de su casa en la avenida Morán, la calle 7, y un día domingo, séptimo día de la semana.
De caparazón de Cerne
Para celebrar los 98 años de Alfonso Jiménez, el escritor Yeo Cruz presentó un libro en su honor, denominado Libro viviente con caparazón de cerne. En él, para continuar la creencia del “número 7”, recopila siete poemas de Jiménez, siete dedicatorias de amigos y siete artículos de opinión que recogen las vivencias de este ilustre personaje.
Fotos: Ricardo Marapacuto
