El escribir estas líneas Venezuela está en punto muerto. Un gran partido ha terminado, el campeón no juega más; y quedan dos equipos enfrentados, sin capitán.
Es un Mundial donde el Gran Arbitro sonó el silbato y vamos al tiempo de penaltis – cuando triunfa quien menos falle.
Frente a divergencias intransigentes, la única salida pacífica es la política, donde el éxito gira en tres variables fundamentales: argumentos, entorno y oportunidad. Aún en situaciones de fuerza – en general extensiones de la política – se necesita justificación, ubicación y «timing».
Ante el vacío anticipado reavivó el cúmulo de argumentos y aparecieron muchos recordando -con abundante razón y exactitud- los desatinos, crímenes, atropellos e impunidades del juego que fenece. Razones sobran para un inmediato relevo de un equipo que acumula 14 años de fracaso e ilegalidad.
Pero a esas poderosas razones – que incluyen los vicios del sistema electoral y la judicatura – hay que sumar sentido de oportunidad y conciencia sobre el entorno. De poco vale reclamar reglas del juego ante una trampa comenzó al mero instante de arrancar el partido. Es lo que hay.
En cuanto al entorno, lo esencial es casi 57% de población que hasta ahora creyó que la estrella se levantaría como Lázaro: tal es la fuerza – y también la vulnerabilidad – del fanatismo mezclado con avasallante aparataje informativo. El reto y oportunidad para cada equipo está en la reacción de esa masa ilusa ante el vacío confirmado.
Allí entra en juego el sentido de oportunidad. Unos, desesperados, han jugado posición adelantada, con actitudes que pueden traer efectos altamente contraproducentes en quienes esperan el milagro – la gran mayoría – y eso ocurre dentro de un entorno social que siempre favorece a quien considera víctima.
Adelantar lo inevitable genera grave riesgo de fallar un tiro al arco, creando imagen de zamuro revoloteando sobre un ser agonizante. A eso precisamente viene jugando el equipo rojo, y ha sido su principal baraja.
Dentro de una sociedad generalmente compasiva y solidaria es imperativo medir y respetar el dolor ajeno. Mal momento para que – como en «Thriller» de Michael Jackson – salgan del cementerio grupos de la prehistoria, reclamando protagonismo, o exigiendo un «Pelé» de reemplazo.
Por toda la indignación acumulada -y justificada – que se sienta, el momento exige fría estrategia, conciencia del entorno y sentido de oportunidad: Jugar cerrado en equipo, recordar que del apuro queda sólo el cansancio; y jamás distraer al adversario cuando está en medio de cometer graves errores.
#Opinión: Tiempo de penaltis Por: Antonio A. Herrera-Vaillant
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