De siempre a Hugo Chávez le gustaban los libros, tenía sus textos consentidos de Bolívar, Gaitán, Zamora, Ratzel, McKinder, Montesquieu, Darwin y recordaba con precisión frases enteras de lo leído, los consultaba una y otra vez, según me refiere alguien que hace muchos años, se encargaba de pasárselos y luego guardárselos nuevamente en su biblioteca.
Con los años memorizó frases, con la enseñanza oral de aquellos que se acercaban y oía con atención. Así formó su propio mensaje compuesto de conceptos contradictorios que iba soltando junto a hechos vividos o inventados; todo oyente lo tomaba como si su relato fuera producto de una experiencia vivida, parecía inclusive que hubiera peleado en la guerra de independencia.
Siempre el mismo sustrato, la misma semilla, todo su discurso se estructuró desde la preocupación de cómo se acumulaban las necesidades vitales de la gente, que sólo las entendía como pueblo despojado, reprimido, traicionado y olvidado.
El militar Hugo Rafael Chávez Frías, recién haber tomado posesión, hablaba poco en privado y más en público, cuando todavía no conocía muy bien para que servía el poder del cargo, decidió usar otro poder como era el uso de la palabra. Cuando escuchaba a su visitante, grababa lo que le interesaba, transformaba el contexto y las hacía entrar en el rompecabezas de su ideología incipiente.
Recuerdo bien cuando decidió escribir una comunicación oficial al Tribunal Supremo de Justicia, en 1999, carta sin fecha, debidamente rubricada, con la palabra “Bolivarianamente”, tenía el sello húmedo de la Secretaría Privada de la Presidencia de la República Venezuela, con una extensión de cuatro páginas, y un inusual contenido.
Esta comunicación muestra la búsqueda desesperada de su línea, su desafío era cómo aterrizar el contenido del rompecabezas. Es una carta que buscaba explicarnos su pensamiento en relación a la justicia, los autores de su interés que apoyaban sus convicciones y ratificarse así mismo como el mando supremo.
El texto que se comenta era una práctica sobre el ejercicio del poder. Lo cierto es que los Magistrados de entonces no captamos la amenaza que llevaba en sus últimas tres líneas “… Inmerso en un peligroso escenario de Causas generales que dominan el planeta (Montesquieu; Darwin), debo confirmar ante la Honorabilísima Corte Suprema de Justicia el Principio de la exclusividad presidencial en la conducción del Estado.” (destacado en el original)
#Opinión: De soñador a comunicador Autor: Cecilia Sosa Gómez
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