El sombrío rostro del fraude (Campana en el desierto)

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Dos cosas están, ahora, más claras que nunca en este país.
Una, aquí no existe democracia. A menos que democracia equivalga a imponer a sangre y fuego, y mentiras, y chantajes, la voluntad de quien detenta el poder, a, por lo menos, una mitad de la población.

Otra conclusión que, de una buena vez, debemos sacar de todo esto que ha pasado después del domingo 14 de abril: en Venezuela no se hacen elecciones. Se perpetran fraudes, que es muy distinto. No se depositan votos: se simula una formalidad. Se monta una costosa guasa, luego de la cual cada quien recibe un papelito que no servirá para comprobar nada. ¿Se le puede seguir llamando comprobante? La figura del voto es una cruel fantasía cuando se ejerce bajo presión, miedo o abusos. Cuando no hay equilibrio. Cuando votar a conciencia es un acto que trae consecuencias. Tampoco hay árbitro, sino “compañera”, como llamó bien Nicolás a Tibisay. Y eso, en público. Después, la guinda del descaro: completada la faena teatral salen a alabar la “fiesta cívica”. Qué forma tan obscena de burlarse de la gente.

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La verdad saldrá a flote, y, créanme, esto no es un mero decir. Esta vez aflorará evidencia suficiente, y el Gobierno lo sabe. De ahí su ansiedad, sus torpezas manifiestas. Hay grabaciones que recogen las órdenes de última hora, la tarde del domingo, para contrarrestar el devastador efecto que pudiera tener, como sin duda tendrá, la divulgación de los datos de informática que se habrían filtrado. Los números que jamás cuadrarán. Las tendencias incomprensibles desde el punto de vista político e inexplicables matemáticamente. El desespero era por saber qué hacer si eso trascendía a la opinión pública. Cómo reaccionar. Mientras la gente depositaba su voto o aguardaba la tortura del primer boletín del CNE, esa era la guerra que se libraba desde salas de computadoras. Pero no estaban solos: había gente pillándolos.

Ahí está, por ejemplo, el estudio que se hizo a los resultados, estado por estado, del segundo boletín. El del 2% de votos que faltaba por escrutar. El autor del análisis aclara, de entrada, que nadie podría alegar que ese 2% de sufragios del segundo boletín iba a revertir la tendencia que daba ganador a Maduro. Pero si se manipuló ese 2%, también se pudo adulterar el resto, el grueso del flujo electoral. Ocurre que el primer boletín, “irreversible” según el CNE, da a Maduro 50,66% de los votos (7.505.338) y a Henrique Capriles 49,07% (7.270.403) La diferencia no pudo ser más estrecha, y ese empate técnico estaba reflejado en casi todos los estados.

Era una tendencia que encontró expresión nacional. Pero, sorpresa, con excepción del Distrito Capital, Aragua y Nueva Esparta, donde ya se había escrutado 100% de los votos, en el resto de los estados se rompió en el segundo boletín la cerrada tendencia del primero.

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En Lara, donde el primer boletín dio una relación 47%-52% a favor de Capriles, en el segundo boletín, el del 2% restante, esa tendencia se volteó: 69%-31% a favor… ¡de Maduro! Lo mismo ocurrió en Carabobo, en Táchira. Y hasta en Mérida, con una alta votación inicial favorable a Capriles. Primer boletín: 42%-56% a favor de Capriles. Segundo boletín: 62%-38% a favor de… ustedes saben. ¿Cómo explica usted eso?

Ana Mercedes Díaz, abogada exiliada en Miami, una mujer seria a quien conocí en Honduras y fue durante 25 años miembro del directorio del entonces Consejo Supremo Electoral, dice que 9.000 centros de votación de una sola mesa fueron ubicados, a propósito, en áreas inaccesibles para los testigos de la oposición. La auditoría allí sencillamente no existe. Esto ocurre, recuerda, mientras en las elecciones de 1998 la democracia le dio cabida al MBR, partido de Hugo Chávez, a todas las áreas estratégicas del órgano electoral. Súmele entonces eso a una FAN que juraba fidelidad en público a la revolución. La hegemónica plataforma comunicacional del Estado puesta al servicio del candidato del Gobierno. Pdvsa “en primera fila”, según Ramírez. El voto asistido (o forzado, mejor) en casi 1.000 centros, como se documentó.

Las 535 máquinas que se le dañaron al mejor sistema electoral del mundo. Tareck El Aissami, alzando su brazo al instante de votar con el brazalete del 4-F (el mismo exhibido por la “compañera” Tibisay en las exequias de Chávez). Los 737 testigos de la oposición, sacados a la fuerza.

Ninguna de estas menudencias fue gratuita. Cuando Nicolás declaró que si perdía por un voto aceptaba su derrota, simplemente estaba revelando el estrépito con que caía en las encuestas.

Lo sentía en la incómoda y sorda perplejidad de su entorno, lo distinguía en la calle, en el áspero desapego de las masas transportadas, bajo lista. Era un deshielo imparable, en la medida en que hablara y expusiera su frígida insulsez. Era intragable hasta para fanáticos partidarios del “comandante eterno”. Casi un millón de ellos debieron dominar el peso de la culpa por sentirse traidores, al irse detrás del flaco. Nicolás no pudo sostener las banderas que recibió de su mentor en la hora postrera. En sus manos el legado se arruinó, en apenas unas semanas, pese al luto y los juramentos. Lejos queda la supremacía roja. En las elecciones de 2006, la diferencia entre Hugo Chávez y Manuel Rosales fue de 62%-36%. En el cercano 7 de octubre de 2012, Chávez superó a Capriles: 55% a 44% (11 puntos de ventaja).

Por eso sabían que era preciso poner en marcha la máquina de intimidación. Acusar a la oposición de terroristas, y quejarse de falsos ataques a las sedes del PSUV y a los CDI, mientras los tanques militares y las ballenas trataban de compensar el vacío de muerte expresado en las urnas. Yo vi de cerca, el martes 16, el sombrío rostro del fraude. Me acerqué para fotografiar en el cruce de la avenida Venezuela con Morán, y en las cercanías del CNE local, a uniformados ansiosos de violencia. Uno de ellos, desde una tanqueta blanca, me hizo la puñeta cuando lo enfoqué con mi cámara. Por ningún lado parecían venezolanos. Presentí el odio que hervía en sus gestos nerviosos, anhelantes. En las alambradas que los protegían de las banderas, de pancartas que pedían un reconteo. En sus uniformes de RoboCop. En sus irresistibles ganas de tomar por asalto a una muchedumbre que estaba en todo su derecho de expresar su descontento, su rabia.

Fueron los que más tarde atacaron a mansalva a los muchachos. A un grupo de ellos los obligaron a caminar varias cuadras desde la Morán, hasta un lugar apartado donde otro piquete de militares esperaba, para golpearlos a placer. Otro estuvo a punto de perder un ojo a causa de un perdigón que le atravesó el pómulo izquierdo. Los testimonios son conmovedores.

Los estudiantes presos durmieron unos en los pasillos y otros en el patio del Destacamento 47 de la GN, en el suelo. De noche los despertaban a patadas. Les daban con los cascos y con envases de agua congelada, en la cabeza. A algunos los desnudaron y pusieron a dar saltos de rana. Les quitaban la gorra tricolor y les gritaban: “¿Quién es el Presidente”? Traicionados por el pánico, no faltó quien respondiera: “Nicolás Maduro”, pero se ensañaron con una muchacha, de una sola pieza, que les contestaba, una y otra vez: “Henrique Capriles Radonski”.

A un líder estudiantil cuando descubrieron que era hijo de un general fallecido en accidente aéreo, le decían que había “deshonrado” y “manchado la dignidad” de su padre. No pocos de los 80 apresados tardarán en superar sus traumas sicológicos. Sus abogados, según me contó José Gregorio Zaá, no pudieron verlos ni asistirlos sino hasta el miércoles a las 10 a.m. Ahora tendrán que presentarse en el tribunal cada 5, 15 ó 30 días. Tienen prohibición de participar en reuniones públicas. Si ven a un grupo de personas congregadas por cualquier motivo, deberán alejarse, so pena de perder el beneficio de la medida cautelar sustitutiva de la privación de libertad. Tampoco podrán declarar a la prensa.
Viva la democracia. Viva la libertad.

protesta 16/03/14 foto:ricardo marapacuto

Repiques

Esta foto fue compartida por más de 56.000 usuarios de Facebook en sus muros. También fue pedida por periódicos y revistas desde una veintena de países. Prácticamente le dio la vuelta al mundo. Es una escena que pertenece al mural de la infamia

Es digna de ser aplaudida la asistencia de más de 30 abogados de renombre que se ofrecieron para asistir, gratuitamente, a los muchachos presos. Entre ellos figuran: Pedro Troconis, Ramón Pérez Linarez, José Gregorio Zaá, Alexander Camacho, Ángel Ocanto, Aníbal Palacios, Lina Dupuy, Javier Rojas, Pablo Espinal, Luisa Oribio, Merly Pinto, Maritza Herrera. Ruego me disculpen quienes han sido omitidos. Desde aquí nuestro más sentido reconocimiento y un Dios se los pague. Por cierto, por el Twitter recibí un mensaje del penalista Leonardo Pereira Meléndez, ofreciendo los servicios de su bufete. Sin duda, todos ustedes han dignificado el foro larense.

Leído en Twitter
@doctordevries: “El domingo, en Paraguay, los dos principales candidatos son un empresario exitoso (Cartes) y un académico/político (Alegre)”
@LuisChataing: “La ayudaita del padre Madariaga en 1810 se conoce como el primer voto asistido en la historia de Venezuela”
@enzagarcia: “Dejar que un niño se burle de otro: primer paso de la impunidad”
@willycochez: “Nicolás, ¿qué es más importante, que te reconozcan tus compatriotas o que lo hagan los Presidentes de Unasur, que lo que quieren es seguir relajo de $?”
@NelsonBocaranda: “Si está en marcha un golpe de Estado, ¿cómo es que Maduro se va a Lima?

Unasur reconoció a Nicolás Maduro como presidente, pero le exigió bajar la guardia con la oposición y permitir el reconteo de los votos, como único modo de disipar las dudas.

Cuando Tibisay Lucena anunció al país ampliar la auditoría al 46% restante de las cajas de resguardo, las redes sociales reflejaron que buena parte del país no había entendido sus galimatías. Es auditoría, pero no escrutinio, señaló ella. Alguien me llamó esa noche y me preguntó: “¿Es bueno o malo, me río o me echo a llorar?” Pero cuando, enseguida, Capriles dijo que aceptaba y señaló que en esas 12.000 cajas a ser auditadas estaba la verdad, se respiró un generalizado alivio. Esto demuestra la poca credibilidad en los resultados anunciados por el CNE. Opositores y chavistas quieren saber la verdad.

Ahora resulta que habrá auditoría, pero por encimita, sin abrir las cajas. Sin revisar cada una de las papeletas, de los cuadernos de votación. Primero la señora Tibisay dijo que el proceso se haría en 30 días, a razón de 400 cajas por día. Ahora habla de revisar “sólo una muestra”. “No se hagan falsas ilusiones”, ha dicho Tibisay con su proverbial candidez, en una nueva prueba de su imparcialidad. Es decir, de este lado no está permitido creer en pajaritos preñados. Creo que la auditoría debe ser de verdad, sin ambigüedades. Incluso, la OEA ofreció sus expertos.

“Un denominador común es que solamente heridos y lesionados son afectos al chavismo”, se lamentó la fiscal Luisa Ortega Díaz, a propósito de los sucesos registrados tras las elecciones. La responsable de la vindicta pública se queja no de la violencia sino de que, supuestamente, sus camaradas llevan la peor parte. ¿Su tesis es que la violencia debe ser administrada democráticamente, a todos por igual?

 

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