Historia de un desencanto

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“El gobierno ha destruido mi proyecto de vida: la universidad y la literatura”, esto de acuerdo a Norberto Olivar, escritor zuliano cuya novelística ha empezado a mostrarse visible, e importante, a nivel nacional e internacional. Continua Olivar: “Pero de repente todo cambió: Se convirtió en política de estado la criminalización de aquellos que pensaran distinto, sean ciudadanos o instituciones, y se les aplicó (y aplica aún) un proceso malvado de estrangulamiento para doblegarlos. Los docentes universitarios emprendieron así una rápida caída a la marginalización social y económica más inaudita que se pueda pensar: humillaos y someteos, es el mensaje oficial”.
14 años de involución histórica bajo la directa responsabilidad del loquero de turno que no sólo emuló a sus predecesores ilustres como Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez en aquello muy nefasto de pretender perpetuarse en el poder, sino que poco le importó el bienestar de sus compatriotas. Negligencia e improvisación. Un país al borde de la guerra civil y con miles de oportunidades de progreso pérdidas, dilapidadas.
Que la “política de estado” se orientara a criminalizar el pensamiento disidente ya le confería una identidad siniestra al “proceso”. Que la “Lista Tascón” sirviera de baremo para la contratación en las empresas del Estado: una anomalía perversa. La muerte del pensamiento se decretó desde la cima del Poder. Y las Universidades fueron percibidas como naturales enemigas, contrarrevolucionarias. De esa percepción se presupone el castigo a los trabajadores universitarios a través de unos salarios de hambre y miseria. Sino como entender el proyecto paralelo de Universidad militar y uniformada de escaso nivel crítico y orientada a una masificación sin apenas calidad. Lo importante para estos audaces es la obediencia y no la disidencia.
“Las editoriales privadas corrieron una suerte no muy distinta. Estas empresas venían construyendo un importante catálogo de autores venezolanos. Tal era el impulso que traían en ese afán, que empezamos a hablar de un boom de nuestras letras. Sin embargo, una vez más las políticas autoritarias del estado fueron haciendo imposible la rentabilidad de estas iniciativas independientes. No convenía a la “cultura gobiernera” una legión de libros “contrarrevolucionarios” y ofensivamente libres”.
Las “políticas autoritarias del estado” se han encargado de oficializar la cultura, el arte y la educación. Todo debe ser concebido y relegado al servicio del “proceso”. El arte libre y contestatario sólo es bueno cuando se arrodilla al Poder, de lo contrario, es peligroso, y en consecuencia, hay que perseguirlo, y hasta suprimirlo.
¡Cuánto desencanto! ¡Cuánto infortunio! ¡Cuánta humillación! ¡Cuánto malestar y orgullo herido! Y aún así, seguiremos resistiendo, como ciudadanos, como universitarios y hombres de pensamiento, militantes de la sociedad abierta y de una escritura que nos acerca a la belleza.

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