Cuando de verdad el alma duele

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Me invitaron a la Facultad de Medicina de la UC de La Morita, donde el empuje indetenible de la Dra. Maribel Bont y la Comisión de Bioética organizaron en su sede un evento titulado: “II Encuentro Aspectos ético-jurídicos, legales y de espiritualidad en los confines de la vida humana”.
La Dra. María Cristina González se formuló y ella misma se contestó una pregunta que a todos nos dejó perplejos; fue en relación a los cuidados paliativos, aquellos que se prestan a quienes pronto van a morir. Aquellos que se aplican cuando ya no se puede curar.
-He recibido y he dado clases –decía la profesora- a estudiantes de primer año en la facultad y también durante el último año de carrera. ¿Qué pasó durante los 5,6, años de estudios, desde que los recibí hasta que se fueron? ¿Qué han hecho con ellos? –se preguntaba extrañada.
-Al final –continúa ella- me encuentro con que tienen otro modo de ver la vida: los veo duros, insensibles, secos, -enfermos y enfermas-, malhumorados, rabiosos, tristes (Las frases que utilizó la profesora son las que reproduzco aquí y sin embargo, siento que no logro expresar todo su dolor). -¿Qué han hecho con ellos? -volvía a insistir-, consciente de que no le darían respuesta.
Si bien es un error -que yo considero craso-, que en bachillerato se separaran las ciencias de las humanidades, la medicina ha tratado siempre de juntar las dos visiones de la vida, a riesgo de que el médico se vuelva un técnico, o como  muy bien dice Rafael Muci Mendoza de sus colegas: “Mi gremio insensible”.
En tantas universidades se introdujo la ética, y especialmente en la medicina como bioética. Pero la cosa sigue igual. ¿No será que la solución va por otro lado? ¿No será mejor, antes que cursar una asignatura aplastada forzosamente por las demás, que los profesores transmitamos a los alumnos, el ejemplo de una vida recta?
Recta es la persona de principios, que no transige por presión ni por compasión. Recta es la persona que trata a otra como ser humano, por su nombre, que lo quiere, que vive por él. Y eso no se aprende en los libros. Y esto era lo que a la Dra. Ma. Cristina le dolía.
Daniel Goleman en su libro “Inteligencia emocional”, arremete contra el viejo concepto de “Cociente intelectual”. Él dice que los problemas vitales no se resuelven sólo con inteligencia abstracta, (aquella que entiende un concepto, que despeja una incógnita, etc.) sino con la “Inteligencia Emocional”. La que nos hace vivir, reaccionar ante lo injusto, no transigir ante lo malo, aunque nos beneficie. La emoción son impulsos que motorizan nuestros actos.
La inteligencia emocional nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás –ponernos en su lugar- superar las frustraciones del trabajo, acentuar la capacidad de trabajar en equipo y tener una actitud empática y social.
Sigue Goleman: “¿Por qué algunas personas parecen tener un don especial que les permite vivir bien aunque no sean las que más destacan por su inteligencia? ¿Por qué no siempre el alumno más inteligente termina por ser el más exitoso y por qué ve la vida desde bajo una óptica distinta?”
Goleman explica que el control de las emociones contribuye a que el hombre sea recto: prudente-valiente-moderado-justo. Es decir, virtuoso. Yo me pregunto: ¿No será que nuestros muchachos no son más virtuosos porque los profesores no lo somos tanto? ¿No será éste el camino más eficaz para enseñarles?
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@oswaldopulgar

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