A la tercera le tocó el relevo

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Cuando hablamos de fe y de acción, cabe perfectamente el ejemplo de Rómulo Betancourt, quien en 1928, y apenas con veinte años de edad, se lanzó por la calle del medio, manifestando públicamente su propósito de instaurar la libertad y la democracia en el país, tarea en la cual le acompañaron muchos otros jóvenes estudiantes, como Raúl Leoni, Jóvito Villaba, Pío Tamayo y Guillermo Prince Lara.
430 años habían transcurrido desde el descubrimiento de Venezuela. Y desde entonces, nos habían gobernado reyes, caudillos y militares. Por ello, los propósitos de independencia y civilidad de aquel puñado de mocitos, lucían por demás irrealizables.
Sin embargo, apenas diecinueve años después, a todos los nacidos en esta tierra, incluyendo a mujeres, pobres, campesinos y analfabetas, se les confirió el más precioso de los legados democráticos. Me refiero al ejercicio del voto directo, universal y secreto, estrenado con la elección de Rómulo Gallegos como presidente de la República.
Sin lugar a dudas, ello se debió a los muchachos del ’28. Y en especial a Betancourt, quien, luego de la insubordinación, fue hecho preso y extrañado a Curazao. Y aunque retorna en el 36, al siguiente año le expulsan de nuevo. Regresa en febrero del ’41, y así permanece hasta el 48, cuando otra vez se le fuerza al exilio. Y definitivamente vuelve en el ’58, cerrando de esa manera un largo periplo de peregrinaje y obligadas ausencias.
No exageramos entonces al ponerle como ejemplo de persistencia y coraje. Y tampoco nos equivocamos al asegurar que su propósito de vida -lejos de edificar un partido, de obtener cargos o regodearse en glorias personales- radicó en construir una nación… esencialmente libre y para todos los venezolanos. ¡Y a fe que lo logró! De allí que sea por demás justo y merecido el haberle bautizado como el Padre de la Democracia.
Por cierto que muchos de los que fuimos beneficiarios directos de sus luchas, desde 1999 -y ya entraditos en canas y arrugas- también confrontamos la hegemonía autoritaria y abusiva que empezaba a apoderarse del país. Y fue precisamente por esa temprana decisión que Rafael Guédez Cortés -valioso colega y compañero de partido- medio en serio… y medio en broma, nos bautizó como la “generación de relevo”.
Apartando la guasa, no deja de tener razón, pues es verdad que, espontáneamente, muchos de la tercera edad suspendimos los cuarteles de invierno. Pero quede claro que no lo hicimos por gozar de un sexto sentido o de poderes extra sensoriales. No. Lo hicimos porque las vivencias de nuestros padres con las dictaduras aún estaban frescas, y nos habían documentado de primera mano sobre los peligros que podrían sobrevenir muy pronto.
Así pues, era lógico que nos adelantásemos en ocupar los puestos de vanguardia. Y aunque suene jactancioso decirlo, conste que también lo hicimos por la libertad y la democracia. Nunca por recibir paga ni defender parcelas. Por ello, en plena paz con Dios, con nuestra conciencia y con Gandhi, cuando a esta “generación de relevo” le toque rendir cuentas, podrá decir, en alta y clarísima voz, que las entrega perfectamente ordenadas, pues hizo hasta lo imposible por oponerse al mal y construir un mundo mejor.
Tampoco nos equivocamos al asegurar que la hora actual es tan difícil como en el ’28. La conducta oficialista es cada vez más tiránica, y, de por sí, ello ha derivado en que millones de samaritanos y dadivosos practicantes del beneficio de la duda, también hayan decidido abrir los ojos, desalinearse de los odios y las mentiras, y disponerse a enfrentarles.
Es de suponer que los resultados igualmente culminen en el triunfo de la civilidad. Pero, no nos confiemos. Aún toca echarle dos camiones. Uno de fe… para que entendamos de una vez por todas que no hay arma más poderosa que el voto. Y otro de acción… para que el 8 de diciembre llevemos a votar a cada uno de los 7 millones 363 mil 980 conciudadanos que nos respaldaron el pasado 14 de abril.
Claro que la tarea es pesadita…. pero, sin duda, más liviana y factible que la emprendida por Rómulo, Jóvito, Leoni, Pío Tamayo y Prince Lara. ¡Adelante compañeros… Fe… y acción democrática !

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