Educar significa enseñar a amar

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Hoy se habla mucho de amor pero nos estamos volviendo incapaces de amar. Lo más grave es que el corazón no va a la escuela, por ende no se nos enseña a amar. El corazón solo entra en los programas formativos de ciencias naturales como aparato circulatorio.

“La gente habla mucho de amor, pero no sabe amar. La madre Teresa de Calcuta decía que la peor enfermedad y el peor sufrimiento es la soledad, y hoy podemos estar rodeados de personas pero sintiéndonos solos. Estamos conectados mediante la tecnología, pero en el fondo incomunicados, es por eso promuevo la enseñanza del amor”, explica el doctor Antonio Pérez Esclarín, quien recientemente visitó la ciudad para participar en el II Encuentro de Educadores Católicos: Educar es enseñar a amar, promovido por la Pastoral Educativa de la Arquidiócesis de Barquisimeto.

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Según Esclarín, docente y autor del libro “Educar es enseñar a amar”, el amor no debe confundirse en los sentimientos porque estos “son volubles, suben y bajan, aparecen y desaparecen”, o con una simple atracción física que pudiera convertirse en un chispazo para construir el amor… y tampoco se debe confundir con un deseo de posesión.

Por eso, en primer lugar, se debe clarificar en qué consiste el amor y para ello Pérez Esclarín cita la definición dada hace más de 2.000 años por Aristóteles: “amar es querer el bien para el otro”. “Es ocuparse y preocuparse por la felicidad del otro, es salir de sí mismo para hacer que el otro crezca. Por eso, el amor abraza pero no retiene”.

Lo contrario al amor no es el odio, a su juicio, es el egoísmo “porque el egoísta es incapaz de amar, solo sabe tener para él, para el placer, los quehaceres o el prestigio. El amor es la fuerza que hace que el otro realmente vaya creciendo y realizándose”.

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“El amor es como el agua, porque solo en movimiento canta y da vida; es un proceso que se debe cultivar cada día, de lo contrario puede morir y eso es lo que, lamentablemente, le sucede a muchas parejas y matrimonios”, apunta.

Calidad y calidez

En pedagogía, amar al alumno no implica consentirlo o alcahuetearlo. “Significa hacerle ver que lo queremos y por eso deseamos que sea cada día mejor, y por eso le exigimos. Amar a una persona es ayudarle a creer en sí mismo, a conocerse, buscarse y realizarse”, acota el especialista.

En la pedagogía del amor es esencial, porque en educación es imposible la calidad sin calidez. “Es imposible ser afectivo sin ser efectivo”.

El principio pedagógico fundamental de todo docente debe ser querer a sus alumnos.

Pérez Esclarín recuerda que amor se escribe con “a” de: apoyo, ayuda, asombro, alegría, afecto, acompañamiento y amistad. De allí que el docente debe ser un amigo de todos los alumnos, que cree en ellos y los mira con los ojos del corazón, que entiende su papel como guía para que sus estudiantes sean mejores personas.

“El amor siempre da una nueva oportunidad, mira con los ojos del corazón para ver más allá de la apariencia y descubrir el tesoro que esconde cada alumno”.

Cultivar las expectativas positivas

El maestro debe dedicarse a crear expectativas positivas, pues como dice el escritor Fernando Savater: “si yo creo que un alumno es bruto y no lo es, pronto lo será. En cambio si creo que tengo un grupo de alumnos maravilloso e inteligente haré que sean de esa manera”.

La pedagogía del amor es también la pedagogía de la alegría, destaca Pérez Esclarín. “Hay que volver al saber con sabor, porque hemos hecho de la educación algo muy fastidioso y aburrido, por eso el objetivo fundamental de las planificaciones debe ser utilizar el ingenio para que los alumnos la pasen bien”.

También se debe promover la pedagogía de la inclusión, dirigida a los alumnos que más lo necesitan.

“A todos nos parece una barbaridad, por ejemplo, que las clínicas manden al hogar a los enfermos más graves y eso mismo debe aplicar en educación… se debe evitar dejar en el camino a los que más lo necesitan para darle prioridad a los mejores; se debe dar entrega y dedicación a los que andan mal, a los agresivos, violentos o que provocan sentimientos de exclusión, son ellos quienes deben recibir nuevas oportunidades”.

¿Cómo hace un docente para enseñar a amar?

-Amando mucho y para hacerlo debe, en principio, amarse a sí mismo. Una persona que se quiere se acepta como es, vive con ilusión, comunica pasión y vida, y trata a cada alumno con cariño, siempre con disposición de servicio.
Más que pronunciar un te quiero, el amor implica que el otro se sienta querido, aclara. Una persona sabe cuando es querida porque percibe el trato con dulzura y cariño, nunca se siente rechazado. “El amor perdona, como dice esa carta hermosa del apóstol Pablo, siempre tiene expectativas positivas y ofrece una nueva oportunidad”, reitera.
Y ¿cómo se ofrece amor a los alumnos? Amándolos y haciéndolos que se quieran a sí mismos, que se respeten, acepten, y valoren.

“Solo se puede querer si se ha experimentado el amor, por eso es tan importante el autoestima, un cúmulo de pensamientos y sentimientos que se desarrollan si uno ha experimentado el amor; por eso, muchas veces, a los docentes les va tocar llenar esa laguna que tienen los estudiantes traen del hogar, porque en la mayoría de los casos los problemas de violencia o agresividad se dan por carencias familiares”.

Múltiples beneficios

Entre los beneficios de enseñar a amar destaca el hecho de que los alumnos se sentirán valorados y aceptados, por ende, responderán de forma positiva al profesor.

“Si un alumno percibe desinterés, maltrato y ofensas de parte de su docentes responderá con violencia. Solo en una relación de cercanía y aceptación mutua es posible la educación”.

Cuando los alumnos se sienten aceptados, sin condiciones, comienza a germinar el proceso educativo, lo cual representa una invitación a construirse, quererse y realizarse, afirma Antonio Pérez Esclarín.

Los resultados se traducen en un cese a la cultura de la violencia y del irrespeto, para dar paso a la cultura de la convivencia, de aceptación de las diferencias.

“Se debe hacer del aula un espacio para construir el mundo que el docente anhela, donde prevalezca la diversidad, la aceptación, el respeto y los valores”.

Una aula de convivencia y ayuda mutua es aquella donde se fortalece el apoyo y la solidaridad y se combate el individualismo, concluye el autor de más de 55 libros que dedica al realce de la profesión docente.

 

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