Una ocurrencia es una “idea inesperada, pensamiento, dicho agudo u original que acude a la imaginación”, según la Real Academia Española (Diccionario esencial de la lengua española). ¿Hizo honor el residente Maduro al sentido de una verdadera ocurrencia cuando anunció, hace pocos días, la creación por su gobierno de una Vicepresidencia de la suprema felicidad del pueblo? ¿Qué tiene el anuncio de agudo u original? ¿Acaso sacude la imaginación ¿ Dado el carácter absolutamente negativo de la respuesta en cierta forma es explicable el porqué de la burla desatada, por parte de mucha gente, más allá del marco de la actual oposición. Como si fuera poco jugar con la muy exigente palabra “felicidad”, referida al pueblo venezolano, la pretendida ocurrencia gubernamental traspasa los límites de la mesura al agregar el elevadísimo adjetivo de “supremo (a)”. No se puede gubernamentalmente caer en excesos y abusos en la transmisión del discurso, pensando irresponsablemente que los demás y especialmente los más necesitados son una gente de muchas limitaciones y de incontrolables emociones. Esto, sin desconocer el fondo humano, de suyo positivo, de pensar en la felicidad máxima de nuestro pueblo.
En efecto, mucho antes de lograr cualquier gobierno la suprema felicidad de su pueblo se deberá dar muchísimos pasos previos, dado el real panorama de la presente situación calamitosa en que vive realmente nuestra gente. Es un cuadro verdaderamente preocupante y hasta angustiante. Antes habría que dar un terminante NO a tantos padecimientos, que son imposibles de ocultar: la triple inseguridad: la personal, la jurídica y la social; la escasez de alimentos; el creciente alto costo de la vida, de signo alarmante; los estragos de la desatada delincuencia; los efectos económicos y sociales de la campante corrupción; la inflación, la devaluación y el desarrollo de la crisis económica existente; los molestosos trastornos de algunos servicios públicos, como la luz; el amenazante narcotráfico; el desigual trato a la gente, gobernando exclusivamente para los suyos y dando a los discrepantes en tratamiento singularmente negativo; el uso desmedido y ofensivo del lenguaje gubernamental contra los oponentes; las amenazas frecuentes contra la paz de la gente. ¿Acaso con todo esto se puede plantear gubernamentalmente el logro de la “suprema felicidad” del pueblo venezolano? ¿Es que no se sabe que la “suprema felicidad” es lo máximo que un serio gobernante puede plantearse para su pueblo? ¿O es que de verdad se cree, y en ello se pretende aprovechar la circunstancia, que los demás, y especialmente los más necesitados son casi unos idiotas, para no entender lo que significa “la suprema felicidad”?
¡Ocurrencia gubernamental mágica!
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