No para mañana

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Cada año, por estas fechas, hemos hecho nuevos propósitos de enmienda. Ir al gimnasio, estudiar algún idioma, empezar seriamente un régimen alimenticio y otros tantos; pero pasa enero, febrero y con ellos las promesas iniciales, que quedan postergadas para el próximo año y así cada año nuevo. Esta actitud común y humana, puede convertirse en un modo de vida nada bueno.
Generalmente se excusan: si tuviera dinero fuera al gimnasio, si tuviera ayuda estudiara otro idioma, si fuera fácil me sometiera a un régimen de alimentación; y se espera que se den estas condiciones que nunca llegarán. A éstas suele añadirse el tráfico, los ruidos, el trabajo hogareño y otras que generen estrés. El miedo igualmente puede serla causa del hábito de posponer estas decisiones que afloran a inicio de año: miedo al cambio, a lo desconocido o al error.
El miedo genera pensamientos incoherentes, que tienen más peso que cualquier idea racional. Quienes dejan las cosas para después, se autoengañan y sustentan sus afirmaciones en falsas ideas, que los hacen sentir más cómodos consigo mismos. Los postergadores terminan sintiéndose ineptos y convencidos que el mundo es demasiado duro para ellos.
Entre estas personas, hay algunas que pareciera que hacen mucho y no hacen nada. Los hay perfeccionistas, que se imponen metas pocos realistas y luego evitan realizarlas, porque no tienen ninguna garantía de éxito.
Hay quienes acumulan cosas por hacer y al ponerse nerviosos o ansiosos, se sienten víctimas condenadas al fracaso en un mundo demasiado difícil. Son incapaces de organizarse y establecer prioridades; quieren hacer todo a la vez o nada; se lamentan, se sienten impotentes, pierden el tiempo y siguen sin hacer nada. Racionalizan sus retrasos diciendo: empezare el lunes, mañana lo hare sin falta, con mayor información lo haré mejor. Este tipo de frases es un freno definitivo, porque se sienten aliviados al haber decidido hacer algo en el futuro. Otros se tranquilizan afirmando: en la vida todo se soluciona si se tiene paciencia y se sabe esperar.
Cuando expresen lo que van a hacer, pónganse plazos con fechas exactas, eviten las frases de postergación, no esperen sentirse inspirados para empezar, no cuenten con que el Ángel de la Guarda lo haga todo y pongan en juego sus propios recursos, comprométanse a alcanzar una meta realista cada semana y recuerden que posponer tiene un costo emocional mayor que estar en acción. Quien pospone y al fin logra hacer lo propuesto, es un héroe, porque ha vencido todos los obstáculos que él mismo se puso.
Esto también cuenta para quienes se proponen en el transcurso del año alguna realización que luego no cumplen, como aprovechar el Carnaval para ponerse al día en alguna materia, o disponer de la Semana Santa para organizar sus estudios y la casa, o buscar un trabajo durante las vacaciones, o empezar en octubre una nueva carrera. Algunos psicólogos consideran esta actitud como un trastorno psíquico.

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