Entre cardones y flores

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Los 89 años de Don Hipólito Álvarez Betancourt

El célebre poeta Juan de Dios Peraza, en cierta ocasión, escribió para el prefacio de Álbum del Corazón, del vate Antonio Plaza que “aquél a quien no conmueva la hermosura, ni lo cautive el sentimiento, ni lo seduzca la más franca expresión de la forma, no será un artista”.

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Quien esto escribe, llegó a pensar que Don Hipólito Álvarez –quien además de ser su padre, es su gran amigo, no obstantela diferencia de edades– no podría ser un artista, porque no lo cautiva el sentimiento de las cosas sencillas. Sin embargo, a través de los años me he dado cuenta que Don Hipólito Álvarez, mi papá, es más artista de lo que pensaba, sólo que es un artista soberbio, orgulloso y arrogante consigo mismo.

Muchas veces me ha demostrado, a través de sus pensamientos, que es un aeda, un autodidacta que nunca ha obedecido ni obedecerá a preceptos de ninguna escuela; jamás ha podido –y en eso nos parecemos a él– nutrir su espíritu con la lectura de los grandes maestros, porque no le interesa la gloria o el olvido de la vida, simplemente escribe porque siente la necesidad de cantarle a los pájaros, a la tierra y en cierto modo, a su pasado.
Para hablar del poeta HA, es menester señalar su poesía, enmarañada, excesiva, pero con aciertos indiscutibles. En su poesía se denota mucha fronda. Más no todo es fronda. Quedan en pie aquellos poemas dedicados a su bienamada madre. Versos escritos con la mano de un niño –quizás por aquél niño, vendedor de empanadas, limpiador de zapatos, a quien los malos tratos maduran prematuramente–; poemas que dejan al lector una profunda emoción: el recuerdo de una madre muerta.

En tres de sus poemas se denotan la extraordinaria sensibilidad de su calidad: Glosas a mi madre, Era mi madre, y Mientras el silencio. En otros poemas suyos pueden notarse algunas influencias de las corrientes en boga, tales como Darío, Miguel Ángel León, Julio Garet-Mas, Juan Ramón Jiménez y, sobre todo, Bécquer, demuestra poseer una personalidad original, autónoma y un don intuitivo para expresarse en imágenes, generalmente bien logradas. Como ejemplo, tenemos el poema Glosas Navideñas, a saber: “La alegría rompe el silencio, con sus noches decembrinas”. Yo aún recuerdo aquellas frases que dijo cuando mi bienamado abuelo materno partió hacia la eternidad: “No traigo coronas, porque las flores están marchitas, en el jardín de la sinceridad. Traigo lo único que perdura en el tiempo: La amistad”.

Llama y sorprende la atención, porque el vate HAB no acostumbra con frecuencia a escribir en los periódicos. Según sus propias palabras, casi nunca le ha gustado publicar sus cosas, porque siente tristeza abandonar su silencio. “Yo le escribo solamente a mi madre muerta y a mis hijos, y nadie puede criticarme por eso”, es lo que siempre me expresa cuando le sugiero que publique algunos de sus raros y misteriosos, pero tiernos poemas. Siendo gran amigo de Don Isaías Ávila –quien fue presidente del Concejo Municipal de Torres, concejal y diputado al Congreso Nacional y en mi concepto uno de los pocos adecos honestos de toda Venezuela– ha podido ocupar grandes cargos políticos –sobre todo en el gobierno de Raúl Leoni– y sin embargo no quiso ocuparse de la política, porque siempre ha querido mantener sus amistades y manos limpias.

Las pocas veces que discutimos es porque no quiere que yo incursione en la política. Como trabajador es sorprendente: de vendedor de periódicos a propietario y dueño de un prestigioso local comercial. Le brillan los ojos y se enorgullece cuando dice: “Lo poco que tengo se lo debo a Dios y al Depósito Coromoto, con este negocio he levantado a toda mi familia”. Es tan soberbio que no cree en la muerte. “Es un compromiso más con la vida, hijo, por qué he de temerle…”, acostumbra adecirme, cuando hablamos de la muerte de un amigo o de algún pariente. Tal vez, por ello, es que, Don Hipólito Álvarez o Don Polo –como lo llaman sus más allegados amigos– cultiva un género poético, muy raro, muy personal, que sin ahondar mucho en la filosofía de la vida, nos la pinta sin velos, con cierto cinismo, delicado y delicioso, provocando algunas veces, el escándalo de la sociedad, con sus expresiones cual Jorge Luis Borges. Aficionado desde niño a la lectura. Una mañana, no recuerdo si un sábado o un domingo, un amigo de mi hermana Raquel, viéndome salir de un kiosco de revistas, me gritó desde su carro: “Oye, Leo, te metiste a vendedor de periódicos”.

Y todo, porque mi padre, me había mandado a comprarle la prensa. “Cómprame El Panorama, El Universal, EL IMPULSO y El Diario de Carora”. Esa es la tarea de todos los días. Nunca se acuesta sin haber leído un libro o toda “La prensa nacional” como el mismo lo advierte. Podría decir mucho más de la poesía de Don HAB, pero creo que todo se puede resumir en una sola frase: Don Hipólito, más que un poeta soberbio, es un ciudadano clásico que vive en una era moderna. ¡Felicidades, amado Padre, en tus 89 años!

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