No desmayar

He leído varias biografías del fascinante Juan Pablo II, sobre todo ahora cuando se acerca su canonización; repasé dos de ellas. He llegado a la conclusión que dentro de todas las virtudes que aquél hombre tenía, la fe y la valentía marcaron su vida. Juan Pablo II era un hombre lleno de Dios. Todos los acontecimientos de su vida los veía a través del cristal de lo sobrenatural, de la fe, del amor a Dios. Esa visión lo llevó a no tener miedo nunca, aún en las peores circunstancias. Todo lo aceptó como venido de Dios sin dudar un momento. Muy  joven perdió a su madre, luego a su hermano y finalmente a su padre. Quedó solo en el mundo y no hay nadie que haya vivido y muerto más acompañado que él.
Sufrió los rigores del nacionalsocialismo, trabajó como obrero en una cantera polaca, estudió clandestinamente y después soportó varias décadas al comunismo. Su serenidad ante los acontecimientos era tal, que impresionaba a todos, al punto de que algunos llegaron a dudar de su valentía. Fue perseguido por los comunistas, le impedían construir iglesias, cuando pidió libertad religiosa se burlaron de él. Se enfrentó al régimen con la altura y sobriedad de los grandes hombres. Ya Papa, nadie tiene dudas de su enorme influencia en la caída del comunismo y la liberación de los países del este europeo. Dijo siempre y lo repitió desde la Cátedra de Pedro, “no tengan miedo.” Hoy siento en mis oídos el resonar de aquella exclamación, no tengamos miedo.
Los venezolanos estamos viviendo  una experiencia inédita en nuestra historia, pero similar a la que han vivido otros países. Venezuela es un país rico, muy bien ubicado, con extensos territorios y una población maravillosa. Hemos sido codiciados por muchos desde el mismo nacimiento de la República y aún antes. Por eso los recientes acontecimientos vividos entre nosotros han despertado tanto interés en la opinión pública internacional. La dictadura castrista desea continuar disfrutando nuestra riqueza y USA no desea perder un suministro seguro de petróleo.Nuestros más cercanos vecinos necesitan también de nuestros dólares. Pero a los venezolanos lo que nos debe interesar es preservar nuestra Patria misma. Su libertad, su derecho a ser un país libre y soberano, el respeto al derecho de los venezolanos a trabajar y educar a nuestros hijos en ella.
Esta lucha, comenzada por nuestros jóvenes merece el apoyo de todos. Como lo hizo Juan Pablo II, tengamos fe, paciencia, constancia, valentía. Vale la pena. Luchamos por los grandes valores de la civilización cristiana y por una Venezuela grande donde quepamos todos sus hijos. No desmayemos.