Ramón Chirinos, en su largo caminar artístico, igual nos deja un bien patrimonial a la Iglesia Católica, una manifestación trascendente de arte sacro, expuesta en la Iglesia Nuestra Señora de la Consolación, que como feligrés de esa parroquia, y hombre creyente y de fe, no le fue difícil la encomienda, ya que cultivado y elevado en el arte, percibe e interioriza los misterios y la gracia de Jesucristo.
Chirinos, católico practicante e imbuido en los actos litúrgicos que los vive y siente, representó en dos Retablos, poniendo en práctica la pedagogía de la fe, un mensaje y una mediación con Dios al darle forma y figura a la Resurrección del Señor, en uno, y el descenso y aparición del Espíritu Santo, a los Apóstoles, conocido el misterio como Pentecostés, que expresan y avivan el fundamento de nuestra fe religiosa.
Y es que ese testimonio artístico no es casual, es motivación e inspiración de ideas y sentimientos de su cristiandad. La Iglesia recibe la obra de Chirinos, como un medio para practicar el culto, fortalecer la devoción e instruir a los fieles en la fe católica; la Iglesia desde tiempo inmemorial le ha dado al arte sacro una elevación mística y espiritual consagrada hacia una enseñanza moral; lo ratifican las sabias palabras de S S Juan Pablo II: “Cuando la Iglesia se sirve del arte para apoyar su propia misión, no es solo por razones estéticas, sino también para obedecer a la lógica misma de la revelación y de la Encarnación”.
La obra sacra de Ramón Chirinos, lleva intrínseca una lección evangelizadora, observar y contemplar dichas pinturas, invitan a un acto de elevación con Dios, por lo bien concebidas en su celebración y son pedagógicamente accesibles a los fieles en un mensaje de fácil entendimiento. Estas muestras en el templo de Nuestra Señora de la Consolación, son históricas en el Arte Sacro de la Iglesia Católica de la región, son parte del Patrimonio Cultural, y Chirinos, su creador, hijo de esta Grey, también posará frente a la historia. Su convicción está al servicio de los fieles católicos en dicha demostración, que supo hacerla y transmitirla como un auténtico militante de la fe cristiana. Y así es propicia la máxima del monje San Rafael Arnáiz: “¡Qué grande es Dios! ¡Qué bien ordena los acontecimientos siempre para su gloria!”
