Francisco y el aborto

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En el diario La Religión que circuló durante más de cien años en Caracas, aparecía una frase que decía, no es textual, lo siguiente: “Detestad el pecado, amad al pecador”. Pudiera parecer una contradicción, pero no lo es. Jesús perdona, cuando ya está crucificado y minutos antes de morir, a quien conocemos como el “buen ladrón”, Dimas era su nombre, quien se muestra humilde y rogando el perdón divino, lo cual no significa que Jesús apruebe el latrocinio. No perdona al otro ladrón porque se muestra soberbio, desafiante y altivo, “si es Dios, que se salve a sí mismo”. Jesús perdona a la mujer sorprendida en adulterio que pretendían lapidar. “Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra” pide Jesús a los acusadores. ¿Significa esto que Jesús aprueba el adulterio?, lógicamente no. Ambos pecados, latrocinio y adulterio, son muy graves.
A quienes somos cristianos, Jesús nos exige misericordia. “Misericordia quiero y no sacrificios”. Aunque muchas veces el perdón es un gran sacrificio. El Papa Francisco ha insistido en la misericordia frente al pecador. Jesús no ha venido a juzgar ni a condenar al mundo, ha venido a salvarlo, para lo cual hace falta gran misericordia con todos y entre todos, porque abunda, por diversas razones, el pecado en el mundo. San Pablo nos enseña que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, que es la misericordia. En pocas semanas comenzará el año de la Misericordia, proclamado por el Santo Padre para mover los corazones de todos los hombres a pedir perdón y a perdonar. El Año de la Misericordia comenzará el día 8 de diciembre de este año 2015, día de la Inmaculada Concepción, y terminaráen noviembre de 2016. Con ocasión de este año tan especial, el Papa ha facilitado a todas las personas el acceso al Sacramento de la Penitencia, que es el sacramento de la misericordia. Todos los pecados se perdonan si el penitente cumple con las condiciones y requisitos que la Iglesia siempre ha establecido. Sin embargo, hay pecados que por su especial gravedad, requieren para ser perdonados, la absolución del obispo donde se administre la confesión o acudir a unos pocos sacerdotes que están habilitados para perdonar ese pecado. El aborto reviste tal gravedad que implica la pena de excomunión de la Iglesia, por eso es necesario el perdón del obispo o de quien él haya delegado.El aborto siempre se ha perdonado, con las limitaciones dichas.
Sin embargo, Francisco, por especial benevolencia de su persona, ha decidido que durante el año de la Misericordia, cualquier sacerdote con las debidas licencias para ejercer su ministerio, pueda perdonar el pecado del aborto. Dice el decreto pontificio que los sacerdotes “indicarán un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia.” El itinerario de conversión es para el penitente y los sacerdotes harán un seguimiento. Dios es amor, fue la primera encíclica de Benedicto XVI y ese amor se manifiesta con rotundidad en el perdón.

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