Ser ciudadanos

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Como es legal, este artículo no estará dedicado al debate electoral. No se preocupe la redacción que así será. La ley es para respetarla y todos, sin excepción, debemos hacerlo. La democracia es, decía Gallegos y quien escribe no se cansa de repetirlo, “El imperio de las leyes bien cumplidas”.

El silencio obligado en las campañas está previsto para que cada ciudadano, cada hombre y cada mujer de este país que somos todos, reflexione su decisión y la emita con el mayor grado de conciencia a su alcance. En un hermoso discurso, como todos los suyos, en la década del cuarenta del siglo pasado, el poeta Andrés Eloy Blanco, hizo un simbólico paralelo entre el cuerpo de los seres humanos y el cuerpo de la Nación, a lo largo de sus vidas, pero advierte que en un momento de su desarrollo esa semejanza se interrumpe. “Cuando el organismo ha cumplido su misión en la vida, lo meten en la urna de morir y ha terminado. Cuando la patria ha cumplido su misión, la meten en una cuna de votar y ha comenzado.”

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Ser ciudadano no es la pasividad de una contemplación. Decía Bolívar que era un oficio. Esto es, un menester, una labor. Expresaba el deseo de retirarse, cumplida su misión, a “ejercer el oficio de simple ciudadano”. Lo que sí es incompatible con la ciudadanía es la indiferencia. Y eso lo tendremos todos presente cuando, en ese instante de soledad ante la máquina de votación. Allí estaremos a solas nosotros, nuestra conciencia y la patria. Y diremos qué queremos para su futuro que es el nuestro. El de todos. El voto es un acto de ciudadanía. El primario. El elemental. Todos pues, a votar este domingo. Venezuela toca a nuestra puerta y, a nosotros, nos toca corresponderle. Libremente. Cada uno según su idea y su experiencia.

La ciudadanía es un lazo. Como el parentesco verdadero nace de la sangre y el afecto que nos unen a la familia, la ciudadanía está formada el conjunto de derechos y deberes nos comunican, nos hacen parte de la sociedad. La premisa básica de la ciudadanía es la igualdad. Albert Einstein, sabio en la ciencia y en el humanismo, lo resumió espléndidamente: “Todo el mundo debe ser respetado como persona, y nadie debe ser divinizado”. Ese ideal es la fundación, el pilote profundo sobre el cual puede levantarse el edificio de la sociedad democrática.

Ser ciudadano es cosa de este domingo, pero es tarea de todos los días de nuestra vida. Es el secreto, sencillo, seguro, de lograr una vida mejor para todos.

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