Reflexión – Enfermedad de los gobernantes (II)

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Esperar que los gobernantes del mundo y de este país lean y mediten en estos artículos, creo sería tonto. Y que cambien, peor aún. Por cuanto sus paradigmas de vida no trascienden a lo óptimo. Pero si lo ubicamos en el plano espiritual y recordamos que Dios todo lo puede, «lo imposible para los hombres es posible para Dios», respondió Jesús”, Luc.18:27, entonces se abre una posibilidad real de que puedan leerlos y cambiar.

Y nuestro interés de que los lean no es otro sino graficar lo que puede sucederles a ellos, si no ha sucedido ya, por sus equivocaciones. Mostrarles lo que puede pasarles cuando abandonan a Aquel que los llevó al poder que han detentado, detentan o detentarán. En pocas palabra, que se enteren de que Dios está al control de todo y aprendan. Por su propio bien.

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Ezequías es otro gobernante, rey de Judá, cuya vida puede enseñarnos mucho de lo que estamos hablando. Por cuanto, tranquilamente podemos hacer un paralelismo entre uno y otro gobernante. Dios le anunció que iba a morir de una enfermedad incurable. El profeta Isaias fue la voz de Dios. «Jehová dice así: Ordena tu casa, porque tú morirás, y no vivirás». Igual sucede con gobernantes o no, cuando contraen una terrible enfermedad. Es el anuncio de Dios, que está llegando su tiempo de morir. Sin embargo, Dios tiene la potestad de sanar o permitir la muerte. Y eso fue lo que sucedió con Ezequías, quien clamó a Dios: “Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, … Y lloró Ezequías con gran lloro». 2 Rey 20:3 y Dios lo oyó. “Vuelve, y di a Ezequías, Así dice Jehová,… Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano…” 2 Rey 20:5. Evidente esta respuesta de Dios nos demuestra que Él es el sanador. No otra deidad.

Pero Ezequías representa al gobernante bruto. O sea, a aquel que teniendo toda la información de que existe un Dios Todopoderoso que está al control de todas las cosas se atreve a desafiarlo, con su indiferencia o sus pecados. Representa al gobernante que antes de detentar el poder le pide, incluso con lágrimas en sus ojos y promesas de rectitud y obediencia, que hará todo bien, pero cuando está curado, descaradamente se aparta y se coloca lejos de Dios.

Ese fue Ezequías y así son casi todos los gobernantes. Está muy claro que a Ezequías lo sanó Dios, no otra deidad. Y con el poder político intacto, se abrogó a sí mismo la grandeza y el despliegue de su poder. Tuvo la oportunidad de dar testimonio del amor, el poder y la benevolencia divina, pero no lo hizo. Si bien es cierto no sabemos si murió de la enfermedad, la maldición cayó sobre sus hijos y demás descendientes. “Oye el mensaje del Señor: “Llegará el día en que se llevarán a Babilonia todo lo que hay en tu palacio y todo lo que tus antepasados guardaron hasta el día de hoy. No dejarán nada, dice el Señor. Se llevarán tus hijos y descendientes, los castrarán y serán esclavos en el palacio del rey de Babilonia” 2 Rey 20:16. La historia universal demuestra, sin ninguna duda, que así sucedió. Ojalá todos podamos aprender, que estos hechos que registra la Biblia son veraces y están allí para ilustrarnos, enseñarnos y estar preparados, para cuando Él venga por Segunda vez a esta tierra no seamos objeto de maldición. Próximo título: «Enfermedad de los gobernantes» parte III Hasta el próximo martes Dios mediante.

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