La única riqueza que uno posee en vida es la de ser dueño de sus propios logros, lo demás es propiedad de la muerte.
En el camino de las letras cada uno escribe desde dentro de sí y desde lugares y personajes que están fuera de su humana frontera. Todo lo que escribe es de su absoluta individualidad, es lo que lleva dentro, lo que ha aprendido y vivido, sus experiencias, circunstancias, lecturas, sentimientos etc. Una cosa es sujetarse al formato riguroso de seguir un lineamiento obligado en los temas, otra es tener la libertad de crear algo diferente, formar a partir de las palabras un cuadro mental de la gente y de sus lugares, utilizar la imaginación, llevar el lector por nuestro mundo fantástico desde la premisa de la vida, de la historia y del tiempo hasta la muerte. La absoluta libertad para escribir la otorga a cada columnista nuestra casa grande EL IMPULSO.
No hay nada más satisfactorio que poder decir libremente lo que se tenga que decir. Somos dueños de nuestras ideas no sus esclavos; mucho menos de las ideas de los otros. Siempre tendrá lectores aquellos que no solo vean el punto práctico y realista de la vida sino también el punto que encierra lo sublime y lo bello. Sabemos estrujar el corazón entretener y subyugar al lector.
Desde esta tribuna como dice mi amigo Claudio hago lo mismo pero distinto. Desde aquí observo cada palabra, las que encierra el libro de un prisionero, presto atención a aquellos ojos en los que parece se durmieran las auroras y se escaparan los sueños, oteo los agrios sensores sociales, la felicidad de un gusano en su terrón, recorro mis caminos día a día, busco hallar las palabras perdidas, invento fábulas, invoco a Dios dentro de esa catedral que es natura y su magnífico altar el firmamento, evoco la belleza de los animales olvidados, observo el ilusorio punto del geómetra, capto las batallas que libra el hombre por plata o por poder, observo el rostro que me acecha en el espejo igual que al hombre pragmático y al novato, no pierdo de vista mis entresueños ni mis sueños, mis ayeres ni los del mundo; me gusta lo que hago.
Escribir es tener la audacia de decir lo que se piensa y se siente, aventura fascinante que empezamos un día y con el tiempo se va haciendo interminable; es también la experiencia de ver, de vivir y de sentir aquello que espolea alma, corazón y mente, es llegar al lector, despertar sus sentimientos, compartir penas y alegrías, ayudarle a vencer sus miedos, a desatar nudos y cadenas, mantenerlo informado y por último escribir es añadir un punto de luz a nuestro cielo y luchar porque nunca muera el ritual de la palabra.
No se necesitan títulos para escribir, solo experiencia, observación, lectura y mucha voluntad. La idea llega, se mete en el alma, se mete por los poros, se instala en el sentimiento, el resto es andar y andar, buscar caminos y conquistarlos. Quien escribe sabe llenar el tiempo sin dejar de ver las proas desde el ancladero de la palabra.
El destino aquí nos puso en este sembrado de esperanzas; allá fuera sopla el viento huracanado bajo una luna zozobrante. Yo seguiré con mi pluma siempre buscando en la magia del diseño el fino rasgo de la existencia, la estructura ligera y cálida de la flor que va tras del ocaso, seguiré buscando el perfil de la brisa, el norte de la alegría, la furtiva rapsodia de las hojas de otoño. Como dijera mi amigo aquel seguiré arando con mis viejos bueyes- no tengo otra manera de arar, ni quiero. ..
