Esperanza y unidad

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El 23 de enero de 1958 amaneció de esperanza y también de unidad. En la esperanza del 23 de esa jornada juega un papel clave, fundamental, la unidad. Por eso, la sabiduría de Pompeyo Márquez nos dice que “La gran enseñanza del 23 de enero es la unidad nacional”.
Adecos y copeyanos, urredistas y comunistas, unidos. Empresarios y trabajadores organizados, unidos. Profesores y estudiantes, unidos. Profesionales, intelectuales, periodistas. La Iglesia católica. La unidad fue levantando el ánimo nacional y movilizando el alma nacional.
Unidad. No es un secreto arcano. Unidad, no es una fórmula misteriosa. Unidad, no es un hallazgo de sabios en pos del Nobel. Cualquiera lo sabe. Cualquiera lo dice. Unidad, está en el sentido común popular. Sólo requiere responsabilidad en el compromiso y suficiente humildad para comprender que los demás te hacen falta a ti, tanto como tú le haces falta a los demás. Unidad.
¿Exige la unidad grandeza de alma? Sí. Pero seamos menos solemnes, porque es más simple. Basta con acercarse al alma sencilla del pueblo.
Hoy, de nuevo, la lucha venezolana es por la esperanza. Ustedes y yo sabemos, como sabemos todos los venezolanos y buena parte de la comunidad internacional, que estamos en problemas, en gravísimos problemas. Esos problemas están a la vista y, repito con Cadenas: “La única doctrina de los ojos es ver”. Aunque hay quienes han decidido que sus ojos no vean, y niegan obstinadamente la realidad. Cierran los ojos para no ver, porque no quieren que el corazón sienta.
El ecosistema por excelencia de la esperanza es la serenidad, la seguridad que da la paz. El precio de la paz no es el silencio o la exclusión. Ese siempre resulta, más temprano que tarde, demasiado caro. La condición de la paz es el respeto. Y este se articula a través de cauces e instrumentos que le permitan tener movimiento.
La Constitución, como marco para la convivencia de todos en nuestra natural diversidad y como espacio de encuentro seguro, digno, para todos los venezolanos. Las instituciones como testimonio viviente y en constante transformación de la perseverancia de un pueblo que aprovecha de su experiencia porque aprende de ella. La política, como ejercicio de la inteligencia personal y colectiva al servicio del bien común. Y por servicio, forma excelsa de la caridad
En punto a la política, el asunto principalísimo de la Asamblea Nacional, nunca olvidemos esa esencial dimensión de servicio. Nunca, por ningún motivo. Hay demasiados venezolanos sufriendo. Que nunca alguno de ellos pueda interpelarnos justificadamente, cuando yo sufría ¿Dónde estabas tú? Y no tengamos respuesta. No debemos, no podemos, dejarlos solos. Nuestro trabajo, el de cada uno de ustedes como sus representantes, es ser los defensores de su esperanza.
Construir caminos para la esperanza en esta Venezuela donde, como en Doña Bárbara “una raza buena, ama, sufre y espera”. Esa es nuestra responsabilidad. Ni más, ni menos.

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