#OPINIÓN Las voces de Penélope: Pasiones #4Ene

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En estos días de incertidumbres aunque decisivos para todos los venezolanos, me he dedicado a oír más que a hablar y a establecer ciertas relaciones que suelen darse también, al leer ciertas páginas de libros tomados al azar, en busca de una especie de hilo misterioso que una a unos  textos con otros, con el fin de relacionar lo que pareciera a veces estar distante. Podría resumir que dicho “hilo” me condujo a preguntarme sobre la esencia y razones de una de las versiones de la energía que suele mover a los seres humanos, en los campos extremos del amor y del odio. Me refiero a la pasión, de la cual en los tiempos tecnológicos, dan cuenta objetiva las redes, especialmente el whatsaap.

Una novela de Kazantzakis tomada al azar, me llevaría a su versión de la pasión en las creencias religiosas en la “Ultima tentación de Cristo”. Unos libros más allá, una ojeada la enlazaría con un texto de otro griego, Aristóteles, sobre las virtudes exigidas a los hombres que han de tomar decisiones de orden público, las que según el filósofo, debían ser extensión de las virtudes practicadas en su vida privada. Una hilera revisada pocas veces, me recordaría las enrevesadas discusiones lacanianas en torno a lo que llamaría según sus discípulos  “Las  3 pasiones del ser”: el amor, el odio y la ignorancia, siendo las dos primeras, pertenecientes al registro imaginario y a la agresividad.

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Puesto que pertenecemos también a esa especie de maquinaria productora de signos —el orden simbólico— nuestra manera de vernos a nosotros, será siempre desde la mirada del Otro. Y acá viene el “hilo” de la pasión que me genera la reflexión que intento compartir: una vez instalado en lo que llama “lo real”, el individuo podría asumir la “obligación del deber ser” extremo, tanto en el amor por lo que considera justo y noble, como en el odio por lo que considera diferente a su ideal. Amor y odio que le impide oír, ver y escuchar, lo que no se corresponda a su manera de entender la realidad desde la pasión desmedida. Las creencias religiosas o políticas, quedan sujetas a dicha pasión, la que guía sus deseos y creencias apasionadas. Un ejemplo sería la de quienes prefieren la muerte antes que una transfusión sanguínea. El otro, preferir el “todo o nada” que conduce a la violencia o la parálisis de un país y su gente.

Corresponde a la tercera pasión del ser: la “ignorancia”. Para Lacan sería el paso del “no pienso” al “no soy”,  especie de rechazo a todo pensar consciente e inconsciente, de la posición del “todo o nada” que le lleva a tener fe ciega en un partido, un líder o una causa y a rechazar las lo que considera “medias tintas”, salidas intermedias como lo que viene proponiéndose como una salida válida para evitar la violencia y caminar el camino de la no violencia. Me refiero a los acuerdos a tomar, en el caso de una salida que requiera el apoyo de la llamada justicia transicional que ha jugado un rol importante, aunque haya tenido en contra a los fanáticos que en lugar de llegar a acuerdos, instan a tomar el camino de la venganza, sin tomar en consideración, que es fácil ser presa de las pasiones que ciegan e impiden tomar decisiones políticas, tomando en consideración al Otro. Entendiendo que el otro puede ser una persona, grupo, comunidad o sociedad en general, es fácil comprender por qué no solamente retrasan salidas negociadas a situaciones insostenibles, sino que esa especie de exigencia absoluta e intolerante, pasa por encima de las necesidades u opiniones de la mayoría.

Mayoría que incluye niños y adultos desnutridos. Enfermos crónicos u ocasionales.

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Desde los griegos, se planteó la relación entre política, moral y ética. Por estar relacionadas con las instituciones, interactúan con la ley y deben  adecuarse a consensos en los terrenos del actuar político. No debemos olvidar que antes de las propuestas y leyes que han cambiado la historia, estaban las pasiones que se transformaron una vez pensadas y  habladas,  en soluciones para todos, dando paso  a la razón y adquiriendo valor político, si conservan lo que Weber llamara virtudes políticas: el sentido de las proporciones para lograr la objetividad  y el de la responsabilidad para asumirlas.

La transición que se avecina, ha de obligarnos a revisar las llevadas a cabo en Europa y Latinoamérica. Desde Portugal a la URRS pasando por España y desde México hasta Chile, las lecciones sobran para comprender el delicado juego que rige los acuerdos para llegar a la democracia, así como el papel que nos corresponde jugar a los ciudadanos, para la consolidación de los mismos y la exigencia por el respeto a la vida y el derecho a la paz, por parte de quienes se mueven en el espacio de la política, cuya función social no es otra que la de evitar que tomemos la justicia con nuestras propias manos.

Marisela Gonzalo Febres

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