#ESPECIAL Apagón de vidas: el viacrucis de vivir en penumbra durante cinco días #15Mar

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Fueron cinco días de incertidumbre y caos. Desde el 7 hasta el 12 de marzo el país retrocedió al año 1884 donde las mujeres se dirigían a los ríos a recolectar agua para saciar la sed y los hombres cortaban árboles secos para armar una fogata y poder cocinar.

En pleno siglo XXI, año 2019, la revolución socialista implementada por el “comandante supremo” Hugo Chávez y heredada por Nicolás Maduro, sometió al pueblo venezolano a más de 100 horas sin electricidad. La tragedia más profunda en el hemisferio occidental y el apagón más extenso en la historia del país.

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A las 5:00 de la tarde, un día después del inicio de la cuaresma, cuando ya se ocultaba el sol, comenzó el viacrucis de los venezolanos. El país entero se paralizó. Quien ostenta el cargo de ministro de energía eléctrica, Luis Motta Domínguez, informaba a la colectividad que el servicio eléctrico se restablecería en tres horas. Nadie le creyó, todos dudaron porque el 15 de octubre de 2018 se registró un corte similar que dejó sin luz cerca de 10 millones de personas, un tercio de la población, y el funcionario dijo lo mismo.

Al pasar 24 horas sin restablecer la electricidad en el país, la consternación invadió a la población. El calor colmaba la paciencia de los ciudadanos y la escasez de agua ascendía al 98%. Era increíble pensar que Venezuela, el país más rico en Sudamérica, no tenía agua ni luz.

Los cartones eran utilizados como ventiladores y algunos residuos de papeles fueron bañados de kerosene para cocinar y espantar zancudos. Los nervios, miedos, rabia, frustración y angustia atacaron a los ciudadanos al ver que ya sumando 48 horas del apagón, vendían las bolsa de hielo en 3 dólares, una “pipa” de agua en 7.000 mil bolívares en efectivo y un camión cisterna rondaba en 80 dólares.

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El reloj marcaba las 6:00 de la tarde y muchos ciudadanos ya se resguardaban en sus hogares para protegerse de la inseguridad y la oscuridad. Se cocinaba con la poca agua que había y se cenaba a la luz de las velas, la noche era larga y ante la ausencia de electricidad ver las estrellas era el mejor pasatiempos. Al día siguiente era la misma historia pero agravada, el agua se agotaba y las reservas de comida eran cada vez menores.

Los bancos no funcionaban. Había poco efectivo en la calle. Persistía la escasez de combustible. Los venezolanos en el exterior no podían comunicarse con sus familiares. Los ciudadanos se vieron obligados a trasladarse a centro comerciales para cargar sus teléfonos y dar señales de vida.

Pasadas las 90 horas se observaba en los principales sectores populares y edificios de cada ciudad a las personas cargando tobos de agua. Cansancio y molestia se reflejaba en sus caras al tener que caminar tantas cuadras y subir muchos pisos. Nadie se resignaba a morir de sed, era una prueba de supervivencia.  En Caracas la falta de electricidad obligó a sus habitantes y hasta algunos funcionarios militares, a recolectar el vital líquido del río Guaire y en Barquisimeto sucedió lo mismo, pero en el río Turbio.

El silencio reinaba en Miraflores. Algunos funcionarios escribían en sus redes sociales mientras Nicolás Maduro preparaba el guión. Ya no era culpa de la iguana, rata o rabipelado. Esta vez, lo que originó el apagón prolongado fue un ciberataque promovido desde los Estados Unidos. Maduro aprovechó el inicio de la Semana Santa y se lavó las manos como Poncio Pilato.

Sin luz, ni agua, ni comida, y mucho menos gas doméstico, el desespero condujo al pueblo a un estado límite por conseguir sustento para los suyos. En 13 estados hubo saqueos, según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social. El punto más crítico se registró en el estado Zulia. Expertos en la materia aseguran que estos hechos delictivos son similares a los que ocurrieron en 1989, denominado el Caracazo.

26 personas fallecidas, 124 detenidos en protestas y más de 500 establecimientos saqueados fue el resultado del apagón en Venezuela. De esta manera la dignidad de los venezolanos fue pisoteada y la negligencia de quien usurpa el poder desde el 10 de enero, una vez más quedó en evidencia.

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