#OPINIÓN Lectura: Galileo #17Dic

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Después de zarandear, con sentido afectivo, la humanidad intelectual del eminente Galileo Galilei, nos sentimos comprometidos a exponer, por lo menos rasgos importantísimos para el avance de la ciencia, y para que con ellos, la física se revele científicamente a toda la humanidad interesada de nuestro azul y bello planeta.

Galileo Galilei nació el 15 de febrero de 1564; heredó de su madre el carácter colérico, de naturaleza sarcástica; de su progenitor heredó la aptitud para las matemáticas; a los trece años le escribió a su padre para manifestarle que quería abrazar la carrera eclesiástica; la respuesta del padre fue contundente: que debía trabajar, y, de inmediato lo colocó a trabajar en la tienda suya de la cual dependían sus ingresos. Mil años antes, Tolomeo había predicado que la Tierra era el centro del Universo, alrededor de la cual giraba un pequeño sol y una pequeña luna; además, unas lucecitas conocidas como estrellas. A Galileo le inquietaba que el Universo de Tolomeo fuese tan pequeño, y que las inteligencias fuesen tan escasas que no pudieran ver más allá de su diminuto Universo.

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En 1581, a los diez y siete años, observó que alguien movió la lámpara que pendía del techo de la catedral de Pisa y la soltó, y la lámpara quedó oscilando; descuidado de sus oraciones, ensimismado observando el fenómeno del movimiento pendular, descubrió la armonía del movimiento; a medida que el arco del movimiento de la lámpara disminuía, el tiempo de duración de las oscilaciones permanecía siempre igual; había confrontado las oscilaciones con su propio pulso porque no tenía reloj, y de esta manera determinó la duración temporal de ellas. Fabricó un péndulo, producto de ésta experiencia, cuyas oscilaciones podían sincronizarse con el pulso de una persona. Estas actividades de Galileo se producen en el despuntar del renacimiento, cuando la edad media, todavía fresca, recién había pasado.

Asimiló las teorías de Arquímedes y en 1587, a los veinticinco años, fue nombrado profesor de matemáticas de la Universidad de Pisa. Refutó las teorías de Aristóteles quien hacía ya millares de años había muerto. Aristóteles sostenía que el peso de los cuerpos determinaba la velocidad de su caída; a mayor peso, mayor velocidad. Hizo demostraciones desde la torre inclinada de Pisa, dejando caer dos cuerpos simultáneos de pesos diferentes para dejar sentado que la velocidad de caída de los cuerpos no depende de su peso, porque la velocidad de caída es independiente de los pesos y es igual para todos los cuerpos.

Carlos Mujica

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@carlosmujica28

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