#OPINIÓN Decir la verdad para conseguir la libertad y formar líderes de relevo: Caminos de servidumbre y esclavitud #28Jun

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Friedrich A. Hayek publicó en 1944 y traducido a unos 20 idiomas, popularizó el nombre de su autor más allá de las fronteras del mundo académico, donde su prestigio científico fue reconocido en 1974 con el Premio Nobel de Economía por su trabajo relacionado a «la teoría monetaria y las fluctuaciones económicas y por su profundo análisis de la interdependencia entre los fenómenos económicos, sociales e institucionales».

Fue un defensor del liberalismo clásico y del capitalismo en contra del socialismo y el pensamiento colectivista, Está dedicado “a los socialistas de todos los partidos.” La introducción a la edición de su 50º aniversario fue escrita por Milton Friedman, también galardonado con el premio Nobel y adversario monetarista de Hayek.

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Tesis Central del libro

“Los avances de la planificación económica van unidos necesariamente a la pérdida de las libertades y al progreso del totalitarismo.

Para Hayek, “socialismo” y “totalitarismo” son esencialmente lo mismo, dos retoños del “colectivismo” y este, a su vez, un modelo de organización incompatible con la libertad humana, pues las ideas colectivistas -ya sean de izquierda o de derecha- no conducen a una utopía sino que al darle cada vez más poder al Estado para controlar la economía, inevitablemente conducen a horrores como los de la Alemania Nazi y la Italia Fascista.

Resulta notable que una obra de tan acusado filo polémico, nació para suscitar la controversia y el debate. Sin embargo fue acogida con respeto incluso por sus críticos debido a su honestidad intelectual, rigor lógico e información fiable:

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• Keynes mostró su acuerdo con los puntos de vista de moral y filosofía social de este gran libro,
• Schumpeter subrayó un rasgo poco común en obras de este género: “Es un libro cortés que casi nunca atribuye a sus contrarios otra cosa que el error intelectual.”

Tesis y argumentos principales de Hayek

Para Hayek toda planificación económica, por leve que sea, se basa en la creación de un supuesto bien común o nacional que se constituye en objetivo general. Así pues, la planificación económica “conduce” necesariamente hacia el totalitarismo y a la pérdida de las libertades individuales. En el libro, usa tanto a la Unión Soviética como a la Alemania nazi, como ejemplos de países que han recorrido el «camino a la servidumbre» y llegado a esa situación.

En sus palabras: “Cualquier política dirigida directamente a un ideal de justicia distributiva, es decir, a lo que alguien entienda como una distribución “más justa”, tiene necesariamente que conducir a la destrucción del imperio de la ley porque, para poder producir el mismo resultado en personas diferentes. Hayek argumenta que en una economía planificada no puede ser ni el pueblo ni sus representantes (el parlamento) los que lleven a cabo la planificación, localización, y distribución, tanto de recursos como de bienes producidos, sino que esa tarea recae sobre un grupo pequeño de “planificadores” (técnicos o economistas), grupo que, bien intencionado o no, será incapaz de obtener y procesar toda la información necesaria para llevar a cabo la tarea como se espera o en forma eficiente (consultar debate sobre el cálculo económico en el socialismo).

Continúa Hayek argumentando que desacuerdos acerca de los diferentes planes posibles, combinado con esa ineficiencia de los planificadores en el manejo de los recursos económicos disponibles, llevará inevitablemente al uso de la coerción a fin de obtener los fines deseados. Fallas en ese sentido serán percibidas, tanto por los planificadores como es, sería necesario tratarlas de forma diferente. Y …¿cómo podría haber entonces leyes generales?

Una falta de poder por parte del Estado para poder implementar una buena idea, llevaría al público a elegir a quienes proponen más poder para el Estado. Lo mismo sucedería entre los planificadores terminando con la llegada al poder de un “hombre fuerte” –en Venezuela el “gendarme necesario de nuestra historia-, percibido como capaz de hacer lo que se necesita. Una vez completado lo anterior, el país inevitablemente termina en una dictadura.

Para Hayek, el “camino a la servidumbre”, inadvertidamente comenzado por los que buscan “justicia social”, con su control y subsecuente desmantelamiento del mercado libre, termina con la destrucción de toda libertad económica y personal.

Hayek afirma que varias naciones democráticas están siguiendo el mismo camino que la Alemania nazi o la Rusia comunista, buscando una utópica justicia social y basándose en el principio de que el fin justifica los medios, principio que él observa que en «la ética individual” se considera la negación de toda moralidad y, en la “ética colectivista” llega a ser, de necesidad, la regla suprema».

Sin embargo, como el propio Hayek afirma “es importante no confundir la oposición contra este tipo de planificación, con una actitud dogmática a favor del “laissez faire”; tal oposición debe ser, en su opinión, dentro de un marco estricto: “Obviamente, el funcionamiento de la competencia requiere, y depende, de condiciones que nunca pueden ser totalmente garantizadas por la empresa privada. La intervención estatal siempre es necesaria, pero la planificación y la competencia sólo pueden combinarse cuando se planifica para la competencia, no en contra de ella»

Hayek ofrece la siguiente observación, que podría haber servido de conclusión a su obra: “En el pasado, ha sido la sumisión a las fuerzas impersonales del mercado lo que ha hecho posible el desarrollo de la civilización. Es esta sumisión lo que nos permite a todos construir algo que es mayor que lo que cada uno de nosotros pudiera construir. Se equivocan terriblemente los que creen que podemos ayudar a dominar las fuerzas de la sociedad de la misma forma que hemos aprendido a dominar las fuerzas de la naturaleza. Esto no sólo es el camino hacia el totalitarismo sino también el camino hacia la destrucción de nuestra civilización y, ciertamente, la mejor manera de bloquear el progreso.”

En el mismo “Camino de servidumbre”, Hayek agrega: “Una de dos. Si el Estado tiene que poder prever los resultados de sus acciones, no podrá dejar ninguna opción a los afectados por ellas. Y si queremos dejar opciones a la gente, los resultados de la acción gubernamental tendrán que ser imprevisibles. Las reglas generales, a diferencia de las reglas específicas o sustantivas, tienen que operar en circunstancias que no puedan ser previstas en detalle. Ser imparcial significa no tener respuesta para ciertas preguntas.

EL CAMINO DE LA ESCLAVITUD

Autor: Alexis de Tocqueville

Hago en este punto un agregado necesario al libro de Hayek: “El camino de servidumbre”, en alusión a la frase de Alexis de Tocqueville: “El camino de la esclavitud”, último pensador político del Occidente cristiano en un sentido estricto. Con ello me remito a la famosa afirmación de Hannah Arendt, según la cual la tradición occidental del pensamiento político: “Comienza con las doctrinas de Platón y Aristóteles. Y creo -sigue diciendo Hannah Arendt- tiene un final también definitivo con las teorías de Karl Marx.” En mi opinión esta afirmación es correcta.

Pero en Tocqueville (1805-1859), un contemporáneo de Marx, trece años mayor que él, encontramos de nuevo un pensador que parte del “supuesto audaz” de que todo depende del Estado y de la Política; lo que, en otros términos, quiere decir que la ciencia más importante es la política, como han sostenido todos aquellos pensadores a los que cabe llamar pensadores políticos, en sentido estricto. Su obra pertenece más bien al campo de la historia de la retórica política. En la introducción a la primera parte de la “Democracia en América”, escribe Tocqueville: “Una época completamente nueva precisa de una ciencia política nueva”. En “Camino a la esclavitud”:

1.- No hay en absoluto una intencionalidad científica. Tratar de presentar a Tocqueville solamente como un pensador liberal de gran altura, obstaculiza la comprensión de su verdadera intención y, con ello, de su importancia en la historia.

2.- La segunda opinión está estrechamente relacionada con la primera. Quien solamente ve en Tocqueville al pensador liberal en la época de la democracia triunfante, tendrá una propensión a considerarlo como el gran continuador de Montesquieu. El verdadero maestro de Tocqueville (si es que hay que atribuirle alguno) es Rousseau.

3.- El tercer obstáculo es la tendencia a inmovilizar a Tocqueville en un problema que no era el suyo: la tensión entre libertad e igualdad que, supuestamente, constituye el meollo de su obra. El verdadero problema de Tocqueville era el de la libertad y la solidaridad, la individualidad y la sociabilidad.

NOTA importante: Hubo críticas importantes a esta tesis y argumentos, que Ud. si está interesado podrá conseguir en Internet. Hágalo.

Juan José Ostériz

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