#OPINIÓN Historia Social e Institucional de la Educación en Centroccidente de Venezuela (Parte 3) #11Ene

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Un poco de autocrítica

Esta investigación, que tiene como límites temporales a 1890 y 1937, año este último cuando muere el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, fundador de la institución educativa caroreña, resalta los siguientes aspectos: es una clase social, los “patricios caroreños” o “godos de Carora”, quienes echan adelante tan elitesco proyecto educacionista en una Venezuela donde el analfabetismo superaba el horroroso y fatídico 80 por ciento. Entonces, sí toma en cuenta la lucha de clases marxista Luis Eduardo Cortés Riera, aspecto que algunos negaron sibilínicamente estar ausente en mi investigación. Otros dijeron que a pesar de ser yo marxista (sic) no le restaba méritos a la obra educacionista del Dr. Ramón Pompilio Oropeza, un godo, pero pobre.

Escribí en 1995 que los “godos de Carora”ejercieron una verdadera hegemonía ideológica y cultural –sin mencionar al marxista italianoAntonio Gramsci-en su remota ciudad del semiárido venezolano, pues fundaron sus instituciones educativas, como hemos dicho arriba, los clubes y asociaciones (Club Recreativo Torres), los medios impresos (los diarios El Impulso, 1904, El Diario, 1919) y pasé por alto un aspecto esencial de toda hegemonía: la religión. No me explico aun de qué torva manera pude entonces obviar aquella abrumadora presencia de los “patricios de Carora” en los asuntos del altar. Este olvido tan evidente, un acto fallido dirá Sigmund Freud, sale a flote cuando comienzo a desarrollar mi investigación doctoral referida a la Iglesia Católica, mentalidad religiosa y cofradías en Carora, siglos XIX, Tesis Doctoral presentada y defendida en la Universidad Santa María, Caracas, los días del paro petrolero de 2002-2003. Todavía hoy, diciembre de 2020 no puedo creer haber cometido yo tal desliz y omisión: Los arboles no dejan ver el bosque.

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Un anónimo y avisado estudiante de la UPEL-IPB me hizo una extraordinaria observación sobre mi ópera primaDel Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, durante el Congreso Internacional de Ciencias Históricas en Venezuela, Barquisimeto, 2017. Me dijo aquel agudo muchacho, mirándome fijamente a los ojos: “Doctor, he observado que su trabajo sobre el Colegio La Esperanza es el único de los que he revisado que presenta en sus páginas de inicio una parte teórica”. Debo revelar que no me había dado cuenta de aquello, pero luego acepté que aquello es un fallo no individual sino que es un yerro de nuestra cultura, una anomalía que es producto, sostiene el mexicano Octavio Paz, de que en nuestra lengua no hemos tenido un verdadero pensamiento crítico ni en el campo de la filosofía ni en el de las ciencias y la historia. Por eso somos una porción excéntrica de Occidente. Hacer una historia conceptual y no meramente empírica no es sencillo, es una idea que tomé desde un principio de mi Maestros, el Dr. Federico Brito Figueroa y del Dr. Reinaldo Rojas, hogaño rutilante Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.

Otra interesante y atinada observación hace el Dr. Reinaldo Rojas en su biografía del abogado constitucionalista caroreño Dr. Ambrosio OropezaCoronel (1904-1970). Después de elogiar mi trabajo en varias ocasiones, dice Reinaldo Rojas “que el historiador (Luis Eduardo Cortés Riera) insiste más bien en que aquel fue un bachillerato inútil (expresión que yo no utilicé), rémora del pasado, por el dominio curricular de una tradición humanística que excluía el espíritu positivista en boga y que por tantono hizo posible que la reflexión de sus alumnos (del Colegio La Esperanza y Federal Carora) se orientara hacia los nuevos ámbitos del conocimiento moderno”. Y más adelante escribe Rojas:“Sin embargo hay que hacer notar con sentido de relatividadque asignaturas como Aritmética, y Algebra y Geometría, trigonometría y topografía, junto a los tres cursos de Física que allí se dictaban en algo debieron alumbrar la mente de aquellos egresados que se fueron al campo a levantar su riqueza agrícola, comercial y ganadera.

Quien escribe no utiliza la rotunda expresión “bachillerato inútil”, como afirma Reinaldo Rojas, lo hacen las fuentes de la época, tales como Jacinto Gutiérrez, Secretario de Interior y Justicia en 1858, quien decía entonces que: en el día hay títulos públicos que nada significan como el de bachiller. Tampoco escribí,como dice Rojas,que “el dominio curricular de la tradición humanística que excluíael espíritu positivista en boga y que por tanto no hizo posible que la reflexión de sus alumnos se orientara hacia nuevos ámbitos del conocimiento. Yo cité a al filósofo argentino Ángel Cappelletti quien dice que el prodigioso avance de la ciencia y el auge del positivismo filosófico no menguaron la intensidad de los estudios clásicos. Es decir que las humanidades no excluían al positivismo, como afirma Reinaldo Rojas, lo exacto será decir que el positivismo no disminuyó la intensidad de los estudios clásicos. Quiero decir que el humanismo clásico, elLatín, el Griego,y una filosofía prekantiana, convivían con el positivismo, no que lo excluía, como escribe Reinaldo Rojas.

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Con lo que aprendieron los muchachos en su Colegio caroreño fue lo que condujo a que con su tradición humanística tan marcada, escribí entonces, que su reflexión se orientara hacia lo socio-histórico, lo político, la literatura, el derecho, ámbitos del conocimientoque produjo obras admirables(Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, pág. 109). Allí están las obras del “humanista de Venezuela” Luis Beltrán Guerrero, la notable investigación historiográfica de Ambrosio Perera,Luis Oropeza Vásquez y el también novelista Dr. Guillermo Morón, la Iglesia social de Carlos Zubillaga, el escritor e historiador Juan Oropesa (sic) rector de la UCV, la poesía épica de AlíLameda, el médico pediatra y humanista Pastor Oropeza, al doctor en agronomía y pedagogo Rafael Tobías Marquís Oropeza, el “humanismo proletario” de Chío Zubillaga, el poeta Dr. Carlos César Rodríguez, el Obispo Eduardo Herrera Riera, la metáfora de la Aldea sumergida de Elisio Jiménez Sierra, el exministro Dr. Eddie Morales Crespo, el médico pediatra Homero Álvarez, Dr. Ricardo Álvarez, José Herrera Oropeza, Dr. Agustín Zubillaga, Dr. Carlos Gil Yépez, Dr. Juan SequeraCardot, Dr. Juan Carmona, entre otros. Y no podía faltar allí el fundador de derecho constitucional en Venezuela, Dr. Ambrosio Oropeza, de quien Rojas escribe brillante biografía con el título Ambrosio Oropeza. La construcción del derecho constitucional en Venezuela, 2020.

Acá citamos de nuevo a Reinaldo Rojas:“Situación tal vez contraria ( a la de los muchachos egresados del Colegio caroreño que hicieron fortuna con el comercio y la ganadería, como se verá después)de quienes asumieron carreras humanísticas, como es el caso del Dr. Ambrosio Oropeza, ya que con la reapertura del Colegio La Esperanza en 1908 y del Colegio Federal en 1911, éste último con el gobierno de Juan Vicente Gómez, aquellos jóvenes tuvieron la oportunidadde encontrarse con asignaturasfundamentales para su formación intelectualcomo el castellano, el griego, el latín, el francés, historia y geografía, cursos de filosofía elemental, lo cual les permitió formarse en el propio terruño, contando nuevamente con el Dr. Ramón Pompilio Oropeza como Director de la institución, por decisión del entonces Ministros de Instrucción Pública, Dr. José Gil Fortoul”.

Pero allí estudiaron otro tipo de hombres, los que “alumbraron su mente”, como escribe Reinaldo Rojas, con la Física, la Trigonometría, Aritmética, y el Algebra, que se dedicaron al comercio y las labores pecuarias y que quien escribe los menciona en su ensayo El nacimiento del Liceo EgidioMontesinos (en internet), ellos son: el rico comerciante Flavio Herrera, el hombre de la radio y el cine en Carora Gonzalo González, el hacendado Pablo Riera, los acaudalados hombres del comercio Germán Herrera, Leopoldo Perera, Octaviano Herrera, el ganadero Carlos Herrera, Ricardo Meléndez Silva, José Alejandro Riera, el fundador de la bovina Raza Carora Teodoro HerreraZubillaga, quien, como he descubierto recientemente en el Libro de Matrícula del ColegioFederal Carora, folio 100, cursa la asignatura Elementos Zoología con el Dr. Lucio Antonio Zubillaga en el Colegio Federal Carora en 1917, allí descubre al monje Gregorio Mendel, padre de la genética, quien por aquellos años era redescubierto, y no es descabellado inferir que fue en las aulas del Colegio Federal Caroradonde se le ocurre al joven Teodoro Herrera, de 13 años de edad, utilizar esos conocimientos de genética adquiridos en su Colegio de secundaria en la finca El Salvaje de su padre Ramón Herrera, al cruzar el “ganado amarillo de Quebrada Arriba” traído por los españoles en el siglo XVI con razas bovinas de Europa y Estados Unidos, Pardo Suizo y Holstein, que el mismo Teodoro Herrera se encarga de traer a Venezuela en los años 30 del siglo XX.

En 1921 decía el Dr. Ramón Pompilio Oropeza que la influencia del Colegio en los destinos de Carora estaba en cinco hechos: Primero: un periódico organizado y juiciosoElImpulso, Segundo: Una Escuela Federal Anexa al Colegio Federal Carora, Tercero: un acueducto dirigido técnicamente por Rafael Lozada, Cuarto: dos santuarios, uno para el Dios hostia y otro para el Dios caridad, obra del inolvidable padre Carlos Zubillaga, alumno del Colegio, Quinto: un Liceo para la educación de la mujer, obra de otro alumno del Colegio, el Dr. Rafael Tobías Marquís. Todo lo cual es muestra fehaciente de que no fue un bachillerato inútil, como escribe Reinaldo Rojas.

Lo que quien escribe sí escribió, como dice Reinaldo Rojas, es que aquel bachillerato era una rémora del pasado (Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, pág. 109), idea que asumo cabal y completamente. Y es que ese bachillerato de ascendencia colonial hispana no podía ser deotra manera que unanacronismo, pues España y sus colonias no tuvieron Revolución Científica, ni tampoco asume a plenitud el siglo de la crítica, esto es la centuria ilustrada del XVIII: no tuvimos ilustración, dirá el mexicano Octavio Paz. En tal sentido, era nuestra educación secundaria unbachillerato precrítico o prekantiano, y que en ese sentido no asumió el diálogo de la filosofía con la ciencia natural. Y no lo hizo porque las grandes líneas de la cultura en Hispanoamérica estaban gobernadas por la Contrarreforma del Concilio de Trento, el Index de Libros Prohibidos (1564) que le negó a nuestra cultura obras que son responsables de la modernidad europea, tales como Copérnico, Montaigne, Rabelais, Bruno, Galileo, Bacon, Spinoza, Descartes,Hume, Hobbes,Voltaire, Pascal, Rousseau, Emmanuel Kant,Ranke, Comte, Schopenhauer, Marx, Nietszche. Bergson, Flaubert, Sartre, entre otros.

Imagínense una cultura donde está prohibido abrir las páginas de Crítica de la razón pura y el Diccionario Larousse, una cultura así será una cultura mutilada e incompleta, que nos evoca la terrible quema de libros perniciosos ordenada en 1933 en la Alemania nazi. Es que en Hispanoamérica sufrimos aun los efectos del Concilio de Trento, afirma Octavio Paz. Por esa razón -agrega el mexicano- no hemos podido ponernos al día con la modernidad, a pesar de los esfuerzos de un Feijoo, un Sarmiento o un Ortega y Gasset. Volvemos a perder el tren.

Entonces, como correlato de ello, nuestra educación ha sido secularmente y en consecuencia una educación premoderna y un anacronismo. Por ello se refugió, en universidades y colegios secundarios, en los idiomas muertos, Griego y Latín, la Retórica y una Filosofía de corte tradicional sin compromisos con la moderna ciencia natural, una filosofía prekantiana. Esta pervivencia de las lenguas muertas en nuestros planes de estudios ha sido la responsable de la conformación de la mentalidad de élites en los países de Hispanoamérica, escribe el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro.

El bachillerato hispánico ha sido secularmente fuente de chanzas y chistes, nos dice Ángel Rosenblat. Se asocia al desenfreno verbal, la charlatanería y hablar de cosas sin fundamento. Los hombres del intelecto han sido duros críticos de la educación secundaria en Venezuela. José Gil Fortoul, Ministro de Instrucción Pública de Juan Vicente Gómez, afirmaba en 1912 que La enseñanza secundaria en Venezuela prepara sólo y muy toscamente para la enseñanza superior. Cosas parecidas han dicho Mariano Picón Salas: en educación prevaleció la improvisación y el humor, y Ángel Grisanti: nuestra enseñanza ha sido semiclásica, semiaristocrática, semiprivilegiada. Y más recientemente el eminente escritor Arturo Uslar Pietri, exministro del ramo educativo, ataca fuertemente la educación venezolana: la escuela no enseña a vivir, no enseña a nada. Nuestra educación ha sido libresca y memorística, de espaldas a la vida.

A pesar de estos enormes e inocultables obstáculos de naturaleza cultural, pude escribir hace 25 años que pese a las concepciones arcaicas de nuestra instrucción pública, los doctores Ramón Pompilio Oropeza y Lucio Antonio Zubillaga formaron una generación intelectual que merece el calificativo de brillante, quizá de las mejores que produjo la provincia venezolana en la última década del siglo XIX y el primer tercio del actual siglo XX. Y agregué también: Nuestra tradición humanística (en educación) hizo posible que nuestra reflexión se orientara hacia lo socio-histórico, lo político, la literatura, el derecho, ámbitos del conocimiento que produjo obras admirables.

Luis Eduardo Cortés Riera

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