#COLUMNA El rincón de los miércoles #3Feb

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Conversamos recientemente con varios estudiantes que aspiran ser alguna vez periodistas a propósito de dos noticias que impactaron el mundo de los profesionales de la comunicación. En primer lugar, la muerte del gran Larry King y la decisión de Martin Borman de jubilarse como director del Washington Post después de trabajar durante 45 años como guía y norte del gran diario estadounidense. ¿Vale la pena entregarse tan apasionadamente a una profesión que, entre otras cosas, requiere no solamente de una gran vocación, sino también un riesgo para quien la ejerce?. Las historias de King y Borman, llevadas al cine, cuentan como esos dos colosos dejaron a un lado sus intereses personales para asumir con responsabilidad y talento el oficio de contar historias, y hasta formar parte de las mismas, sin perder ni sucumbir a las tentaciones que intentan desviarlos de una misión que un día escogieron como forma de vida. El Post tiene ahora mismo 900 periodistas y aspira llegar a los 1.000. Su actual dueño es Jeff Bezos, el líder de Amazon, quien ha tenido el buen propósito de dejarle a su gente las más delicadas decisiones sobre lo que muchos llaman eufemísticamente la política editorial del medio. La entrega total al oficio le costó a Larry King siete divorcios a causa de las prolongadas ausencias de su hogar, aunque también le proporcionó millones de dólares que no pudo gastarlos por falta de tiempo. Sin embargo, King siempre dijo que valía la pena haber escogido el periodismo y no se arrepentía de ser uno de esos incomprendidos sociales. Borman, por su parte, solo dijo que había disfrutado mucho esos 45 años frente al Washington Post y que lo haría de nuevo si alguien le diera el poder de comenzar de nuevo. A la nueva camada de periodistas les encantó esa historia de dos grandes de la profesión más hermosa del mundo y hasta recordé, guardando las distancias, que este febrero se cumplen 54 años de haber publicado mi primera columna en el Decano de la prensa nacional.

II

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El cuento anterior me dio la oportunidad de referirme a un chamo nacido en Barquisimeto que ya suma experiencias propias como periodista deportivo. Se llama Alfonso Saer Gómez, hijo del consagrado narrador del Cardenales de Lara, Alfonso Saer Bujana y Martha Gómez de Saer. El narrador, como saben, es un profesional de la comunicación social de altísisimos kilates desde su palco de observador deportivo. Hijo de Tigre nace pintado, dice el refrán criollo, y Alfonsito es la mejor prueba. Inició su andadura por el periodismo de la mano de un padre apasionado por el mundo del deporte que ha sabido orientarlo sin pretender hacer una copia suya, un claro ejemplo de pedagogía que deben seguir muchos padres en el proceso de formación de los jóvenes. Tampoco Saer Gómez ha querido ser un clon de su ilustre progenitor, y en la búsqueda de su propia identidad aprovecha las nuevas tecnologías para ponerlas al servicio de la profesión que ha escogido, y de sus seguidores, que dicho sea de paso, ya suman miles en la Venezuela de hoy. Nos complace mucho poder reconocerle el esfuerzo y la vocación que exhibe en su corta trayectoria y le auguramos muchos éxitos en el futuro.

Luis Rodríguez Moreno

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