#OPINIÓN Buena Nueva: ¿Creaturas o hijos? #11Jul

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Todos somos creaturas de Dios. Pero hijos de Dios, no todos. ¿Cómo?!!! Unos sí y otros no.

“Son hijos de Dios los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios”, nos dice San Pablo (Rom 8, 14). Y San Juan lo declara no más al comenzar su Evangelio como para que lo tengamos bien claro desde el principio: “los que lo recibieron, que son los que creen en su Nombre, les concedió ser hijos de Dios” (Jn 1, 11-12).

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¿Y no y que somos hijos de Dios por el Bautismo? Cierto. El Bautismo nos hace hijos de Dios. Pero cada vez que hemos pecado hemos renunciado a ese derecho, porque con el pecado rompemos nuestra relación con Dios. Pero ¡ánimo! que esa relación se reestablece con el arrepentimiento y la Confesión. Así, arrepentidos y absueltos, volvemos a ser hijos de Dios.

Y ¿Qué significará ser hijo, hijo de Dios? Significa que podemos llamar a Dios “Padre”, porque realmente somos sus hijos. Pero ¡ojo! Tenemos que cumplir las condiciones de hijos.

Lo que significa “Padre Nuestro” ves que Dios es Padre de Jesucristo y Padre mío también. Y eso, porque a Jesucristo no le bastó redimirnos, sino que quiso compartir su Padre con nosotros. ¿Qué tal? Adicionalmente, somos herederos: Con Cristo somos herederos también nosotros” (Ef 1, 11).

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Y ¿Cuál es nuestra herencia? El derecho al Cielo. Esa es nuestra herencia. ¡Nada menos! Y todos tenemos derecho a esa herencia. Lo que sucede es que muchos la rechazan (se ponen en contra de Dios) o la cambian por menudencias (por los placeres y por apegos materiales, por el pecado).

Entonces, el llegar a ser hijos de Dios y heredar el Cielo es una opción. Una opción abierta a todos, inclusive a los no-cristianos. Pero esa opción supone condiciones.

Una de estas condiciones es la fe en Dios y en su Hijo Jesucristo. Esto es lo que significa el “recibir” a Jesucristo que nos habla San Juan. Y recibirlo es aceptarlo a Él y aceptar todo lo que Él nos ha propuesto y nos exige.

Pero otra condición, consecuencia de esa fe, es que son hijos de Dios “los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios”. Y dejarse guiar por el Espíritu de Dios es ir aceptando la Voluntad de Dios para nuestra vida. Es ir descubriendo “el misterio de su Voluntad” (Ef 1, 9).

Así podremos llegar a ser santos e irreprochables ante Él (Ef 1, 4), y así recibir la herencia prometida: el Cielo en el momento de nuestra muerte y la gloria de la resurrección al fin de los tiempos en el Juicio Universal.

Ese es el camino de los hijos de Dios. Pero si nos quedamos siendo sólo creaturas, nos perdemos de todo esto.

Isabel Vidal de Tenreiro

www.homilía.org

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