#OPINIÓN Sidney Poitier: Al maestro con cariño o cualquiera puede ser ingeniero #10Ene

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Es un film absolutamente memorable en la escala de mis afectos y emociones. Es responsable de un momento sentimental único que viví en mi feliz adolescencia en la Carora de los años 1960. No sé por cuál razón la recuerdo en blanco y negro, pero su canción se ha quedado pegada en mí desde entonces. En la estudiantil Plaza Corpahuaico tarareábamos en coro los liceístas de entonces “To Sir with love” con nuestros rudimentos de la lengua de Shakespeare después que salimos del Teatro Estelar de la calle Bolívar.  

En la película el rostro y porte elegante del joven maestro de escuela, que es un ingeniero sin chamba y sus bellas alumnas de los barrios pobres londinenses, iluminaban mis noches de insomnio, así como el aparecimiento de una novela absolutamente magistral en aquellos ya lejanos días: Cien años de soledad, el asesinato de Ernesto Ché Guevara, acontecimientos que coincidieron en 1967, año cuando vimos llenos de ternura el filme protagonizado por el ya ganador por entonces de un Oscar de la Academia: el afroamericano nacido por accidente en Miami Sidney Poitier. 

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En Al maestro con cariño (1967) Mark Thackeray, un siempre impecable y de corbata bien anudada, así como puntual docente, se enfrenta a un salón de clases como enseñante improvisado que resulta ser un meeting pot en aquel país colonialista, un año antes de que se produjera la gran rebelión juvenil de 1968. No sé si será exprofeso que su frente muestre siempre un brillo subido mientras debate con sus niños en trance de adultez, en un ambiente en apariencia ajeno al infame asunto racial en aquellos años de vigor del odioso apartheid.

Se menciona a Suráfrica de pasada, cuando el maestro aclara que es súbdito de la Corona, pues nació en la Guayana Británica, un territorio que reclama mi país, Venezuela, por lo que considera un despojo. Recuerdo una escena cuando el maestro sangra por un dedo y la sorpresa que ocasiona el color rojo de su sangre, así como cuando demanda buenos modales y cortesía a los jóvenes podemos notar que en el pizarrón del aula aparece dibujado un mapa del continente negro, África. ¿Coincidencia o fue un detalle premeditado en un film donde un negro tercermundista da lecciones de civilidad a los habitantes de la City? Su estatura física (1,89 cmts.) que es, así mismo, una estatura moral superior a la de los muchachos comunica una talla visual al alza: La periferia del imperio que da lecciones morales al ombligo de la Commonwealth.  “Lávense el cabello o pronto tendrán piojos, usen ropa limpia si quieren resultar atractivos”, les dice acremente a aquellos muchachos de una sociedad rebelde al baño y el aseo diario. Es detalle que seguramente causó aprobación en el antropólogo británico Jack Goody, un defensor de las maneras refinadas extraeuropeas que observó en Gabón. 

Otros detalles del film son muy reveladores: El mapamundi de la escuela coloca a la Gran Bretaña en el centro de la ecúmene (la Pérfida Albión se apropió del centro), Su Majestad el blue jeans americano aún no es unánime entre los chicos, tal como llegará a serlo poco después, las muchachas se apegan a las faldas, los muebles escolares resuman a siglo XIX, las ausencias del nivelador uniforme de colegiales saltan a la vista desde nuestro mirador colocado medio siglo después, el rock and roll molesta a los acartonados docentes de la escuela. Es un mundo que ve aparecer modos y costumbres nuevas en una sociedad tradicionalista como la británica, que hará eclosión a la brevedad.

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“La educación es una desventaja en estos tiempos”, le dice un colega caucásico al maestro improvisado que persiste en la búsqueda de empleo como ingeniero. No se inmuta y parece que la flema de Thackeray es tan o superior a la de su colega británico. Por las noches lee libros de autoayuda muy anglosajones, tales como Teaching the slow learning, que podría traducirse como Enseñanza a los de lento aprendizaje. Es una escuela sin casi apoyo del Estado y se maneja como una empresa privada que parece adelantarse a los tiempos neoliberales de Margaret Thatcher. No queda claro si cursan lo que en el orbe hispánico se llama bachillerato u otra modalidad de aprendizaje. 

Supongo que chicos marginales y de mala conducta como los del film, habrán sido objeto de estudio del sociólogo hebreo de la educación Basil Berstein en el Reino Unido, quien califica a los escolares hijos de la clase trabajadora como de un “código restringido”, empírico y material, proclives al fracaso escolar, muy ajenos al “código elaborado”, que es universalista, ideológico y simbólico, patrimonio exclusivo de las clases altas dirigentes de la sociedad. En las instituciones educativas, los poseedores del código elaborado superan a los estudiantes provenientes de la clase trabajadora, que fracasan en sus estudios en un proceso de selección no natural, sino arbitrario y naturalizado. Una teoría muy polémica, hogaño objeto de intensos debates. 

Muchachos díscolos e intrigantes, rechazados de otras escuelas que al final reconocen que han mejorado notablemente como seres humanos y ciudadanos gracias al empeño y perseverancia de un docente tercermundista y negro. Me pregunto cuántos de esos muchachos se embarcaron en 1983 en las naves que salieron a reconquistar alevosamente las islas Malvinas. 

Fallece Sidney Poitier a la provecta edad de 94 primaveras en Los Ángeles, California.  Quien murió ayer 6 de enero de 2022 será recordado como pionero de los derechos civiles de la población afroamericana de los Estados Unidos, en donde acompaña a Martin Luther King. Nace en ese  país de manera ocasional y fortuita, pues su familia era residente de las islas Bahamas, por ello creo que no dejó de ser un súbdito británico, a pesar de que casi toda su carrera actoral se desarrolla en el continente. Fue embajador de Bahamas en Japón y la UNESCO. Deja una magnifica escuela de actuación donde se cuentan Morgan Freeman, Denzel Washington, Whoopi Goldberg y Oprah Winfrey, para solo mencionar a los afroamericanos. Paz a su alma.

Luis Eduardo Cortés Riera

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